La Placeta vuelve a recuperar un protagonismo histórico, donde el peatón es es primordial. La verdad que cambios drásticos como este en el callejero de la ciudad cuesta al principio entender, cuando todavía se tiene en la cabeza la prioridad de la circulación de vehículos. Le pasó lo mismo a la Gran Vía de Martín Alonso Pinzón. Ahora tras la vuelta del verano y superadas las molestias de las obras, las quejas una detrás de otras, lo cierto es que la ciudad ha ganado, aunque muchos desearía coger el lápiz y dibujar a su gusto árboles, bancos...
Es el momento de reivindicar La Placeta como lugar histórico, punto neurálgico de la ciudad cuando esta busca acercarse a la Ría para la pesca y el comercio marítimo, haciéndolo más fácil desde el siglo XV. En aquella Placeta de los mercaderes, punto de reunión y del trasiego comercial de la ciudad, el peatón era protagonista, entre puestos ambulantes y alguna que otra diligencia o carro del muelle.
Hoy hay que reivindicar La Placeta como punto neurálgico de la ciudad, cuando en verdad se ha convertido en plaza, en lugar de estancia para el peatón que hace suya la ciudad. Aunque a ella confluye un entramado de calles: Plus Ultra, que iba hacia la Calzada de los Marineros hoy de Jesús Nazareno y Marina, la de Gravina, José Nogales o la de las Bocas. Siempre hemos tenido claro que es el punto neurálgico del comercio, el kilómetro cero es La Placeta.
Por eso hoy, antes de que la llenen de mobiliario urbano sin sentido, de caracteres publicitarios, hay que reivindicar el homenaje a este punto de la ciudad que es el único donde no aparece su nombre.
El nomenclator de La Placeta debería estar bien visible, una señal icónica, en un poste a la vista de todos, con la misma elegancia de las farolas fernandinas, que aquí se echan de menos al igual que la veintena de naranjos que se perdieron, lo que se repara ahora con los nuevos árboles.
Su colocación sería un momento propicio para inaugurar todas las obras en el otoño de antesala navideña.
En otro mes de septiembre, pero de hace 140 años el Ayuntamiento reunido en sesión plenaria reclamaba al contratista de las obras en este entorno unos seis mil adoquines para continuar los trabajos ya emprendidos. En aquel momento todo va a cambiar se traslada en 1888 la Cruz de los Ángeles que aquí se encontrana al santuario para dejar más espacio y con el correr de los tiempos, en los setenta los coches lo invaden todo.
¡Hoy todo ha cambiado!
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