El trimestre no podía cerrarse sin un clásico en los últimos plenos, en los que Vox se ha desmarcado de la Corporación, rompiendo el consenso habitual para la aprobación de declaraciones institucionales que sólo son posibles con la unanimidad del Pleno.

Esta posición ha alineado al resto de grupos en frente, algunos con más beligerancia que otros; también con más enfado, justificaban, porque siempre se da en los casos que abordan temas sociales “relacionados con la igualdad, las libertades y los derechos”.

La fricción, anteriormente, se dio con el colectivo LGTBI y con la condena a la violencia contra la mujer. Esta vez ha sido con los migrantes, tanto los que llegan a España como los que se marchan al extranjero en busca de oportunidades. Y brotaron las acusaciones de xenofobia por esos planteamientos que vinculan delincuencia e inmigración, por culpabilizar a los menores, como recordó la viceportavoz de Cs, Noelia Álvarez: “Un inmigrante es una persona. Un mena es un niño”.

El portavoz de Vox, Wenceslao Font, había rechazado antes los calificativos de xenófobos e intolerantes y reclamó una inmigración “legal, posible e integrada”. Incluso contó cómo una pareja de inmigrantes en Huelva le pidió en septiembre que fuera padrino de su hijo, anécdota personal que tuvo su respuesta contundente del propio alcalde al final de los turnos de intervenciones: “Me recuerda a la película Plácido y a lo de siente a un pobre en su mesa por decir que tuvo la condescendencia de ser padrino”.

Gabriel Cruz consideró su discurso vacío y la posibilidad de haber incorporado alguna enmienda de adición para sacar adelante la declaración. “No tiene justificación, es un posicionamiento político explícito”, concluyó el alcalde.