Gente Inteligente

El poder del lenguaje y cómo hablar con ese poder para ser gente inteligente

  • Las palabras no son inocuas, ni para quien las dice ni para quien las escucha, y tienen el poder de transformar actitudes y realidades, ¿por qué no aprovecharlas?

Gente Inteligente: El poder del lenguaje y cómo hablar con ese poder para ser gente inteligente

¿No le fascina el lenguaje? ¿No le parece alucinante la forma en la que las palabras influyen en su estado de ánimo? Constato a menudo el poder del lenguaje y de quienes saben cómo hablar con ese poder para ser gente inteligente capaces de influir en su realidad y en la imagen que proyectan a través de sus palabras. Porque también de esto va la inteligencia emocional.

Que las palabras no son inocuas es una certeza que seguro compartimos, ¿verdad? El lenguaje mantiene una estrechísima relación con nuestras emociones y con procesos psicológicos tan importantes como la memoria, la atención o la forma en la que razonamos. Esa relación ha ocupado numerosos estudios como los referentes al determinismo del lenguaje, es decir, a cómo el idioma nos determina. De hecho, hay teorías muy interesantes que ponen en el foco del estudio la forma en la que una lengua, incluso cuando no es la materna sino aprendida, condiciona nuestra forma de ser como individuos y como sociedades.

Apoyarse con las palabras

El lenguaje es capaz de alterar nuestra percepción de la realidad y está íntimamente relacionado con la forma de comunicarnos, tanto con las demás personas como con nosotros o nosotras mismas. No por nada cada vez más corrientes terapéuticas trabajan con técnicas basadas en cambios del lenguaje para tratar algunos trastornos.

Sin embargo, hablamos de forma muy automatizada y rápida, sin demasiada conciencia de cómo decimos lo que decimos. Así que bien merece la pena poner nuestra atención a cómo hablamos y nos hablamos, para identificar si nos estamos apoyando o nos estamos boicoteando con nuestras propias palabras.

¿Cómo se expresa usted? ¿Es capaz de generar confianza? ¿Y autoconfianza? ¿Se habla bien o se habla mal? ¿Es usted el sujeto activo de sus oraciones o una víctima de las circunstancias? ¿Usa demasiados condicionales? ¿Se justifica con frecuencia? Tome conciencia, lo primero, de su forma de hablar, para hacerse responsable de su lenguaje y para tener la oportunidad de expresarse de forma que le apoye a conseguir lo que quiere y a proyectar la imagen que más le interesa.

Cómo poner el lenguaje de su parte

Las palabras le afectan, a veces mucho, incluidas las suyas propias en su diálogo interno. Así que empecemos por identificar las construcciones que más poder le pueden llegar a restar.

Algunos ‘no puedo’ radicales que se dice, incluso si conscientemente no tiene la seguridad de no poder, inconscientemente le predisponen a no intentarlo más. Así que, como el subconsciente no tiene sentido del humor y todo se lo cree, incluyamos un ‘todavía’ para no cercenar de raíz la motivación y las ganas de seguir superándonos: ‘no puedo…todavía’.

Ojo con los ‘pero’, que son conjunciones enmascaradas de falsa ingenuidad. Sirven para contraponer significados, por tanto, cada vez que lo dice probablemente incluya detrás una justificación o una razón que anula en parte o totalmente lo que dijo al comienzo: ‘lo entiendo, pero…’, ‘te quiero, pero…’, ‘lo has hecho bien, pero…’ ¿Y si le damos la vuelta y lo que anulamos es lo negativo? ‘No estoy de acuerdo contigo, pero lo entiendo’. ‘Mi respuesta es no, pero te quiero’. ‘Has fallado en la forma, pero lo has hecho bien’.

Preste mil oídos a los ‘es que’, para evitarlos también en la medida de lo posible, porque detrás suelen venir justificaciones que nos debilitan: ‘es que no me han avisado’, ‘es que he tenido poco tiempo’, ‘es que había mucho tráfico’, ‘es que no me entiendes’…

No generalice demasiado, porque con mucha probabilidad se estará equivocando. ¿Siempre falla? ¿Siempre? ¿Nunca le pasan cosas buenas? ¿Nunca? ¿Toda la gente le evita? ¿Toda? Usar demasiado los ‘siempre’, ‘todo’, ‘nunca’, ‘nada’, ‘nadie’ podría esconder frustraciones que le restan a usted, o roban a otras personas, el poder de cambiar las cosas. Así, mejor que ‘nunca lo haces bien’ está decir ‘tienes que aprender a hacer esto’; y mejor que ‘siempre molestas’ es decir ‘con tal conducta me estás molestando’.

Revise el mensaje de los tiempos verbales que usa. Los condicionales hablan de probabilidad, pero con el futuro habla de certeza. No es lo mismo decir ‘si voy a tu ciudad sería genial verte’ o ‘si estudio eso sería para cambiar de trabajo’, que decir: ‘cuando vaya a tu ciudad te llamaré’ o ‘cuando estudie eso cambiaré de trabajo’. Estas últimas formas emanan mucha más seguridad, tanto para usted como para las demás personas, y ya sabe que de la seguridad nace la confianza.

Siguiendo con las formas verbales, preste atención también al verbo “intentar”, porque es un ladrón sordo de su intención y su voluntad. Decir lo voy a intentar es decirse a usted mismo o a usted misma, y a las personas con las que se comunica, que no pasa nada si no lo consigue. Hay un ‘pero’ escondido en la estructura profunda de la frase: voy a intentar ir … PERO…

Sustituya los “tengo que” por ‘quiero’, incluso si son tareas que no le apetece hacer. Observe la diferencia inmediata en su ánimo al decir sus obligaciones con un ‘tengo que’ por delante, o decirlas con un ‘quiero’. E insisto, aunque no quiera. De nuevo, el subconsciente que todo se lo cree, le echará una mano, o no. Y, sobre todo, evite ponerle un ‘tengo que’ a sus deseos. ‘Tengo que viajar más’ revela desde qué emoción va a abordarlo y puede que no sea la más adecuada.

Más poder aún le dará ser capaz de separar a las personas de sus conductas, y sin hacer juicios, tampoco con usted: ‘me he equivocado’ en vez de ‘qué torpe soy’; ‘llegas tarde’ en vez de ‘eres un irresponsable’; o ‘no me has llamado’ en vez de ‘no me quieres’.

Nuestros sentimientos influyen en nuestro lenguaje y el lenguaje en nuestros sentimientos. Por eso, use el lenguaje también para decidir la actitud con la que quiere vivir y para contagiar a su entorno del poder de sus palabras bien elegidas.

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