El agua fresca de un buen botijo
Huelva de ayer a hoy
Lo más tradicional. Todavía se ven en algunas ventanas de casas o en las barras de los bares un buen botijo con agua fresca, una forma de pasar estos días agotadores de tantísima calor
Hay cosas que no fallan nunca. El agua fresca en un buen botijo se contiene.
Los remedios a este tiempo en el que el calor nos agobia. Es una oportunidad de tirar de la sabiduría popular. De cuando la luz no existía o era un lujo en las casas. De aquellas neveras que no frigoríficos.
Así que los recursos estaban ahí, en el barro, los cántaros o jarras que servían para comerciar productos de nuestra tierra con otros puntos del imperio romano.
El agua fresca que corre por manantiales, por las filtraciones arcillosas de los cabezos.
Contener el agua en un recipiente manejable, de litro y medio. El barro la mantiene fresca. Solo hace falta que se coloque en un lugar aireado, de buena sombra, en un patio o en la ventana de la casa.
Llegar a casa y levantar el botijo con agua fresca es todo un ritual del verano.
Ver un botijo en una casa es todo un arte, dignidad de tradición y sabiduría popular.
El buen botijo que se precie debe estar bien ‘endulzado’ previamente con un poco de aguardiente para quitarle el sabor a barro. Que el agua corra fresca en nuestra boca. Hay quien gusta dejar siempre ese pequeño chorrito de aguardiente antes de reponer el agua al botijo y darle siempre sabor a ‘manguara’.
Las costumbres también se van perdiendo frente a la comodidad de un frigorífico que tiene incorporado un depósito de agua fresca, o las bolsas de hielo del supermercado por un euro que te llena un buen vaso de agua fresca.
Pero para cuando la luz se pone por las nubes hay remedios para competir como el botijo.
Encontramos establecimientos tradicionales de la ciudad que todavía muestran a la venta los botijos, como en la zona del antiguo mercado del Carmen, en el cuchillero Aquilino Vidal. Los rojos, el alto o el chato, 8,90 euros y el alto blanco por 9,90.
La venta de los botijos era anunció del verano, cuando por las calles de la ciudad recorrían aquellos vendedores venidos de otras poblaciones a pregonar que había que comprar este refrescante depósito para el agua.
Eran vendedores muy originales, con su borrico con serones llenos de paja en los que guardaban la mercancía para evitar roturas.
Calle a calle con su pregón de los botijos, tirando de los arreos multicolores del borrico, tan distinto a lo que estábamos acostumbrados en Huelva. Los niños se iban detrás de ellos, daban color a mañanas que sentían calurosas.
Los últimos vendedores en los años del siglo pasado, envolvían aún a la ciudad en algo entrañable pero que inexorablemente tenía que cambiar, dejando para nuestro recuerdo tantas estampas como la de los vendedores de botijos. De aquellos que llevaban también pequeños botijitos con el que nuestras madres contentaban la mirada sorprendida de sus niños al llegar el verano del vendedor de botijos.
Un recuerdo vivo del verano. Aún quedan botijos.
Instrucciones de uso
Los botijos que vienen de Salvatierra de Badajoz traen hasta el modo de empleo para aquellos que se hayan olvidado o se quieran introducir en esto de beber agua fresca de un recipiuente arcilloso. Tienen hasta su codigo QR, así que también se está por modernizar y difundir un buen botijo.
Y ya saben, lo primero y más basico es comprobar que el botijo tiene agua.
Hay que ponerse frente a la abiertura más pequeña, osea el pitorro.
Levantado en posición de 45 grados y no olvidar abrir la boca cuando salga el chorro.
No se permite beber chupando del pitorro y cuidado con la apertura grande no se vacíe el agua encima nuetsra.
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