Huelva

El estado de conservación de la antigua Renfe estaba catalogado como “mejorable”

  • El inmueble fue recogido en 2016 en el Catálogo de Bienes Culturales del Municipio, pero no tiene clasificación autonómica

La antigua estación de trenes de la capital onubense.

La antigua estación de trenes de la capital onubense. / Josué Correa (Huelva)

La antigua estación de Renfe, que salió ardiendo en la madrugada de este miércoles, estaba recogida en el Catálogo General de Bienes Culturales del Municipio de Huelva por el Ayuntamiento de la capital con un estado de conservación “mejorable”. Así lo determinaron los técnicos que emitieron el documento publicado en octubre de 2016, cuando aún estaba en funcionamiento. Sin embargo, la edificación no cuenta con clasificación a nivel autonómico, al no estar incluida en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz y, hasta el momento, tampoco está considerada Bien de Interés Cultural (BIC).

En cuanto a su titularidad, esta sigue perteneciendo a Adif, al estar pendiente su toma de posesión por parte del Ayuntamiento de un importe que este debe abonar a la entidad pública empresarial adscrita al Ministerio de Transportes. 

Por su parte, la clasificación municipal del inmueble dentro del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) le otorga a la estación el rango de “protección integral no monumental” (P1.NM), la categoría con máximo nivel de protección en este catálogo. Según indica el PGOU, esto se traduce en que el edificio “no pueda ser objeto de demolición” y, en los casos de ruina por efectos físicos -véase el reciente incendio-, “la edificación sustitutoria será de idéntica estructura y forma de la destruida”. Además, tampoco se permite la ampliación ni en altura ni en ocupación de este tipo de inmuebles y las actuaciones de reforma o mantenimiento deben tener en cuenta los materiales usados originariamente, “no permitiéndose la incorporación de otros”. 

Asimismo, la protección integral no monumental de la estación también implica la “conservación de su configuración arquitectónica interior y elementos constructivos tradicionales”, así como la de “su configuración arquitectónica exterior”.  

Con el contexto actual y el techo de la estación completamente derruido, desde el Colegio de Arquitectos de Huelva (COAH) aseguran que "si el inmueble no es estable por sí solo”, lo principal en estos momentos es “asegurar la estabilidad mediante andamiaje o una estructura auxiliar”, como se encuentran actualmente el edificio del Banco de España o el antiguo mercado ubicado en las Colonias. 

Así, a nivel técnico, lo primordial tras el incendio es “evaluar en qué estado se ha quedado y, tras el estudio, analizar si se puede proteger sin peligro de ruina para consolidarlo estructuralmente con la misma identidad” que tenía, tal y como detallan desde la entidad.

No obstante, en el COAH advierten que “un edificio en desuso está destinado a morir”, pues carece de mantenimiento. “Los tiempos -con este inmueble, catalogado en 2016 por el Ayuntamiento- no se han controlado, pero tampoco es que no se haya hecho nada”, reconocen, aunque “con un edificio como este hay que preocuparse mucho”. 

La primera estación de la capital

La conocida como Estación de Sevilla, inaugurada en marzo de 1880, constituye el ejemplo más destacado de arquitectura neomudéjar en la capital. De propiedad pública, categoría urbana y calificación dotacional, el inmueble fue promovido por Guillermo Sundheim en 1875 y atribuido a los ingenieros Jaime Font y Escolá -que diseñó el trazado de las líneas-  y Pedro Soto -que tomó la dirección de las obras en 1880 tras la muerte de Font-. Asimismo, su construcción, de la que se encargó la sociedad Sundheim y Doetch, contó con la colaboración de varios arquitectos de la escuela neomudéjar madrileña. 

Según la Guía de Arquitectura de Huelva, esta estación fue el primer complejo ferroviario del país levantado completamente con capital privado. Por aquel entonces, su ubicación -en la actual avenida Italia- la situaba en la periferia de la ciudad. Su construcción requirió actuaciones urbanísticas concretas y la implantación de servicios anexos, dando lugar a la posterior ordenación y saneamiento del entorno.

A nivel arquitectónico, la historiadora del arte onubense María Asunción Díaz Zamorano, autora de Huelva, la construcción de una ciudad (1999) -que recibió con esta publicación el Premio Diego Díaz Hierro de Investigación-, relata en su obra que “la naturaleza salina y pantanosa” del terreno en el que se levantó esta estación “no permitía la disposición habitual de su planta en forma de U, ni la consecuente cubierta de los andenes”, imponiendo a su vez una distribución “descentralizada” de los servicios de mercancías y pasajeros a lo largo de las vías.

En cuanto a los materiales, Zamorano prosigue destacando el uso “exclusivo” del ladrillo, que conforma una fachada de carácter neomudéjar característica de la compañía propietaria de la línea en “todos los lugares donde levanta sus estaciones”. Este espacio se convirtió en aquel momento en una “puerta de entrada de una ciudad obsesionada por ofrecer una inequívoca imagen de modernidad, en clara armonía con el progreso industrial alcanzado”, según la autora. 

La historiadora del arte también hace alusión en esta obra a un “aceptable estado de conservación” aunque “con escasos cambios respecto a su originaria factura”. De entre las intervenciones realizadas durante el pasado siglo, Zamorano destaca la llevada a cabo en 1919, consistente en la reparación de cubiertas y fachadas y en la remodelación de la planta baja, “con el el objeto de ofrecer al viajero un amplio abanico de comodidades y servicios”. 

El primer trayecto que ofreció la estación tras su inauguración fue el de Huelva-Sevilla, para posteriormente en 1886 incluir el de Huelva-Valdelamusa y en 1889 el de Huelva-Zafra. En 1941, con la nacionalización de los ferrocarriles de ancho ibérico, el edificio se integró en la red de RENFE.

Posteriormente, las remodelaciones de esta zona de la ciudad provocaron la pérdida de funcionalidad de la estación, al edificarse una nueva en la zona del Matadero. Su cierre definitivo tuvo lugar el 22 de abril de 2019. Hoy, algo más de dos años después, el inmueble, que salta a la actualidad por un desafortunado incendio, sigue sin tener un uso determinado. 

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