¿Sabías que el poeta Miguel Hernández estuvo en la cárcel de Huelva? La historia de represión a los homosexuales y por qué está declarado Lugar de Memoria Histórica
Convertida en espacio de reclusión durante la Guerra Civil y la posguerra, la cárcel de Huelva acumuló historias de persecución política y sexual. Allí pasó por sus registros Miguel Hernández, y años después sería también un lugar clave en la política sistemática de castigo a personas homosexuales instaurada por el franquismo
La UNED trasladará su sede al edificio de la antigua cárcel de Huelva tras su remodelación
La arquitectura, a menudo silenciosa, es también depositaria de las memorias más sombrías de una sociedad. Entre sus muros permanecen las huellas de quienes fueron perseguidos y sometidos a tortura por regímenes dictatoriales. Aunque la ciudadanía tienda a olvidar esos episodios para superar las consecuencias del pasado, ciertos espacios insisten en reclamar memoria. Uno de ellos es la antigua cárcel de Huelva.
Durante la Guerra Civil y la posguerra, la prisión onubense se convirtió en un centro de reclusión para prisioneros republicanos. Entre los expedientes penitenciarios que custodia la provincia aparece el del poeta y escritor Miguel Hernández, un dato que revela la amplitud de perfiles a los que alcanzó la maquinaria represiva. Según muestran los documentos recabados por el arquitecto brasileño afincado en Huelva James Souza, con fuentes como la propia biblioteca Miguel de Cervantes, la presencia de Miguel Hernández en la cárcel de Huelva forma parte de una trayectoria marcada por motivos políticos: su participación en el bando republicano, su voluntariado en el Comisariado del Ejército Popular y la dimensión política de su poesía —como Viento del pueblo o El hombre acecha—, considerada propaganda antifranquista. Detenido y acusado de “adhesión a la rebelión”, fue condenado a muerte en 1940. Falleció en 1942 en la prisión de Alicante, víctima de desnutrición y tuberculosis.
Pero el papel de la antigua cárcel de Huelva como espacio de represión abarcó más que la persecución política. A partir de la década de 1950, las prisiones franquistas comenzaron a albergar a personas homosexuales como resultado de una política sistemática destinada a su castigo y “reeducación”. Primero, con la modificación de la Ley de Vagos y Maleantes en 1954, que clasificó oficialmente la homosexualidad como un riesgo social. Más tarde, con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, que endureció aún más las penas y consolidó un modelo de exclusión en el que la privación de libertad se presentaba como herramienta de corrección. De hecho, La prisión fue catalogada como Centro especializado en la rehabilitación de homosexuales (1968). Los condenados eran internados durante un periodo de entre cuatro meses y tres años para su "reeducación".
Por esta razón, la antigua cárcel de Huelva, cargada de esta memoria de violencia institucional, fue reconocida en 2013 como Lugar de Memoria Histórica por la Junta de Andalucía, en aplicación del Decreto andaluz 264/2011. Souza, en su estudio, indica que no sería hasta la Ley de Memoria Democrática de 2022 cuando los lugares de memoria recibirían un respaldo legal explícito: su artículo 49 define estos espacios como escenarios de acontecimientos de gran relevancia histórica o simbólica relacionados con la lucha por los derechos y libertades, y subraya la necesidad de identificarlos, señalizarlos y conservarlos.
No obstante, la recuperación de la memoria del colectivo LGTBIQA+ ha sufrido históricamente una notable desatención. Con la llegada de la democracia, sus reivindicaciones quedaron relegadas a un plano secundario. Durante la Transición, la narrativa dominante priorizó la reconciliación y el olvido, desplazando las demandas de quienes habían sido castigados por su orientación sexual.
La ausencia de espacios museísticos o centros de interpretación dedicados a conservar y explicar de manera rigurosa los hechos ocurridos durante el franquismo tiene consecuencias palpables. Dificulta el acceso de la población —especialmente de las generaciones más jóvenes— a un conocimiento preciso del pasado. Es por ello que recordar lo ocurrido entre los muros de lugares como la antigua cárcel de Huelva no es solo un ejercicio de reparación histórica. Es, también, una herramienta fundamental de educación cívica. La rememoración de las consecuencias de la dictadura contribuye al fortalecimiento de los valores democráticos y a la comprensión de cómo la persecución —ya sea por motivos políticos u orientación sexual— puede instalarse en las estructuras del Estado si no existe vigilancia social y memoria colectiva.
En esta prisión, donde convivieron el sufrimiento de figuras emblemáticas como Miguel Hernández y el de tantos hombres castigados por amar de una forma prohibida por la ley, se concentra una parte esencial de la historia que Andalucía y España aún están aprendiendo a mirar de frente.
Es por ello que el edificio de la antigua cárcel de Huelva tendrá un espacio de Memoria Histórica tras su remodelación. El responsable del área de Presidencia y Relaciones Institucionales del Ayuntamiento de Huelva, Alfonso Castro, aseguraba a principios de noviembre que en el proyecto de reforma del edificio de la antigua prisión habrá "un reconocimiento a la Memoria Histórica". Indicó que desde el principio se contempló "un espacio dedicado a ello, ya que somos conscientes de lo que significa ese edificio y tendrá un reconocimiento a las víctimas del franquismo".
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