La luz y sombra del mercadillo
La accesibilidad de los aparcamientos, la nueva localización y las consecuencias de las lluvias centran el debate entre los clientes habituales y los vendedores

Huelva/Andar como si fuera el desierto y relamerse los labios en busca de una hidratación que se antoja necesaria ante el agobiante calor, son hechos que requieren de un oasis para poder seguir siendo persona. Es la sensación que mostraban muchos de los rostros que se acercaban hasta el mercadillo habitual de los viernes.
Dicen que el vaso según lo mires puede estar medio lleno o medio vacío. Y para gustos los colores fueron las distintas opiniones vertidas por los vendedores y usuarios sobre los primeros meses de la nueva localización del rastro onubense desde finales de enero. Diversidad de ventajas y desventajas que no terminan de ahondar y reforzarse en una de las particularidades más personales de una ciudad como es el mercadillo.
"Cuando estaba en el barrio de La Orden estaba mejor organizado", explica Cristina Ortiz, quien salía en ese momento de hacer sus compras en el rastro. La clienta sumó a las desventajas de la dispersión de los puestos que el aparcamiento hay que pagarlo "por narices" y si llueve "esto es barro", comenta Ortiz. En contraposición a la dispersión de los puestos, para otros usuarios esta circunstancia supone la ausencia de aglomeración, ya que "las calles son mucho más amplias". Entre tanto, una mujer de Mazagón que iba por primera vez daba el visto bueno al "nuevo" mercadillo aunque "para la gente de Huelva lo veo desplazado".
La distancia con la vida urbana de la ciudad fue una constante en las quejas. "Nos parece fatal", cuentan con decisión cuatro mujeres que se consideran antiguas asiduas al rastro. Y es que en La Orden "íbamos todas la semanas, además de que estaba al lado del Mercadona y también se acercaban familiares de enfermos que estaban en el Juan Ramón Jiménez". La indignación de las clientas era tal que parecía que al mismo mercadillo le hubiesen quitado la vida. Toda la conversación se fraguó mientras esperaban a que el autobús las llevase de vuelta y que "por cierto, tiene muy mala combinación". Ahora es necesario coger dos veces el transporte y público y algunas personas argumentan que tardan una hora en ir y otra para volver. En resumidas cuentas, "nadie está conforme y hasta los vendedores se quieren ir", finalizan tajantemente.
El recinto ferial está ausente de casetas, atracciones y música; y la sinfonía de los viernes de cada semana se resume en las peculiaridades propias de la venta en torno a eslóganes que se repiten constantemente. "Braguitas a euro y tres euros Mari", "Todo de primera marca. Por favor, aunque no lo compres miradlo. La marca es la marca", "Dos juegos de cama por 15 euros, venga meted la mano ¡Oiga!". La verdadera esencia de los mercadillos sigue ahí, en los vendedores. Luchadores incansables, haga frío o calor. Vendedores del pueblo con parte de clientela fija que hasta los llaman por teléfono para ver su nueva localización en un rastro con forma de "U".
Para muchos comerciantes la nueva localización es buena y ahora más "porque han abierto los accesos de aparcamiento". Aun así deberían "hacer una accesibilidad más completa", ya que sólo se puede entrar con vehículo privado a través de una zona, un hecho que deja mucho espacio vacío que se podría aprovechar. "Este sitio es bueno, pero no es coherente aparcar a un kilómetro y medio cuando esto está vacío", explica una vendedora.
La extensa longitud del rastro provoca que muchos puestos estén vacíos mientras que otros muy llenos. Una razón es la única entrada de vehículos y que provoca que "si alguien se compra alguna tela en algún puesto de los primeros, cuando llegue aquí no va a comprar nada", comenta un comerciante del gremio textil.
"Las ventas han bajado", explica Juan de la Cruz en su puesto de ropa para niños. Además, si llueve y se cae una prenda "la perdemos". Con todo, "aquí no hay ni un bar, ni farmacia... Está muy retirado y no hay nada positivo". Por otro lado, "la gente se queja del aparcamiento pero yo personalmente no tengo ningún problema", explica otro vendedor.
El Defensor del Pueblo ha sido receptor de las peticiones de los vendedores para poder arreglar situaciones como la del estacionamiento. El descontrol en torno a la entrada de los vehículos es un poco desconcertante, puesto que la única entrada al recinto se sitúa en la carretera de atrás, en la que no se visualiza señalización de entrada y salida y la confusión con la entrada principal es constante. Por un lado porque la comodidad es plena al acceder por la vía principal, así como que esa entrada está restringida únicamente al transporte público. La seguridad policial guarda las puertas para mantener el orden establecido. Y ahí se desarrolla una de las claves que según la opinión de numerosos clientes y vendedores puede suponer un empujón al mercadillo. Devolverle su vida y hábitat natural.
En el puesto de bocadillos y hamburguesas sí que están satisfechos con la selección de la nueva localización del rastro. "Hay que esperar que la gente se ubique", cuenta uno de los trabajadores, pero por lo demás "está muy bien, además de que hay parada de taxis y autobuses".
Uno de los taxistas estacionados en el acceso principal, Isidoro Romero, afirmaba que "aquí se está mucho mejor", ya que "hay más espacio y clientela por estar más alejados de la ciudad". Por otro lado, las colas para subirse a un autobús eran continuas, aunque también eran muchos los que regresaban a sus domicilios a pie a pesar de ir cargados con varias bolsas tras las compras realizadas en el mercadillo.
Y así se desarrolla un viernes en el recinto ferial. En la cuna del pueblo que no es otra que el mercadillo. Sin presenciar una opinión mayoritaria de la localización, ventajas y desventajas, nunca es tarde para la organización por el bien de todos. Y de Huelva.
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