Diego Ventura también tiene una ría...

FERIA DE COLOMBINAS

El centauro de la Puebla del Río, que mezcló magisterio y sentido del espectáculo, salió a hombros en compañía de Andrés Romero en una tarde lastrada por el mal juego del ganado

Daniel Luque reivindica sus galones

David de Miranda culmina su pleno colombino

Diego Ventura y Andrés Romero abrieron la puerta grande en el triunfal cierre de las Colombinas. / Alberto Domínguez
Álvaro Rodríguez del Moral

03 de agosto 2025 - 23:06

Han pasado 533 años justos desde que aquellas dos carabelas y la nao capitana pasaron la Punta del Sebo camino de lo desconocido. Es el día grande de las fiestas colombinas, remate de un intenso ciclo festivo que, en clave estrictamente taurina, arroja un balance triunfal, a veces triunfalista, que coloca a David de Miranda como ídolo indiscutible de la afición choquera y a Daniel Luque, el tapado de la feria, como autor de la faena más trascedente. El gordo de la lotería -llámese el milagro morantista- cayó esta vez lejos del coso de La Vega Larga que, en cualquier caso, ha certificado el hambre de fiesta y toros de un público amable que ha registrado dos llenos históricos. Pero aún quedaba un capítulo sin el que no se pueden entender las Colombinas... Con la jornada dominical llegaba el plato ecuestre, imprescindible en el gusto de una afición que conoce, valora y ama el caballo.

Abría plaza un jinete veterano como Sergio Galán, que sorteó un primero desentendido que sólo rompió a embestir al sentir el rejón de castigo. El jinete de Cuenca se iba a ceñir clavando banderillas, buscando la reunión que el toro de Bohórquez -que se movía a arreones- no propiciaba. El bicho, sin ritmo ni clase, llegó a tocar la montura en un par de ocasiones en el afán de llegar y clavar. La cosa iba a enfangarse por completo con el rejón de muerte y el descabello. El cuarto no mejoró las perspectivas. Fue un bicho acobardado, un auténtico buey de carreta que iba a aguar el esfuerzo del rejoneador manchego que tampoco anduvo demasiado afinado ni con los palos ni con los hierros de matar.

La estrella indiscutible del cartel era Diego Ventura que se enfrentó en primer lugar a un ejemplar remiso y emplazado que le hizo torcer el gesto. Tuvo que dejarlo llegar mucho a la grupa, encelarlo a dos pistas por los adentros para montar un auténtico alboroto al que siguió un palo ceñidísimo. La virtud de la faena estaba siendo ir a más, mezclando pureza, alarde y sentido del espectáculo, buscando siempre la reunión con el animal. Prescindió de la cabezada para clavar otra banderilla cuando el lío ya estaba formado. El ritmo siguió con las cortas, clavadas al violín. El rejón de muerte cayó atravesado y el centauro cigarrero tuvo que descabellar cortando una merecida oreja.

La salida del quinto iba a estar acompañada del cante de un espontáneo desde la meseta de toriles. Ventura lo enceló a la grupa y brindó al cantante. La cosa no terminaba de calentarse en las batidas para clavar las banderillas. Al toro le faltaba un tranco para culminar el embroque y marcó querencias fuertes a las tablas enseñando su mansedumbre. Ventura resolvió el bajón clavando de poder a poder, en corto y en los medios. Le echó pasión, alardes de doma y verdadero toreo a caballo para poner la plaza al rojo vivo en todos los terrenos inventándose un toro que no existía; poniendo lo que no le daba el animal. Las cortas cayeron en carrusel y al violín con la propina de tres rosas. El rejonazo, a la segunda, fue fulminante. Cayeron las orejas. Había abierto la puerta grande.

Andrés Romero jugaba en casa. La guayabera blanca tenía inconfundible sabor a Huelva. Pechó con un tercero de fea fachada que, siguiendo el tono de todo el encierro, iba a mostrarse manso y remiso de salida. El jinete de Escacena del Campo fue enfibrándose, ciñéndose palo a palo en una entregada labor que tuvo su punto culminante en dos banderillas batiendo al pitón contrario. Terminó de animar el cotarro con la cortas pero, ay, lo iba a enfriar con los aceros.

Recibió al sexto a portagayola, intentando encelarlo con el marsellés. El toro, tan desentendido como la mayor parte del encierro, deslució la suerte. Romero, inasequible al desaliento, se empleó en una monta apasionada y vibrante, calentando el cotarro con espectaculares batidas al pitón contrario en los medios. La cosa siguió subiendo de decibelios y se remató con el acero para cerrar las Colombinas en triunfo. Antes de dar la vuelta al ruedo le cortó la crin al caballo Guajiro simbolizando su retirada de los ruedos.

FICHA DEL FESTEJO

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de Fermín Bohórquez, excesivamente despuntados. Resultó reservón y deslucido el primero; desentendido el segundo; mansito el tercero; un mulo el cuarto; deslucidos el quinto y el sexto.

REJONEADORES: Sergio Galán, silencio y ovación; Diego Ventura, oreja y dos orejas. Andrés Romero, ovación y dos orejas.

INCIDENCIAS: La plaza registró más de tres cuartos de entrada en tarde de agradable temperatura.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último