Un leal guía en la 'oscuridad'

Marcan un antes y un después en la vida de los invidentes. Los perros guías aportan confianza y autonomía a las personas ciegas. Llegan a conformar una sólida unidad, de manera que para los invidentes los ojos del animal "son como si fueran nuestros ojos", comenta Francisco Redondo, que desde hace ocho años cuenta con uno de los perros guías de la Fundación Once, un labrador de color negro que responde al nombre de Roque, "no son de nuestra propiedad los tenemos en usufructo".

Nueve invidentes de la provincia onubense tienen perro guía. Los canes deben tener unas características acordes a la persona a la que se les va a adjudicar. El proceso de selección del animal "es largo", señala Redondo, que explica que "te lo dan cuando tiene entre 18 y 24 meses y han pasado por distintas fases".

Desde la primera semana de existencia del perro se le hacen test para comprobar que es noble, dócil y tranquilo. Se suele optar por los labradores y los pastores alemanes. No todos los perros de la camada son válidos. Se seleccionan aquellos que "son dóciles y versátiles" y se les entregan a familias madrileñas que se encargan de socializarlos, siempre con supervisión de la Once. Cuando pasa el periodo de socialización se vuelve a realizar una selección, donde se analizan los rasgos de su carácter y posteriormente se procede a su adiestramiento. Todos estos perros están castrados.

Asimismo, también se le hacen estudios a los solicitantes de perros para ver sus necesidades. Se analiza la fuerza de las manos, las lumbares, el paso, su personalidad, así como sus condiciones socioeconómicas y familiares, para que el perfil del demandante coincida con el del perro, "hay que encontrar el adecuado para las características de cada persona". Desde que se solicita hasta que se entrega uno de estos canes pueden transcurrir unos tres años.

Los solicitantes pasan alrededor de 21 días en la escuela de perros-guías para adaptarse al animal. Primero permanecen unos días dentro del edificio para que el can les conozca. Hacen trayectos cortos dentro de las mismas instalaciones y luego salen a la calle, donde realizan diferentes recorridos e incluso cogen distintos medios de transportes. Posteriormente el monitor se traslada con ellos al domicilio familiar y se le enseña al animal el recorrido habitual.

Redondo apunta que "adiestrar un perro a las características de Francisco González es impresionante". González lo tiene desde el 11 de junio de 2007. Es un labrador color crema llamado Dulky. Hasta los 30 años González veía con normalidad, pero fue perdiendo la visión y "desde hace cuatro años no veo nada, antes veía un poco para defenderme". Fue hace cuatro años cuando solicitó uno de estos canes "y cuando me llamaron de la escuela de perros guías no me lo creía". Subraya que el animal "se adaptó estupendamente a la casa". Indica que estuvo dieciocho días en Madrid, los cuatro primeros, sin salir de la escuela. "Iba del comedor a la habitación y al cuarto día me dieron el arnés y salimos por Madrid, fuimos por un lugar estrecho rodeado de obras y no noté nada". Ya en Huelva, González y su señora acompañados de Dulky realizaron su camino habitual. Al día siguiente lo hizo solo con el perro, y éste lo realizó perfectamente "y eso que hay que cruzar varias calles".

Destaca que el perro le ha cambiado la vida, "me ha aportado una autonomía muy grande, con el bastón vas dando tumbos y hay veces que me caía de la acera". Ahora va con el perro a todos los lados. Redondo coincide con González, "te sientes más seguro, con el bastón hay que buscar puntos de referencia, hay que buscar el bordillo e ir rastreando para encontrar el semáforo y si hay obras en la calle te tienes que chocar con ellas para saber que están ahí". Aparte con el perro "se puede andar más rápido".