Huelva

Familias colaboradoras: 23 familias de Huelva acogen a niños de centros de protección en vacaciones

  • La Consejería de Igualdad y Políticas sociales impulsa esta nueva figura distinta de la adopción y el acogimiento a través de la ONG Crecer con futuro

Familias colaboradoras

Familias colaboradoras / Rosell

La familia de José Lorenzo aumentó hace dos meses, cuando decidió abrir las puertas de su casa a un niño de trece años que reside en un centro de protección de menores. Forman una familia colaboradora y por eso comparten los fines de semana y los periodos vacacionales.

Es una figura distinta de la adopción y del acogimiento permanente que surge para que estos menores cuenten en alguna medida con un contexto familiar favorable que la suya propia de origen no les ha ofrecido. Así que, ahora, están a punto de vivir su primera Navidad juntos, acompañados de la madre y la hermana de José Lorenzo, que residen con él y siempre le apoyaron en su empeño. Cada fin de semana ve a su chaval aunque va más allá, asegura que “me ha venido Dios a ver”.

En Huelva hay 23 familias colaboradoras para 25 chicos, todos mayores de diez años, una edad en la que se reducen las posibilidades para la adopción o el régimen de acogida. A través de una subvención que concede anualmente la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales, la ONG Crecer con Futuro difunde el programa entre todas aquellas personas interesadas y da soporte y acompañamiento una vez iniciado el proyecto familiar en el que “la prioridad siempre es el niño”, señala Irene, trabajadora social de la organización. Alrededor de ese objetivo primordial del bien del niño pivota un triángulo protector formado por la familia colaboradora, el equipo técnico del centro y Crecer con Futuro, en coordinación constante.

“Me siento seguro por el equipo que hay detrás”, dice José Lorenzo, formado por personas que acompañan de manera individual y también de modo grupal, para que las distintas familias colaboradoras compartan sus dificultades y sus experiencias. Los obstáculos existen, como es “el conflicto de lealtad”, señala Irene, que puede darse cuando el menor siente que al acceder a esta nueva familia le resta a la propia. “Es importante que mantenga algún vínculo, porque la familia de origen también lo puede sufrir como una pérdida y el niño necesita el apoyo de todas las partes”.

En ese sentido, José Lorenzo admite que “el miedo existe, pero yo desde el principio le he dejado claro que puede contar conmigo y que yo no vengo a sustituir a los suyos”. Desde “un primer contacto maravilloso”, ambos han construido una confianza mutua, “tenemos nuestros secretitos”, dice con una sonrisa. Eso sí, añade, “soy cariñoso, pero firme” a la hora de controlar el móvil y las salidas, porque su chico ya tiene pandilla de amigos “y yo estoy feliz con que se lo pase bien con ellos”.

Las personas que se ofrecen a esta opción pasan por entrevistas personales en las que explican sus motivaciones y deben también recibir una formación “para saber lo que se pueden encontrar”, explica la trabajadora social de Crecer con Futuro. Deben aprender a “empatizar, se trabajan el apego y la resiliencia” como herramientas en beneficio de unos menores sobre los que en muchas ocasiones pesa el estigma de que son conflictivos por estar en centros de protección. Una circunstancia desfavorable que se añade al hecho de no poder convivir con su familia por razones que escapan a su responsabilidad.

“No son culpables para nada”, explica Manuel que, junto a su pareja, Helena, y el hijo de ambos también forman desde el pasado mes de mayo una familia colaboradora que completa una adolescente de 16 años. Helena trabaja en el sector y la conocía previamente, “había trabajado en su caso y antes de empezar el proceso sabía que ella quería venir, si no, no me hecho para adelante”.

El conocimiento previo de un chico de un centro de protección es una de las posibilidades para iniciar este proceso, no obstante en otros casos la motivación es el deseo de ofrecer este cariño y apego o, en tercer lugar y menos frecuente, que sea de un centro específico por alguna vinculación.

“Es un proceso muy gratificante por nuestra parte y por la suya más todavía”, apunta Helena; son chicos que vienen “con mucha bondad”, señala Manuel. Su hijo, de seis años, necesitó un periodo de adaptación ante la entrada de una persona desconocida en su casa pero “se ha adaptado a nuestro entorno, la quieren muchísimo” porque “ necesitan mucho cariño”, explica Helena. El entorno de ambos ha tenido buena predisposición ante la decisión de esta acogida puntual aunque Manuel incide en la idea de que para muchos “los centros de protección están vinculados a medidas judiciales y cuando les explicas y les cuentas se les desmorona todo”.

Manuel y Helena no dudan en calificar su experiencia de positiva, sobre todo porque lo es para este nuevo miembro de su familia. “A nosotros nos satisface sacarla de su entorno, es muy sociable y está haciendo sus amistades, además es muy respetuosa y muy consciente; con el máximo respeto hacia ella, que también tiene su vida fuera de aquí, tenía claro que nos teníamos que respetar todos y las normas de nuestra casa, que tienen una razón, pero no ha habido ningún problema”, incide Manuel.

A dos años de cumplir los 18, Helena vela por “ayudarla ante la mayoría de edad, que tenga claro lo que quiere hacer y conozca las opciones que tiene”, una edad en la que ella busca más la complicidad femenina y “con confianza le digo lo que yo pienso”.José Lorenzo, Helena y Manuel son dos de las 23 familias de Huelva que dan su apoyo a sus menores sin pretender sustituir a nadie, colaboran con ellos y con la visibilización de esta nueva figura. Abren las puertas de sus casa un tiempo, pero su cariño es completo.

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