Huelva

Policía Local de Huelva: guardianes de la ciudad fantasma por el coronavirus

  • Los agentes municipales velan por que se cumpla el decreto del estado de alarma

  • El 95% de los ciudadanos de la capital respeta las normas

Dispositivo de la Policía Local de Huelva.

Dispositivo de la Policía Local de Huelva. / Alberto Domínguez (Huelva)

Colocarse la mascarilla y enfundarse los guantes para trabajar en la calle no es agradable. Uno tiene que desprenderse de las gafas de ver para que no se las empañe el vaho. Tomar notas con las manos cubiertas de látex y el sudor corriendo entre los dedos es toda una experiencia. Extraña, pero también nueva al fin y al cabo.

Nos encontramos con el subinspector de la Policía Local de Huelva José Manuel Domínguez junto a la iglesia de la Concepción. Pese a que nos conocemos desde hace años, nos saludamos guardando la pertinente distancia de seguridad. Trazamos el plan a seguir para realizar esta crónica en pleno paso de peatones de Plus Ultra. Ni un vehículo nos obliga a desplazarnos. La ciudad está desierta. Subimos al coche patrulla, desinfectado cada vez que cambia de manos en cada turno.

16:00

En el trayecto, el mando nos cuenta que “la gente está nerviosa porque está confinada”, pero afortunadamente “más del 95% de los ciudadanos hace lo que debe”: se queda en casa o sale solo para lo imprescindible. “Lo importante es poder ganarle la batalla al coronavirus”. Nos invade la inquietante sensación de ir al frente de una guerra.

El subinspector Domínguez lee el certificado de empresa que le muestra un conductor en la avenida de Italia. El subinspector Domínguez lee el certificado de empresa que le muestra un conductor en la avenida de Italia.

El subinspector Domínguez lee el certificado de empresa que le muestra un conductor en la avenida de Italia. / Alberto Domínguez (Huelva)

16:05

Varios coches de la Policía Local montan uno de los controles que establecen a diario por toda la capital en la avenida de Italia. En apenas unos segundos, colocan los conos y empiezan a parar el tráfico rodado. Justo enfrente, el traqueteo de una hormigonera nos devuelve por unos minutos a la urbe ruidosa.

Todavía no han parado a ningún coche cuando ven a una pareja joven caminando por la acera de enfrente. Los agentes la llaman. Afirman que vienen a comprar comida. Pero la Policía los conoce. Son de Gonzalo de Berceo y no entienden qué hacen tan lejos de casa. Se les requiere la documentación y se les aparta. A la sombra de la marquesina del autobús de la estación de Zafra, los chicos empiezan a ponerse nerviosos. Los van a sancionar.

La cuantía de la multa por haberse saltado a la torera el decreto del estado de alarma “puede ir de los 300 a los 1.000 euros”. Mari Luz, la chica amonestada, narra que acaban de acompañar a su abuela “a Damas y no podemos volvernos a La Orden en Emtusa porque no cogen efectivo”. Aduce que les entró hambre e iban en busca de algún desavío abierto.

Su novio, José, ruega al policía que no lo denuncie: “Trabajo en la hostelería y me voy a quedar parado hasta mayo como mínimo, mi sueldo es el único que entra en mi casa”. El ambiente se caldea y el agente les advierte que regresen a casa sin rechistar o les saldrá caro el encontronazo. El joven se va refunfuñando, papel de la multa en mano.

Los efectivos municipales, en el dispositivo montado frente a la antigua estación de tren de Zafra. Los efectivos municipales, en el dispositivo montado frente a la antigua estación de tren de Zafra.

Los efectivos municipales, en el dispositivo montado frente a la antigua estación de tren de Zafra. / Alberto Domínguez (Huelva)

16:15

En un coche rojo viajan dos mujeres, la conductora y otra señora en el asiento trasero. La mujer explica al policía que acaba de enterarse de que tiene cáncer. “Es de pulmón”, manifiesta con angustia. Se dirige al hospital y no quiere ir sola, por eso van dos en el turismo. El agente las deja pasar sin reparos y le desea suerte. “Lógicamente, no la vamos a sancionar”.

Por el carril izquierdo discurren sin problema todos los vehículos de servicio público o en los que claramente viajan trabajadores: autobuses, taxis, coches de empresa. Al resto se le para. La mayoría de los conductores muestra sobre la marcha el documento que acredita que van o regresan de su centro de trabajo. “Todavía no es obligatorio”, apunta el subinspector, “pero es muy recomendable”.

Al volante de uno de los utilitarios está un ayamontino que muestra el salvoconducto pendiente de rellenar por la empresa para la que dice que trabaja. Toman nota de su matrícula y le advierten de que así no debe viajar. “Informamos antes de sancionar; en este caso, el impreso no tenía sus datos y no podemos saber si es suyo o de algún familiar”. Si lo paran por segunda vez, el desenlace será otro.

16:40

Ponemos rumbo a las calles del centro. En la plaza de El Punto solo hay dos trabajadores bajando la persiana de un comercio. La Gran Vía es un desierto de edificios bañados por una luz mortecina. Giramos y tomamos la calle Berdigón.

Un chico sube a una bicicleta y el subinspector le pregunta que a dónde se dirige. “Acabo de salir de trabajar y me voy a casa, a Isla Chica”. Lleva en el polo el logo de la empresa, con sede en el centro, y Domínguez le desea buenas tardes desde la ventanilla. La gente ha acatado el confinamiento con resignación y obediencia, destaca. “Hay que tener en cuenta que el sábado estabas haciendo una barbacoa con tus amigos y el domingo ya no podías salir de casa, es difícil”.

Por las fachadas de la calle Arquitecto Pérez Carasa danza el eco de la megafonía. Otro vehículo policial se acerca desde la calle Rábida, ofreciendo a los onubenses las instrucciones a seguir para ganarle la batalla al maldito Covid-19.

El coche con megafonía de la Policía Local de Huelva se dirige a la plaza de Las Monjas, con Colón al fondo. El coche con megafonía de la Policía Local de Huelva se dirige a la plaza de Las Monjas, con Colón al fondo.

El coche con megafonía de la Policía Local de Huelva se dirige a la plaza de Las Monjas, con Colón al fondo. / Alberto Domínguez (Huelva)

16:52

En la esquina, una trabajadora de La Serranía de Macías limpia el umbral del negocio vacío. Más al fondo, ya en la calle Concepción, los operarios del Servicio Municipal de Limpieza se afanan en baldear la solería color marfil de la columna peatonal de Huelva. “Los compañeros también hacen un trabajo enorme y poco reconocido”, evidencia el mando mientras los señala.

Por Vázquez López viramos hacia la plaza de Las Monjas. Sobrecoge su desolación. La estatua de Colón es lo más parecido a la presencia humana que localizamos. Ni un domingo de agosto a las tres de la tarde y con 40 grados a la sombra se aprecia una estampa semejante, comentamos. “Esto no es nada comparado con la noche, a partir de las 20:00 no hay absolutamente nadie en la ciudad”.

José Manuel Domínguez traslada el aplauso de la Policía Local a los onubenses, porque “es importante que se lo tomen así de en serio si no queremos que se multiplique por dos el tiempo de confinamiento por la pandemia”.

La confluencia de Pérez Carasa con la calle Rábida, con la presencia policial. La confluencia de Pérez Carasa con la calle Rábida, con la presencia policial.

La confluencia de Pérez Carasa con la calle Rábida, con la presencia policial. / Alberto Domínguez (Huelva)

16:55

Llegamos a La Palmera y paramos en el semáforo. Un coche y un par de viandantes con mascarillas. No hay más paisanaje en el yermo paisaje que ofrece a esas horas Pablo Rada. El silencio es atronador. El Litri vigila desde su plaza, donde solo nos cruzamos con otro utilitario.

El subinspector cuenta que, antes de entrar en casa, los policías meten el uniforme en una bolsa de plástico y va “directo a la lavadora”. A los zapatos le aplican una solución de hipoclorito para desinfectarlos. Cruzamos las avenidas de San Sebastián, Andalucía y Galaroza en tiempo récord.

17:06

Frente a la iglesia del Rocío, en Isla Chica, la Policía Local ha desplegado otro dispositivo de control. Antes de bajar del coche, Domínguez agrega como detalle que “en la Fábrica de Harina el otro día los vecinos aplaudieron a una de nuestras patrullas, es algo reconfortante”.

Un funcionario se acerca a la ventanilla de uno de los conductores obligados a detener la marcha. Mantienen una intensa charla y el hombre, que fuma un cigarrillo, le muestra varios documentos mientras espanta el humo con la otra mano. Lo deja marchar con advertencias e informa al mando. “Es empresario y dice que va a llevarle a una de sus empleadas los papeles de un ERTE para que los firme”. Actualidad pura y dura ante nuestros ojos.

El subinspector repara en el sosiego de una arteria tan concurrida como Federico Molina. “Esperemos que esto haya pasado para el Rocío, porque hemos sentido mucho que nos hayamos quedado sin Semana Santa; para nosotros es una fecha muy señalada, de mucho trabajo, pero ya ese trabajo de seguridad estaba hecho, una pena”.

Otro joven baja del coche y abre el maletero. Trata de demostrar que viene de trabajar de una explotación agrícola. “Muchas fincas ya han entregado certificados a los jornaleros para que no tengan ningún problema”, apostilla nuestro cicerone policial.

La avenida Federico Molina de Isla Chica, prácticamente desierta. La avenida Federico Molina de Isla Chica, prácticamente desierta.

La avenida Federico Molina de Isla Chica, prácticamente desierta. / Alberto Domínguez (Huelva)

17:15

Enfilamos Federico Molina con el sol de frente. A contraluz, solo una mujer que intenta cruzar la calle acompañada por su perro y una moto se recortan en el horizonte. “Tengo que destacar también el gran nivel de cumplimiento del decreto del estado de alarma que estamos viendo en los polígonos industriales, donde solo está abierto el que tiene que estarlo, es algo que agradecemos mucho porque no nos gusta ir sancionando a la gente por ahí aunque es nuestra obligación legal”.

En la plaza del Antiguo Estadio ha desaparecido el bullicio de los niños; los bancos están vacíos, los quioscos, cerrados a cal y canto. Un autobús de Emtusa se cruza con nosotros. Va completamente vacío. “A estas horas es lo habitual, no llevan usuarios”.

Queda atrás el Barrio Obrero. En la Alameda Sundheim solo mantiene abiertas sus puertas el juzgado de guardia. El nuevo tránsito por la avenida de Italia nos revela una realidad distinta a la de una hora atrás: la hormigonera no centrifuga su carga, la estación de Zafra reaparece como un espectro. Solo se escuchan los pájaros.

Dos agentes de la Policía Local de Huelva en el parque de Las Palomas. Dos agentes de la Policía Local de Huelva en el parque de Las Palomas.

Dos agentes de la Policía Local de Huelva en el parque de Las Palomas. / Alberto Domínguez (Huelva)

17:30

Una breve parada frente al parque de Las Palomas nos regala la imagen de dos agentes que hacen una “vigilancia estática para que la gente cumpla la normativa en las zonas verdes y los parques”. Mientras volvemos al corazón de la ciudad, se oye en la radio del coche que alguien ha denunciado “que uno está vendiendo mascarillas en la vía pública”.

La llamada ha entrado en sala y una dotación de la Policía Local se dirige a comprobar si es cierto. De serlo, “el material le sería confiscado y puesto a disposición de las autoridades sanitarias, además de ser sancionado por venta ambulante y por incumplir el decreto del estado de alarma”, enfatiza.

José Manuel Domínguez recalca, no obstante, que tienen que verificar la llamada. “Recibimos muchas de vecinos que denuncian a otros porque ven a dos personas juntas por la calle, pero puede resultar que son dos técnicos de comunicaciones que van a revisar una arqueta, por poner un ejemplo”. La colaboración ciudadana es necesaria, pero en esta situación excepcional a veces no es tan útil como parece.

Bajamos del coche y nos despedimos en el punto de partida. Nos deseamos mutuamente felices y saludables servicios venideros. La prensa y la Policía seguimos al pie del cañón: guardianes de la ciudad fantasma.

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