Historia menuda

Vicisitudes del garbanzo (y II)

Se producen algunas irregularidades de los agricultores y el 24 de junio de 1941 surge una Ley sobre acaparamiento y ocultación de mercancías, en la que se calificaba de delito de rebelión contra la Patria, juzgándose estas faltas por procedimientos sumarísimos por Tribunales Militares en los que se podían aplicar en ciertos casos hasta la última pena.

Recién terminada la guerra civil, 28 de junio de 1939, la Junta local de Abastecimiento inserta en Odiel el modelo de declaración jurada de la cantidad de garbanzos recolectados.

Durante el periodo bélico y los años de posguerra, cada persona tenía asignada una cartilla de racionamiento y una pequeña cantidad de los diversos alimentos (pan, fruta, carne, etc.). El reparto de tales alimentos se realizaba a través del diario Odiel. Veamos, como ejemplo, la citación que se efectuó el 9 de febrero de 1941:

"Tocino y garbanzo. Mañana lunes se procederá al reparto de tocino y garbanzo en la proporción de 150 gramos por persona respectivamente debiendo utilizarse para la compra del tocino el cupón número 6 y el número 7 para el de los garbanzos…".

A lo largo de los años, las cantidades que los detallistas vendían a los ciudadanos de Huelva oscilaban entre los 150 y 250 gramos, dependiendo de que las cosechas fuesen más o menos buenas.

Los detallistas o propietarios de las tiendas de comestibles, tenían prohibido vender cantidad mayor a la estipulada y debían recoger los alimentos en determinados plazos. Así, informaba la prensa local el 28 de enero de 1942 que:

"Garbanzos. El próximo día 29 se podrá efectuar el reparto de garbanzos en la proporción de un cuarto de kilo por persona, contra entrega del cupón número 18.

Los detallistas se atendrán a las disposiciones dictadas con anterioridad, pasándose en la tarde del día 28 por la Oficina del Sindicato Local de Alimentación de 4 a 7 de la tarde".

En 1944, varios agricultores se organizan y fundan para defender mejor sus intereses la Cooperativa del campo Nuestra Señora de la Cinta. El día 7 de julio del citado año, a través de Odiel, comunicaban la siguiente nota:

"… Se pone en conocimiento de aquellos propietarios que hayan de entregar cupo sobrante de garbanzos, la obligación que tienen de hacerlo en los almacenes La Montañesa (Generalísimo Franco, número 5) rogando a los interesados hagan la entrega en las mejores condiciones posibles de limpieza".

La atención a los alimentos por parte de las autoridades franquistas fue total. Así, había que mantener las cosechas de garbanzos y, el 7 de marzo de 1946, les comunicaban a los agricultores lo siguiente:

"Garbanzos para semilla. Aquellos agricultores de esta provincia que hayan de sembrar como mínimo una hectárea de terreno y carezcan de semilla, pueden dirigirse al Sr. ingeniero de la jefatura Agrónoma, en solicitud de la cantidad de semilla que necesiten, indicando cantidad de terreno que hayan de sembrar así como término municipal y lugar en que esté enclavada la finca.

El plazo de solicitud termina el 15 de los corrientes. Huelva a 4 de marzo de 1946. El gobernador Civil, jefe del Servicio".

Hasta el año 1952, en que se proclamó el mercado libre de alimentos, el mercado negro o estraperlo tomó su protagonismo. Así, se proclamaba en el Odiel del 20 de marzo de 1946:

"No descubro nada nuevo al decir que el principal culpable de la escasez de artículos alimenticios es el estraperlista. Esto es una verdad de Perogrullo, sin embargo, hay gentes que creen que si comemos en España, es gracias al desprendimiento y preocupación de los ilustres caballeros del estraperlo. Ellos se han dado trazas de convencer a los tontos -y los tontos abundan siempre- de que su honrada profesión constituye no una lacra sino una necesidad de los tiempos difíciles por que atraviesa el mundo.

¿Cómo comería usted garbanzos si yo no se los proporcionara?, nos dicen.

A nadie se le ocurre contestar: "Si usted no me trajera los garbanzos, el productor se vería en el caso de quemarlos en la chimenea o declararlos como es su obligación…".

No obstante, en mayo y junio de 1951, la escasez se alivió un tanto al adquirir España 35.000 toneladas de garbanzos mejicanos.

En estos años cuarenta, era proverbial que cuando llegaba Lola Flores para actuar en cualquier coliseo de teatro huelvano, parara en la Pensión Vizcaíno, atraída por el buen puchero, con sus correspondientes garbanzos, que le preparaba el titular de la misma.

Y cómo no citar las cuitas de Braulio Lérida. Este popular y prestigioso comerciante, hermano mayor de la Cofradía de la Esperanza, que llamaba cariñosamente al Cristo de la Expiración con la denominación de "mi Cachorrito", agasajaba en su finca de campo a sus hermanos, a sus costaleros, a sus amigos y hasta a toda la cuadrilla de La Macarena, con unos ágapes que él llamaba "garbanzás" a los que unía una actuación musical…

A partir del miércoles 24 de febrero de 1954, comenzó a venderse en los puestos 21 y 22 del Mercado del Carmen, actuando como puestos reguladores, garbanzos secos a 5,25 pesetas kilogramos y garbanzos remojados a 2,75 pesetas kilogramos.

A estas alturas del calendario, marzo de 1954, ya se vendían garbanzos para pienso y en los almacenes de Juan Rebollo, sitos en la calle Valencia, se podían adquirir los kilos que se quisiese.

Finalizando los años cuarenta y durante los cincuenta del siglo pasado, los comedores Virgen de la Cinta, puestos en acción por el venerable Padre Laraña, quitaron mucha hambre. En ellos, los garbanzos se constituían en la estrella de los humildes menús.

A partir de agosto de 1967, irrumpieron en el mercado unos garbanzos de calidad superior y cochura excelente. Los expendía en la calle Duque de la Victoria, Rebollo y Cía., S. R. G y procedían de la finca Peñalosa, propiedad de Miguel Báez Litri.

El autor de la Historia Menuda estaba próximo a publicar en 1997 el libro titulado La dinastía de los Litri, cuando fue invitado por el maestro a pasar un día en su finca.

Gumersindo Salas, siempre amable, lo llevó a la citada finca en la que el gran torero dio pruebas de su hospitalidad y de su dominio culinario y en cuya jornada se habló mucho de las proezas taurómacas de los diversos toreros que han forjado la leyenda de esta saga, la más antigua del mundo. Pues bien, tras los despidos y cuando el coche había emprendido el camino de vuelta a Huelva, las voces de Miguel Báez hicieron que el coche se detuviera al instante: Se le había olvidado darle al historiador el saco de garbanzos que acostumbra a regalarle a todos sus invitados.

En la Posada del Carmen, regentada por Guillermo Jiménez, se vendían garbanzos excelentes. Este aserto quedaba probado con el gran número de sacos cargados de garbanzos que se veían en el establecimiento.

No estaría esta Historia Menuda completa si no incluyéramos al bar El Garbanzo de Oro, que recibió este nombre de un establecimiento de bebidas que se situaba en El Ciruelo. Después, Antonio Robles lo enclavó en las cercanías del C. N. de Prácticas Aneja de la Normal, donde estuvo seis años. Por último, las buenas tapas, el esmerado servicio lo ofrece el citado y buen amigo Antonio en un bar rotulado con el mismo nombre que se sitúa en la Avenida Pío XII.

Los garbanzos hacen acto de presencia en todas las celebraciones huelvanas. Así, la Peña Carnavalera La Noria, la Cruz de la Esperanza, los vecinos de la barriada de La Orden, con motivo del día de Andalucía (en 1999, prepararon más de dos mil platos de garbanzos), el Ayuntamiento de Huelva en diversas celebraciones, ponen la nota hospitalaria ofreciendo "garbanzadas", todas muy bien preparadas por cierto. En la actualidad, a pesar de que el hambre ha dejado de ser la compañera inseparable de los hombres, los garbanzos son el complemento idóneo en numerosos platos, y los "tostados", al igual que ha ocurrido a lo largo de las centenarias celebraciones de las Fiestas Colombinas, Velada y Feria de la Cinta y del Santo Patrón, sigue siendo uno de los bocados preferidos de la gente menuda y no tan menuda. ¡Buen provecho!

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