La pandemia de los aniversarios

Huelva/Tras la vuelta a la normalidad tan deseada, nos encontramos que durante este curso cofrade tenemos previsto celebrar distintos aniversarios programados en las hermandades de la Borriquita, Tres Caídas, Calvario, Buena Muerte, Misericordia, La Merced y Santo Entierro. Al menos que yo recuerde y todos, a celebrar este mismo año.
Por supuesto que no he deseado mencionar otras celebraciones como los 70 años de la fundación de la Hermandad del Descendimiento o los 85 años que está celebrando el Consejo de Hermandades, porque las considero unas efemérides atemporales e ilógicas que hacen pensar que, por algún motivo concreto, no han podido esperar unos años. Esperemos que este modelo de celebración no sea la norma en los próximos aniversarios y que al menos, se respeten las cifras redondas tradicionales de aniversarios.
Desde siempre, la celebración de un aniversario se había convertido en una ocasión única que servía como nexo de unión para agrupar a los hermanos de todos los tiempos en torno a una ilusión colectiva que provocaba un realce de la hermandad en cuestión. En los tiempos actuales, me da a mí que algunas efemérides se han convertido en una mera excusa para realizar una procesión por determinadas calles de la ciudad, donde realmente se luzca el paso procesional y el titular conmemorado. Todo ello con unas condiciones cómodas que no encorseten a la hermandad en las rigideces e incomodidades propias de la Semana Santa. Eso sí, todo ello, adornado con un programa de actos que enmascaran el fin pretendido y único de la salida extraordinaria.
Lo malo de todo esto es que ante la avalancha de aniversarios y por repetir lo extraordinario, se acabe convirtiendo en ordinario e incluso en muy ordinario. Al igual que ocurre, desde mi humilde opinión, con la dedicación de calles de la ciudad a titulares de hermandades e incluso, últimamente con la concesión de medallas de la ciudad otorgadas por el Ayuntamiento.
Además nos encontramos con una saturación de actos culturales programados por las hermandades solapándose unos a otros y con un calendario de salidas acordado sin destacar la importancia real de cada efeméride. De este modo se muestran en igualdad de condiciones la celebración de los 450 años de Soledad de María en el Santo Entierro, que los 25 años de la Virgen de la Concepción de la Misericordia. Lo único que importa es conseguir ser los primeros en llegar para fijar la fecha deseada en el calendario.
Creo que este mal proceder provocará que algunas efemérides pasen de puntillas por el calendario programado porque, a mi entender, les falta una base histórica sólida que sustente la realidad programada. A no ser que solo se pretenda otra cosa ya descrita anteriormente y entonces resultará un rotundo éxito. Aunque eso sí, sin involucración activa de sus hermanos. Bastaría con tres cuadrillas aportadas por la costalería actual.
Pero estas cuestiones que he destacado no pueden empañar la verdadera impronta de celebración de algunos de los aniversarios verdaderos, como el 250 aniversario de la incorporación de María Santísima de los Dolores a la Hermandad de la Merced, que pudimos empezar a disfrutar durante el pasado fin de semana, donde el buen gusto se hizo presente en cada uno de los actos organizados por la más que bicentenaria hermandad.
El traslado de la imagen dolorosa de la cofradía a la Iglesia de San Pedro supuso una vuelta a los orígenes cofrades onubenses, presentando estampas de antaño cuando la parroquia mayor centraba la atención de los actos eclesiales más importantes de la ciudad.
La hermandad mercedaria tuvo la grandeza de visitar a la Virgen de la Soledad en su ermita, que cumple otro de los aniversarios históricos más importantes de la ciudad. De este modo la Virgen servita se encaminaba por la Plaza de San Pedro, donde la esperaba san Manuel González, que parecía bajar de la iglesia, tras rezar ante el sagrario de los sagrarios onubenses. Y desde allí, el arcipreste de Huelva, tan devoto de la Virgen de los Dolores de la Merced, hermano honorario de la Hermandad, nos recordaba a todos cómo pidió que esa misma imagen dolorosa presidiera la primera eucaristía, que ya como obispo, celebrara en la Iglesia de la Merced. Y cómo por esas mismas calles, junto a don Antonio Mora Claros, don Juan Cádiz y don Manuel Siurot, presidían la cofradía del Santo Entierro delante del paso de la Virgen de la Soledad, porque no en todas las ocasiones, ni en todas las cofradías se ha tenido a un santo presidiendo la misma. Y es que más de 450 años de historia dan para mucho más que una salida extraordinaria.
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