Huelva

El rastreador de colegios

  • Santiago del Valle se matriculaba en colegios e institutos en busca de posibles víctimas

Las niñas siempre han sido objeto de su deseo. Siempre han sido su obsesión. Siempre han estado en su retina. Los colegios e institutos siempre han sido su campo de actuación, la fuente de suministro para satisfacer sus macabras actuaciones, sus delitos indeseables. Pero también lo han sido las escaleras, los recovecos, las esquinas. Santiago del Valle, el más que presunto asesino de Mari Luz, la pequeña de El Torrejón que fue encontrada muerta en la ría tras haber desaparecido de su casa un domingo cuando fue a comprar chuchería a un kiosco, tiene una dilatada carrera delictiva por motivos de abusos sexuales, pero también por estafa, robo con fuerza y daños. Los inicios se remontan treinta años atrás cuando, según ha manifestado su hermana Catalina, abusó de ella cuando tenía cinco años.

La obsesión del presunto asesino de la pequeña Mari Luz, es tal que llegó a cambiar de ciudad y domicilio hace dos años para acosar a una menor de 13 años en Gijón. Del Valle contactó con la chica a través de una revista haciéndose pasar por una chica de su edad y comenzó a escribirse con la menor.

Más tarde se presentó como el hermano de la chica ficticia y la niña dejó de escribirle, por lo que se trasladó a la ciudad asturiana y se apuntó a clases de adultos en un instituto cercano a la víctima.

Santiago del Valle García y su esposa, Isabel García Rodríguez, fueron condenados el 29 de octubre pasado por un juzgado de Gijón a ocho meses de prisión por un delito de estafa, por intentar vender la vivienda de la calle Perú que habían alquilado en febrero de 2006 y en la que residieron durante el tiempo que la pareja permaneció en Asturias.

La semana de la desaparición de Mari Luz, la familia de la menor, ahora de quince años, vio un anuncio en una revista que les puso sobre aviso. El que lo escribía era el mismo que había acosado a su hija. Sin embargo, en El Torrejón pocos sabían que tenía antecedentes de pederastia, aunque la familia de Mari Luz algo debía saber, ya que a las pocas horas de las desaparición de la pequeña, se presentaron en su casa, propiedad de sus padres y situada en la avenida de las Flores, a escasos cincuenta metro de la vivienda de la pequeña asesinada.

Desde hace tiempo, Del Valle se había convertido en un rastreador de colegios nato en busca de 'presas'. Viviendo en Sevilla, donde se había comprado una casa con el dinero de una indemnización por la muerte de una de sus hijas por atropello, acusó a un profesor de gimnasia del colegio Almutamid de haber agredido sexualmente a su hija. El delito lo había cometido él mismo sobre su pequeña, lo que le valió una condena de más de dos años de cárcel que no llegó a cumplir. La pena que el impuso el juez de lo penal número 1 de Sevilla, Rafael Tirado, que nunca se ejecutó al no haber orden de detención ni busca y captura. En la capital hispalense también el presunto asesino de Mari Luz estuvo merodeando por el centro docente Beatriz de Suabia, donde trató de matricularse, una estrategia que utilizó una y otra vez para tener acceso directo a las pequeñas colegialas. En marzo de 2007 el director del centro le comunicó que no podía cursar el módulo profesional como pretendía. A partir de ese momento ya no le volvió a ver por el colegio. Eligió otro centro escolar: el instituto Martínez Montañés donde se matriculó en un ciclo de grado medio de Comercio, donde permaneció hasta noviembre del pasado año. Fue entonces cuando se trasladó a Huelva y puso en su punto de mira el colegio diocesano Sagrado Corazón, el mismo donde acudía Mari Luz. Para entonces, Del Valle y su mujer, habían decidido venirse a vivir a El Torrejón, con su hermana Rosa, que residía en el número 1 de la avenida de las Flores, casa propiedad de sus padres.

Rápidamente, el presunto asesino procedió a inscribirse de nuevo en el ciclo formativo de grado medio de Comercio. Del Valle se apresuró en incorporarse a las clases. Nada más hacerlo, sus compañeros apercibieron en él ciertas excentricidades. Las normas del centro educativo para nada le importaban y se presentaba en clase con chanclas y con pantalones tipo pirata. Además a veces se ponía gafas de sol en plena aula, bajo la excusa que le molestaba el sol. El pedófilo aprovechaba los intercambios de clases para charlas con sus compañeras a las que pedía su número de teléfono, que se sentaran entre sus piernas y sin ningún tipo de reparos les proponía relaciones deshonestas.

Al parecer también estuvo matriculado en el instituto San Sebastián de la capital onubense, donde la dirección decidió expulsarlo por su extraño comportamiento. Sin embargo, Santiago del Valle es un hombre que apenas dejó en el barrio del Torrejón rastros de su personalidad suficientes cómo para trazar un perfil nítido y completo acerca su forma de ser. Se vino a Huelva procedente del norte apenas dos meses antes de protagonizar supuestamente la desaparición de la hija menor de la familia Cortés y después se marchó sin hacer ruido. Sus vecinos más cercanos dicen no saber mucho sobre él porque se relacionaba poco con la gente y pasaba desapercibido.

Según algunos testimonios, sí era más conocida la hermana del presunto criminal, Rosa, que vivía desde siempre en esa casa y que llegó a trabajar un tiempo en el bar de la asociación de vecinos. De ella se dice que era algo rarita.

El presunto asesino de la niña Mari Luz Cortés y su esposa cobraban todos los meses sendas pensiones por minusvalía en Cuenca, según dijo Del Valle a su cuñado y a su hermana a mediados de marzo, cuando se alojó en su casa de Utiel (Valencia). Era una de las vías de manutención. Del Valle y su mujer estaban desde hace un tiempo residiendo en Pajaroncillo (Cuenca), en una vivienda que le habían alquilado a una señora de la población, por la que pagaban 135 euros al mes.

Hablar de la familia de Santiago del Valle es sumergirse en la España profunda, en la España negra, aquélla que hace referencia a lo sucedido en Puerto Hurraco con la familia de los Izquierdo, que asesinaron a tiro a nueve vecinos. La madre de Santiago, tampoco se salva de la quema según algunos testimonios ésta gritaba desde la ventana que prefería que sus hijos se acostasen entre ellos, porque así no entraba nadie en su casa. Santiago no es el único de los hermanos, no se sabe tiene cinco o seis, con problemas mentales o judiciales. Dos de ellos han sido drogadictos y su mujer está ya en un centro psiquiátrico.

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