Jaime Blanch: "Para dirigir y actuar tengo que hacer una especie de viaje astral, una faena"

El actor regresa esta noche al Gran Teatro (21.00 horas) para dar vida al carismático suicida de Aquí un amigo, una desternillante comedia de Veber que aportará el buen humor a la platea onubense

Jaime Blanch, en una de las escenas de la desternillante función Aquí un amigo.
Raquel Rendón / Huelva

30 de mayo 2008 - 01:00

Es uno de los actores con más experiencia del panorama artístico español. Domina todos los géneros y los medios actorales. Ahora, Blanch llega al Gran Teatro para hacer reír a los onubenses con una historia de Francis Veber.

-¿Qué van a encontrar los onubenses que acudan al Gran Teatro en la obra Aquí un amigo?

-Humor. Ni más ni menos que eso. Por mucho que corra no llego al patio de butacas, pero sí creo, por lo que me dicen los demás, que es un buen trabajo actoral y es una función de mucho humor. Y lo percibimos en la reacción del público.

-Su personaje es el de un suicida y el de Langa el de un asesino a sueldo. Con este panorama resulta difícil a priori imaginar algo hilarante.

-Claro, pero es igual que cuando ríes porque se cae una viejecita en la calle (ría). Es un humor surrealista que lo abarca todo. Es una función muy probada porque Veber la escribió hace tiempo y la interpretaron en cine Jack Lemmon y Walter Matthau, con el mismo título. Es una crítica a ciertas situaciones un tanto límites que producen la risa como arranque en el espectador, aunque luego ayudes a la viejecita y la lleves al médico.

-¿Cómo ha sido eso de compartir protagonismo con Ramón Landa?

-Elegí a Ramón porque cuando leí la función vi que el personaje estaba escrito para él, externamente, por supuesto, porque él no es ningún asesino. Me pareció que le iba muy bien físicamente.

-Nunca antes habían trabajado juntos.

-No, pero ha sido un hallazgo. A parte de ser un grandísimo actor es un compañero estupendo que cubre su misión con creces y nos llevamos muy bien.

-Es, además, la primera vez que usted dirige una función en la que actúa.

-Sí y es una faena. Tienes que hacer una especie de viaje astral. Hay que invertir el proceso de trabajo para poder llevarlo a cabo. Ha sido muy fatigoso, pero también muy compensatorio. No será la última vez que lo haga.

-¿Qué tipo de personajes le gusta interpretar?

-Los que me creo, siempre ésos.

-Qué elige: cine, teatro o televisión.

-El teatro. Siempre he dicho que si fuera del circo sería trapecista pero trabajaría sin red, y eso es trabajar en teatro. No hay apoyos ni soportes ni repeticiones, es interpretación pura y dura.

-¿Qué tiene de especial la televisión?

-Que da una popularidad que yo entrecomillaría. A mí me gusta hacer mi vida y que nadie se fije en mí. Reivindico el derecho a meterme el dedo en la nariz cuando quiera. La popularidad que da el teatro, que tiene más que ver con la admiración y el respeto, es la que me interesa. Eso sí, no quiero desmerecer el trabajo de los compañeros de televisión. Yo la he hecho también, pero hay que hacerla puntualmente.

-Una serie, una película y una obra de teatro.

-En teatro, me han impresionado últimamente La cabra y París, 1940, de Pou, por ejemplo. Películas hay muchas favoritas, porque soy un cinéfilo compulsivo y poco paciente. En televisión, es complicado elegir. Estamos llenos de concursos y de frikis por todos lados que se están incorporando al mundo de la interpretación y eso me preocupa mucho. Yo lo dejaría en blanco.

-Habla de la salud de la TV, ¿pero cómo está la del teatro?

-En perpetua crisis. Es como un niño prematuro al que le afecta todo. Esperemos que esta crisis que se nos avecina no le afecte. Pero la crisis significa ebullición, transformación y evolución, y eso va con el teatro.

-Dice que faltan empresarios arriesgados.

-Sobran negociantes y empresarios que quieren salir en la foto con los artistas y falta riesgo.

-¿Usted no se lo ha planteado?

-Alguna vez lo he sido, pero soy de letras y me llevo mal con las cuentas (ríe).

-¿Cómo es Jaime Blanch cuando baja del escenario?

-Un hombre normal al que le gusta la tranquilidad, con una extraña dicotomía entre la que fue vida deportiva, el tabaco y el malta con hielo. Un poco Peter Pan, bastante rebelde y, sobre todo, es un hombre que, a sus 67 años, se ha ganado el derecho a decir lo que piensa.

-Por esta tierra ha estado varias veces.

-Muchas. El año pasado hice Una visita inesperada y el anterior La ratonera. Del público espero su participación, que apague el móvil y que comente lo mínimo.

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