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Tejiendo sueños en el Distrito VI

  • Un taller de costura de la Asociación Aguaviva sirve de semilla para crear oportunidades de negocio y empleo a los nueve alumnos participantes

Isabel Arteaga, presidenta de Aguaviva, observa el trabajo de una de las alumnas.

Isabel Arteaga, presidenta de Aguaviva, observa el trabajo de una de las alumnas.

En el Distrito VI de Huelva hay poco espacio para los diseños a la última moda y el glamour que, a través de la pequeña pantalla, nos muestran los autodenominados maestros de la costura. A menudo la tele nos dibuja un mundo idealizado, casi paralelo a la realidad, y sobre todo inalcanzable en estos tiempos para esa mayoría de familias que cada mes tienen que hacer encaje de bolillos -nunca mejor dicho- para llegar a final de mes. La crisis de la Covid-19 ha castigado más si cabe a los vecinos de una zona ya de por sí humilde y que está acostumbrada a lidiar con las dificultades de la vida.

Pero rendirse no es costumbre por estos lares. Cada cual busca su manera de sacar la cabeza, en lo económico y en lo anímico, que ante los mazazos de la vida es lo que siempre se queda más tocado. De eso saben mucho en la Asociación Aguaviva, que lleva más de tres décadas trabajando en la zona por la inclusión social, la inserción laboral y la protección social, y prestando especial atención a los jóvenes, luchando contra el abandono escolar temprano y el fracaso escolar, pero también fomentando el ocio y tiempo libre saludable.

Algunas alumnas del taller. Algunas alumnas del taller.

Algunas alumnas del taller.

Con el ánimo de ofrecer una actividad de dinamización, la asociación creó el Taller de Costura de Aguaviva, que contó con donaciones de material y que, fruto de una colaboración entre el Ayuntamiento de Huelva y la Fundación La Caixa, está suministrando mascarillas reutilizables a unos 350 escolares de los colegios 3 de Agosto y Juan Ramón Jiménez.

Lo que probablemente no sabían es que, lo que para algunos podría suponer un simple entretenimiento, aquí se ha convertido en algo mucho más especial. Porque en este taller también se cosen corazones y se tejen sueños. Los de 8 mujeres y un hombre que han encontrado en esta actividad un medio para darle un nuevo sentido a sus vidas. Y no es una exageración.

Depresiones, separaciones, paro de larga duración, exclusión… No hace falta entrar en detalles ni atribuir cada una de ellas a un nombre en concreto. Es la vida misma. Pero han aprendido a zurcir los agujeros del alma en compañía, con la guía de su monitora Sara y del apoyo de Aguaviva, mientras aprendían la técnica o la mejoraban. “Es la mejor terapia que se puede tener contra la depresión o simplemente para encontrar tu momento de relajarte”, asegura una de las alumnas, mientras termina de darle forma al cinturón de un kimono que ella misma ha confeccionado.

El alumnado del taller está viendo en la costura una posible salida laboral. El alumnado del taller está viendo en la costura una posible salida laboral.

El alumnado del taller está viendo en la costura una posible salida laboral.

Entre patrones y telas, la más veterana del grupo muestra al resto sus últimas creaciones. Ha estado hasta las 3 de la madrugada cosiendo en casa ropa para bebés y se presenta a primera hora en el taller. “Eres incombustible”, le dicen, mientras la felicitan por un resultado final digno de cualquier boutique. Pero es que “me encanta y no quería parar. Tenía muchas ganas de que lo vierais terminado”.

El muestrario de prendas es de lo más variado. Bolsos, chaquetas vaqueras customizadas, pantalones, bolsas para la playa, sudaderas y hasta un modelo de falda que, en distintos colores, ha creado furor incluso entre las trabajadoras sociales de Aguaviva. Ahora todas tienen una.

El grupo también ha sido capaz de tejer una sólida red de relaciones entre sus miembros. “El ambiente es inmejorable, se ayudan, saben trabajar en equipo y hay mucha disposición a aprender y a trabajar”, afirma la presidenta de la Aguaviva, Isabel Arteaga.

La subvención para el taller ya ha llegado a su fin. El pasado jueves fue el último día. Los nueve alumnos, la monitora y la propia presidenta lo lamentan. Pero esto no se acaba aquí. Si no hay dinero, habrá que buscar una salida. De momento, y hasta que se pueda volver a poner en marcha, Aguaviva les cederá las instalaciones y la maquinaria para que sigan viniendo. “Sería una pena quedarnos sin esto ahora. Es algo que no nos gustaría dejar de hacer por todo lo bueno que hemos sacado de aquí”, comentan.

Porque, además, han visto la posibilidad de convertir sus habilidades en negocio. De momento, sin grandes pretensiones, solo sacar lo suficiente para seguir comprando material para el taller y confeccionar la ropa. No saben lo que saldrá de aquí, pero hay quien ve claro que la costura podría llegar a convertirse en su modo de vida. “Me encantaría. Me gusta mucho y creo que puede ser una alternativa”, dice una de las alumnas sin levantar la mirada mientras corta una tela. 

Isabel Arteaga lo tiene claro. “El grupo es muy bueno y desde la asociación vamos a acompañarlo para que esto no se pare. Ayudaremos en todo lo posible, incluso en buscar cómo y dónde llegar a comercializar la producción”, indica.

Es viernes y se juega un sorteo especial de la ONCE. Una de ellas lo tiene claro: “Si me toca el cupón, le doy la mitad a Aguaviva y montamos un taller para trabajar. Dame un papel que lo firmamos ahora mismo”. El cupón no tocó, pero ella seguirá viniendo todas las semanas para coser y, entre telas, agujas, hilo y patrones, ir tejiendo los sueños que un taller de costura le ha enseñado a diseñar.   

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