Nosotros los periodistas
Crónicas de otra Huelva
Ponce defiende al “periodista honrado y sufrido, competente y modesto, que a diario realiza una obscura labor educativa, sin que nadie se lo reconozca y mucho menos, se lo agradezca”
Crónicas de otra Huelva: Motivos del cementerio de San Sebastián
La mirada a Huelva del periodista José Ponce Bernal
La introducción
La tarea del periodista | El ‘virus embriagador’ del periodismo
Gracias a las imágenes que se han conservado, podemos contemplar a José Ponce Bernal mostrando un interés especial por la prensa desde su temprana adolescencia. En la fecha en que se publicó el artículo que hoy presentamos, era vicepresidente de la Asociación de la Prensa de Huelva. Muy implicado en la profesión y gran defensor del oficio, abordó los problemas de entonces, muchos de los cuales siguen siendo los de ahora, como el intrusismo, que se combatía con “el profesionalismo y con la unión de los obreros intelectuales”, como les gustaba llamarse. Entre los colegas existió una muy estrecha relación, fraternal y amigable. Los periodistas de Huelva seguimos teniendo fama de mantener, en general, buenas relaciones entre nosotros, fieles a esa tradición que Ponce y sus contemporáneos iniciaron. Blanqui-Azul sentía una gran pasión por su oficio, cuando nos habló del “virus embriagador” del periodismo, un trabajo digno, respetable y comprometido. Salió en ocasiones en defensa del periodista honrado y sufrido, del que es muy consciente de lo mucho que se puede influir en la sociedad a la hora de crear opinión, de orientar el pensamiento. El artículo que presentamos hoy es un ejemplo de ello. Sirva para reflexionar sobre nuestra profesión y para saber distinguir el buen periodismo del que no lo es, hoy que hay tantos aficionados, sobre todo en las redes sociales, que juegan inconscientemente a ser periodistas.
El reciente estreno en el Teatro Lara de Madrid de la obra de Gregorio Corrochano Naves sin hélice pone de actualidad –aunque realmente nunca deja de serlo– el tema del periodista, del calumniado periodista, de quien todos se sirven y a quien todos zahieren; de quien todos solicitan favores y a quien todos suelen dar el zarpazo en su encrucijada, apenas se les presenta ocasión propicia, olvidan los servicios que recibieron del plumífero quijote.
“¡Naves sin hélice!”. Eso es el periodista, según lo dibuja, muy acertadamente, el sagaz y valiente Corrochano. Es algo que flota sobre todas las cosas; pero marcha, no camina: le falta la hélice. Y por esta falta de orientación arribista, suele acabar en la oscuridad y la modestia quien sirvió de escabel con sus loas, para que muchos hueros caballeretes alcanzasen puestos indebidos y honores que no merecían.
Después de la grotesca pirueta –no puede llamarse otra cosa– que hicieron en el tablero de la farsa Muñoz Seca y Azorín, presentando un tipo de periodista que, afortunadamente, no es el predominante y “echando carne a las fieras”, había de salir por los fueros del periodista honrado y sufrido, competente y modesto, que a diario realiza una obscura labor educativa, sin que nadie se lo reconozca y mucho menos, se lo agradezca.
En la profesión periodística podrá haber algunos vividores. ¿Dónde no los hay? En cambio no todos los días ni todos los años salen de otros sectores un Julio Burrell, un Alfredo Calderón, un Bécquer –éste fue también periodista–, un Mariano de Cavia, un Eusebio Blasco, cinceladores de la prosa, educadores de las multitudes, en cuanto a la ética y a la estética. ¡Hasta la amazacotada Gaceta de Madrid hubo de remozarse y revestir valiosas galas literarias cuando llevó a ella sus disposiciones el insigne Burrell, antes que ministro, periodista!
Como ejemplos de vocación abnegada, ahí están los casos de don Miguel Moya y de Zozaya, que pudiendo serlo todo, nada quisieron ser más que periodistas, que ese solo y nobilísimo título bajó uno a la tumba, y sereno y digno esperó el otro su tránsito al no ser…
Cada redacción de periódico es una especie de lente, al través de la cual se ven las miserias, vanidades y pasioncillas de cuantos por allí desfilan para pedir siempre algo que les conviene a ellos exclusivamente y, que maldito lo que afecta al interés general. El vestido de largo de la niña, el ascenso del probo funcionario, el viaje del distinguido aristócrata, la boda o el bautizo, la propuesta de alguien para una recompensa, el bombito para una nimiedad, el eufemismo o el silencio ante cualquier flaqueza, la reproducción de cualquier engendro en prosa o verso… infinitas cosas que ponen a prueba la paciencia del periodista, desprendido e imprevisor como la cigarra que solo cuida de cantar las bellezas de lo creado… y olvidase del mañana que se acerca con sus materiales exigencias y dolorosas realidades.
Darlo todo y perdonar siempre: éste es el tema del periodista, del asendereado periodista, en cuya defensa ha roto una justa y briosa lanza el prestigioso autor de Naves sin hélice.
Acabe ya el mito del periodista que pasa por lo que no es; por lo que quisieran que fuese los que envidian su desprendimiento y nobleza, su patriotismo y generosidad… en el peor periodista hay siempre más puros sedimentos que en el más caracterizado de los que le vilipendian.
Ponce Bernal. Diario de Huelva, 21 de junio de 1928.
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