Juan Villa. Escritor. Coautor del libro ‘el rocío antes del alba’

“Tenemos que definir qué queremos que sea la aldea”

  • El autor rescata, junto a José María Martín Boixo, por primera vez la historia de la aldea almonteña y sus habitantes, que tuvo su momento crucial en la creación de la carretera A483

Juan Villa ha escrito, junto con Martín Boixo, 'El Rocío antes del alba'.

Juan Villa ha escrito, junto con Martín Boixo, 'El Rocío antes del alba'.

Hay lugares que preceden al mismo tiempo. Que parecen haber estado siempre en el mismo sitio. Eso pasa, por ejemplo, si uno piensa en El Rocío. Puede que se trate del genius loci, como dice el protagonista de esta entrevista: una especie de halo protector que hace del lugar un sitio mágico, único. Puede que sea eso lo que ha estado siempre allí, donde ahora está la aldea, pero la realidad es que el resto, la ermita, las casas, las personas… son algo muy reciente, prácticamente nuevo, en un lugar que ha sido durante siglos un cruce de caminos, inhabitado, casi inhóspito, por el que sin embargo han pasado poblaciones nómadas de todas las civilizaciones que pisaron alguna vez aquellas tierras. Sus orígenes son difusos, y frustrados fueron los variados intentos por poblar lo que hoy conocemos como aldea de El Rocío hasta que empezó a ser algo parecido a lo que es hoy, allá por principios del siglo XIX. Juan Villa y José María Martín Boixo dan en El Rocío antes del alba (editorial Niebla) un paseo desde esos orígenes hasta su historia más reciente, contada por quienes la han conocido en primera persona: sus habitantes, los que vivieron allí su día a día a lo largo de la primera mitad del siglo XX y recibieron con asombro la gran explosión que supuso la llegada de la carretera A483 para unir la aldea con Almonte, Matalascañas y el resto del mundo. En esta entrevista, Villa repasa todo ese pasado, se detiene en la gente que ha hecho posible su presente y echa un vistazo al futuro con un aviso: cuidado con que El Rocío no termine desnaturalizándose.

-Parece que El Rocío ha estado allí siempre, pero en realidad tiene muy poquito tiempo…

-La aldea de El Rocío como enclave ocupado por una comunidad es efectivamente muy reciente. De manera aproximada, se podría decir que empieza a tomar forma en el primer tercio del siglo XIX. En 1850 se nombra el primer alcalde pedáneo que llevará por título  “Alcalde del barrio del Rocío”. Con las desamortizaciones varias familias ricas de Almonte adquieren los terrenos circundantes a la aldea y empiezan a explotarlo, sobre todo con ganado -yeguas, vacas y cerdos- y eso genera los primeros asentamientos permanentes, aunque también se desarrolló por los mismos días una incipiente agricultura, sobre todo de huertos y cereales. A lo largo de ese siglo y el XX  irá naciendo su urbanismo a partir de la ermita y de El Real. Probablemente es El Acebuchal el lugar en el que ese grupo de habitantes permanentes se fue asentando ya que El Real lo ocupaban casas de hermandades y de gente acomodada de la zona que venían básicamente a la Romería o a pasar alguna temporada más o menos larga.

-En el libro recogen cómo lo que ahora es la aldea fue zona de paso, cruce de caminos, desde la prehistoria. Y sin embargo hasta hace un siglo nadie se asentó allí. ¿Por qué?

-Las noticias más antiguas que se tienen del lugar nos hablan siempre de un cruce de caminos, de un lugar de paso. Hay varios intentos a lo largo de la Historia de  asentar gente en allí. En 1772 se empieza a celebrar la Feria del Rocío, una vez al año y durante cuatro días se monta  un mercado al pie de la ermita, en El Real. Esta experiencia, promovida por los duques de Medina Sidonia, va a durar poco. En 1789 nace la llamada Nueva Población del Rocío, un experimento propio de la época de la Ilustración, promovida también por los duques y el concejo de Almonte. Se asienta junto al casco de la aldea actual, a unos setecientos metros de la ermita,   una serie de familias de Bollullos del Condado para labrar las tierras colindantes, será una experiencia llena de conflictos, sobre todo con los ganaderos, que tampoco prosperará.   La razón fundamental es sin duda la insalubridad del lugar: las enfermedades, la pobreza del suelo, la falta de vías de comunicación…en fin, un lugar perdido de la mano de Dios.

-¿Cómo se imagina que era en la antigüedad lo que ahora es El Rocío?

-En época romana era la orilla de un lago, el lago Ligustino. Igualmente en época tartesia y fenicia de las que se han encontrado restos en la zona. De todas maneras sería un lugar bastante solitario azotado por cambios brucos, subidas y bajadas del mar, tsunamis…que harían la vida muy dura. 

-Y con una ermita ya en la Edad Media. Allí siempre ha habido ‘algo’, ¿no?

-La ermita data de los últimos años del siglo XIII y es sin duda el hito fundamental del lugar a lo largo de centurias. Qué pudo haber antes, no existen datos, pero las características físicas del lugar llevan a pensar que en efecto algo podría haber habido tanto en época musulmana como épocas anteriores. Es un lugar que tiene mucho de mágico ya que se consideran mágicos aquellos  lugares en los que confluyen una larga historia, leyendas múltiples y un símbolo sustanciado en este caso en la ermita y en la imagen la Virgen. Siempre tuvo el lugar, y sigue teniendo, lo que los romanos llamaban genius loci, el espíritu protector del lugar, un algo que atrae, que, como decimos, lo hace mágico.     

-¿Quiénes empezaron a asentarse en la aldea? ¿Qué tipo de personas vivían allí?

-Gente con pocos o ningún medio que vivía diseminada por la zona, dedicada básicamente a la ganadería, a la caza y a la pesca y a toda forma de depredación. Los que llagaban hasta allí era gente sin lugar en el mundo, una amalgama que a lo largo de algo más de cien años fue creando las bases de lo que la aldea iba a ser a partir de mediados del siglo XX.

-Hay una evolución muy lenta, a paso muy corto, desde que se constituye como población. Y de repente llega la carretera…

-El propio título del libro alude a ese fenómeno, el alba sería una metáfora de la carretera. La carretera, como el ferrocarril en el lejano Oeste americano, revolucionó el lugar, dio paso a una nueva realidad que es la que hoy conocemos.

-¿Entones El Rocío que conocemos nació con la carretera?

-Con la carretera como expresión de los nuevos tiempos. España al fin de la Autarquía, en los primeros cincuenta, se empieza a desperezar, se producen fuertes cambios en la sociedad, grandes novedades, una de ellas es el turismo y todo lo que conlleva, no olvidemos que esa carretera llega al mar, a Matalascañas, la idea inicial es la promoción en paralelo de la Romería y de la costa. 

-¿Y la Romería? ¿También es lo que es hoy gracias a la carretera?

-La Romería tuvo un impulso importante con la Coronación en el año 1919 y se definieron muchos de los perfiles con los que hoy la conocemos; toda la manzana de la ermita pasó de estar compuesta de chozas a estarlo de casas, pero la masificación es sin duda hija de la carretera y, como ya se dijo, de los tiempos, del progreso y de una movilidad unos años antes impensable.

-El libro cuenta la historia de la aldea, pero una gran parte de la obra habla realmente de su gente… ¿Era ese el objetivo, hablar de la gente de El Rocío?

-Efectivamente. De la Romería del Rocío existe una amplísima bibliografía, de la gente de la aldea nunca se escribió nada. La razón fundamental que nos movió a José María y a mí fue rescatar del olvido a esa gente, que ese mundo que ya está prácticamente perdido no se pierda del todo. El libro no es más que el intento de darles voz y de esas voces está formado; no es más que el producto de una serie de entrevistas a hombres y mujeres  entre los ochenta y los cien años que se criaron en unas formas de vida a las que hoy somos completamente ajenos pero que son la base sobre la que se ha construido la aldea actual y es necesario conocer la raíces. Posiblemente lo más interesante del libro sean las  entrevistas a cinco mujeres y cinco hombres con las que se cierra.

José María Martín Boixo. José María Martín Boixo.

José María Martín Boixo.

Martín Boixo, coautor

-La ayuda de José María Martín Boixo ha debido ser esencial en esta ‘recopilación’.

-José María nació en la aldea y, quitando sus años de formación en Huelva, ha vivido allí prácticamente toda su vida, esto hace que conozca a su gente como nadie. Por mi parte, desde niño veraneé en la aldea, que es otra manera de conocerla. De esa doble perspectiva nace el libro, perspectivas que son perfectamente complementarias: la aldea mirada desde dentro y desde fuera.

-El presente ya lo conocemos y el pasado ahora también, pero… ¿cómo veis el futuro de la aldea?

-La vida en la aldea se va complicando cada vez más; si durante la semana aquello es una especie de paraíso de paz y tranquilidad, los fines de semana se convierte en una jungla, en una jungla cada vez más enmarañada. Es un reto para los políticos, que son los que tienen el poder y la responsabilidad, pero también para sus propios habitantes; definir qué queremos que sea esa aldea en la que se cruzan tantos intereses y que puede morir de tanto éxito si no se anda con cordura. José María vive en El Rocío y yo paso allí los fines de semana y largas temporadas, estamos viendo cómo el desajuste se va acelerando y sin acertarse a ver hacia dónde se dirige, en qué puede terminar esta deriva. Hace veinticinco o treinta años  escribí -creo que en este mismo periódico- un artículo sobre la aldea que titulaba Campo de Agramente, expresión cervantina que viene a significar desorden, discordias…En él me lamentaba de esa deriva, una deriva que aún no ha parado ni parece tener visos de parar si alguien no lo remedia y que podría llegar a desnaturalizar completamente el lugar.

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