Huelva

Un pregón a corazón abierto

  • La exposición de la abogada y hermana de la cofradía del Viernes Santo, Cinta Ortega, entrelazó devoción, historia y vivencias personales. El acto tuvo lugar en La Soledad.

El corazón cofrade de Cinta Ortega se abrió de par en par en la exposición de su pregón, que pasaba a ser el vigésimo noveno de la Hermandad del Santo Entierro.

Abogada de profesión y cofrade de siempre, fue presentada por su marido, José Ángel Mesa, quien, en sus palabras, subrayó la devoción que la pregonera siente por la Soledad de María a la que posteriormente ella encomendó su exposición.

Las vivencias personales y sus devociones más íntimas y auténticas fueron los dos ejes en los que giraron su disertación, que se desarrolló ayer en la ermita de La Soledad, punto neurálgico no solo de esta hermandad sino también del mundo cofrade y patrimonial de la capital.

Cinta Ortega se presentó como una cofrade sincera y convencida. Tras confesarse como devota de la Esperanza, de su identificativo verde y del resto de los colores que forman el rico caleidoscopio de la Semana Santa onubense, se confesó por encima de todo negra: "Soy negra, del negro del hábito del Santo Entierro y de eso me vanaglorio; soy negra y lo seré toda mi vida".

La pregonera se remontó a su más tierna infancia, vivida en el Barrio Alto, rememorando los recuerdos de la prolongada estancia de la hermandad en San Pedro. Recorrió, en su memoria, las primeras huellas visuales que le dejaron los titulares de todas las hermandades que allí tienen sede: Borriquita, Pasión y Descendimiento haciendo especial referencia al Señor de Pasión.

Los recuerdos de Cinta Ortega se entretejieron con sus expresiones de devoción a los tres titulares de la hermandad de la céntrica ermita, saliendo a favor de la, a veces, denostada Angustias para defenderla por su valor estético y su mensaje de completa desolación por la pérdida del Hijo.

No anduvo la pregonera con paños calientes para exponer también los períodos más oscuros de la hermandad, en concreto, la división que echó por tierra años de convivencia auténticamente familiar y anheló que se recupere ese espíritu que caracterizó al Santo Entierro.

Su recorrido vital no podía dejar de lado un evento importante para toda la ciudad: el regreso de la hermandad a la Soledad allá por 1995 y la importante labor del entonces hermano mayor Rafael Jurado. El retorno a la ermita clausuraba un período de 140 años en la cercana parroquia mayor. Tampoco se olvidó del paso, por ese templo, del poeta Miguel Hernández en lamentables circunstancias.

La pregonera también se mostró defensora, a ultranza, de la vivencia cofrade que no debe ser suspendida o dejada de lado por ningún motivo o excusa.

Como no podía ser de otra manera, tras manifestar todo su amor al Señor Yacente, Cinta Ortega dirigió sus palabras hacia Soledad de María cuya imagen se encontraba a su derecha: "A lo largo de mi vida he sentido soledades pero, al invocar tu nombre Soledad, nunca soledad hallé; al decir tu nombre la soledad de mi alma ha partido; con solo decir tu nombre nunca sola estaré".

El acto estuvo presidido por el Señor Yacente que ocupaba el altar mayor. Asistieron representaciones del Consejo de Hermandades y Cofradías y de algunas hermandades.

El pregón puso punto final a una importante semana para esta hermandad en la que se celebró el quinario teniendo, todos los actos incluidos, una notable presencia de hermanos.

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