Entrevista al obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana Blasco

José Vilaplana: "La educación cristiana dentro de la familia se ha descuidado"

  • Invita a los cristianos a seguir las retransmisiones del Papa durante la Semana Santa y abre la puerta a una procesión extraordinaria en septiembre

  • Ve posible que su jubilación sea más tarde

El obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana, en una fotografía tomada en una entrevista anterior a este periódico.

El obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana, en una fotografía tomada en una entrevista anterior a este periódico. / Alberto Domínguez

Quizá sea la Semana Santa más extraña que encaran los cristianos. El confinamiento obligó la suspensión de las procesiones y hoy, Domingo de Ramos, como es habitual el obispo de la ciudad habla para Huelva Información. El coronavirus, sus consecuencias, lo que rodea a estos días cargados de fe, y una visión genérica de la sociedad actual, son las cuestiones sobre las que reflexiona Jóse Vilaplana.

–El comienzo de la entrevista es obligado. El coronavirus ha dado un vuelco a la vida de la sociedad, ¿cómo lo está viviendo?

–Lo estoy viviendo como todos los ciudadanos: intentando cumplir las percepciones que nos han dado las autoridades sanitarias y viéndolo como una colaboración al bien común. Realmente estar encerrado en casa a nadie nos gusta pero si sabemos que así podemos colaborar para poder vencer entre todos cuanto antes esta pandemia pues lo hago, en primer lugar, a gusto como servicio a los demás. En segundo lugar, al estar en casa sin salir aprovecho sobre todo para rezar más, tanto en la celebración de la eucaristía como en las oraciones pedirle al Señor unido a toda la gente que nos libre cuanto antes de esta pandemia. Y sobre todo que fortalezca a los enfermos, ayude a todos los sanitarios y acierto en las personas que tienen que tomar estas decisiones. Y también, en tercer lugar, estoy disponible siempre para atender por teléfono tanto a los sacerdotes para ver cómo están llevando esta situación y también animando a las personas que trabajan en Cáritas.

–Son días en los que la solidaridad está saliendo a relucir desde muchas empresas, organizaciones, asociaciones, y gente de a pie, ¿de qué modo está ayudando la Iglesia?

–Poniendo a disposición de las autoridades nuestros edificios. Desde el primero momento se utilizó una residencia cerrada que teníamos en Aracena para acoger a enfermos. Después, a través de los servicios de Cáritas en colaboración con el Ayuntamiento la Iglesia se ha implicado sobre todo en la atención de las personas de la calle. Cáritas también ha mantenido la presencia en los asentamientos y también en la casa de ejercicios se ha acogido a alguna personas que no podía ser bien atendida. Además, estamos atentos para cualquier cosa que vaya surgiendo.

–¿Cómo están viviendo el estado de alarma desde los asentamientos?

–Esta es una dificultad grande porque ahí Cáritas puede llegar hasta donde llega. Ojalá la Iglesia pudiese resolver más cosas pero todo no lo podemos resolver. Lo que se está intentando es acercarles bolsas de comida y facilitándoles termómetros. Las personas que conocen los asentamientos no han dejado nunca de estar presentes en ellos.

–La suspensión de las salidas procesionales, ¿ha sido una de las decisiones más difíciles o dolorosas que ha tomado como obispo?

–No sé cómo calificarlo. Ha sido la suspensión de las procesiones pero también las iglesias cerradas en Semana Santa para el culto público. Creo que esto ha sido algo tan excepcional que ni lo había previsto nunca ni lo había vivido nunca. Y realmente pues resulta doloroso vivir una Semana Santa sin esta doble expresión, tanto en la calle como en el esplendor de la liturgia. Sin embargo, lo que sí he querido comunicar a los sacerdotes y cristianos es que tenemos una oportunidad nueva de vivir una Semana Santa desde el corazón, desde la familia como Iglesia doméstica y a través de los medios de comunicación con una especial sintonía con el Papa. Es muy importante que no digamos que no hay Semana Santa, no hay expresiones públicas. Sí vamos a vivir una Semana Santa muy diferente, muy solidaria, muy familiar y muy desde el interior.

–Huelva, y toda España, se queda sin procesiones pero habrá Semana Santa. ¿Qué va a hacer durante los días de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor?

–Este año la capilla del Obispado va a convertirse en una capilla Catedral y celebraré los mismos oficios acompañado por el sacerdote que vive conmigo y con el vicario general. Los celebraré con la solemnidad austera que supone pero los voy a celebrar todos. Es una manera, por una parte triste porque no tienes delante al pueblo, pero por otra parte sientes que no está solo porque lo celebras en comunión con toda la Iglesia. Si no cambian las circunstancias no se abrirá la Catedral porque estamos en los momentos en los que se han endurecido más las medidas para que las personas no salgan a la calle y por tanto no queremos hacer gesto que invite a las personas a salir.

–¿Se van a retransmitir los oficios?

–No, lo que he recomendado es que sigamos todos las retransmisiones con el Papa. Y además, como la pandemia está afectando a todo el mundo será una manera de vivir esta Semana Santa especialmente unidos al Papa y unidos al mundo entero.

–El Vaticano ha abierto la puerta de que se celebren procesiones durante el mes de septiembre. Ya ha comentado algo en la televisión municipal. ¿Habrá una procesión magna o una salida extraordinaria de alguna imagen?

–Hemos acogido esta iniciativa de la Santa Sede de poder celebrar alguna expresión pública una vez que pase esto, pero de momento estamos ahora centrados en la epidemia. Una vez que se despeje un poco el panorama, tranquilamente y prudentemente ya lo pensaremos para hacer alguna procesión con dignidad.

José Vilaplana Blasco. José Vilaplana Blasco.

José Vilaplana Blasco. / Alberto Domínguez

–2020 es el año de su despedida como obispo de la Diócesis, ¿qué objetivos se marca hasta su adiós?

–No sé cuando va a ser mi despedida. Sí que he presentado al Papa mi disponibilidad como marca el código porque he cumplido ya los 75 años pero estoy trabajando como si no pasara nada hasta que no me diga el Santo Padre que tengo sustituto. Lo que pienso es acompañar a la Diócesis sirviéndola como lo he hecho hasta este momento, así como animar la fe de los cristianos, la atención de los pobres y necesitados, y que los niños y jóvenes reciban una buena formación cristiana.

–¿La crisis sanitaria puede alargar su estancia como obispo?

–Posiblemente sí. Pienso que esta situación retrase todo lo que se está haciendo en la Iglesia. Pero eso no está en mis manos, no lo puedo prever.

–¿De qué está más orgulloso de haber conseguido?

–Es difícil estar orgulloso de uno mismo porque uno siempre se ve pequeño ante la misión tan importante que tiene. Pero acompañado por tantas personas y colaboradores, concretamente me siento muy contento de la labor que ha hecho Cáritas de los proyectos que se han realizado tanto en la Casa de Santa María de los Milagros como en el Hogar Oasis... eso me produce, por una parte, una satisfacción, pero también me crea una inquietud porque siempre nos quedamos cortos.

–La pobreza en Huelva sigue existiendo. Hay gente que duerme en la calle, hay familias que no tienen para pagar la luz y el agua, y hay abuelos que siguen ayudando a sus hijos porque no encuentran un trabajo, ¿cómo se soluciona esto?

–Ojalá tuviera yo la respuesta. Cuando hablábamos de la crisis pensábamos en mucha gente pero una vez que había pasado la crisis se vio que había un sector de la sociedad que estaba en una crisis permanente. Pienso que las claves que la Iglesia desarrolla, sobre todo a través de Cáritas, es el tema de la promoción. Ayudar a las personas que les promocionen y puedan salir de esa situación. Ahora me da un poco de temor el post virus que parece que va a crear una situación muy difícil para los que siempre sufren más, los más pobres. De la misma manera que la sociedad está reaccionando con gestos de solidaridad hacia los enfermos en esta pandemia pues tendremos que hacer un gran esfuerzo solidario para plantearnos esta cuestión.

–Después está el problema de los asentamientos. El relator de la ONU ha comparado las condiciones de vida de las personas que allí viven con la de los animales, ¿cómo es posible que en 2020 siga habiendo este escenario?

–Creo que el problema es de todos. Aquí hace falta un pacto de todas las instituciones, esto no lo podemos resolver con parches. Todas las instituciones políticas, empresariales, personas que trabajamos desde las ONG... hace falta que haya un movimiento que nos siente a todos juntos para que cada uno desde la aportación específica que pueda hacer se busque una solución global.

–En estos últimos años, la asistencia a misa ¿ha crecido o descendido?

–Se mantiene, con la ausencia muy significativa de los jóvenes. Posiblemente en el día a día haya bajado pero en las situaciones extraordinarias hay una buena asistencia de personas. Nos cuesta mantener más el día a día pero sí que estamos más propensos a asistir en acontecimientos que tengan una especial significación. Tenemos que buscar ese equilibrio para redescubrir el domingo como día del Señor.

–¿Piensa que el mensaje de la Iglesia está bastante alejado de los jóvenes?

–No. Pienso que en este momento los jóvenes aceptan a Jesucristo lo que pasa el estilo de vida que pueden tener ahora... por ejemplo el mundo de los jóvenes ahora se dispersa muchísimo. Preparas a un grupo de jóvenes y cuando tienen 18 años desaparecen, y no solo de la Iglesia sino también de la ciudad, bien por búsqueda de trabajo o universidad. Después también está su mundo, que es el virtual, que a veces les aísla de la comunicación más real, de presencia física. Tenemos que encontrar los nuevos lenguajes y las nuevas formas de hacernos presentes en medio de la juventud. Pero no noto rechazo en la juventud, sino que están en su mundo, y ese mundo no les permite conectar con otras instituciones más tradicionales.

–¿Es una hipocresía bautizar a nuestros hijos y la comunión para que después la educación cristiana familiar termine ahí?

–La educación cristiana dentro de la familia se ha descuidado muchísimo. Muchas familias han mantenido los sacramentos de iniciación pero no han iniciado en la oración dentro de la misma familia. Sé que muchos niños, antes, cuando venían a la catequesis llegaban sabiendo las oraciones básicas del cristiano. Hoy llegan niños, que han sido bautizados, pero que dentro de la familia no han recibido esa educación en la fe e iniciación a la oración y ese acompañamiento a las celebraciones. El desafío de la transmisión de la fe posiblemente sea el problema más fuerte que tenemos que afrontar en la Iglesia.

–¿Entiende que haya gente que piense que es una paradoja que haya gente que no pueda comer mientras que hay hermandades y la propia Iglesia con un valor patrimonial elevado?

–Hay que ver qué tipo de valor patrimonial. Por ejemplo, el valor patrimonial artístico forma parte de la cultura de un pueblo y no es vendible. Es importante que la gente tome consciencia de esto. Un pueblo tiene un patrimonio histórico-artístico que si lo vendiera se empobrecería toda la sociedad. Pienso que si ponemos en marcha los recursos que tenemos en la vida cotidiana podríamos afrontar muy bien el tema de la pobreza. Por ejemplo, ahora, que se han suprimido las procesiones, sabemos que cuando la religiosidad se pone en la calle da de comer a personas que trabajan en orfebrería, carpintería, floristería... quiero decir que la economía tiene unas reglas que hay que mirarlas también en su conjunto.

Nota: Debido a la crisis del coronavirus esta entrevista se ha realizado por teléfono y las fotografías son del archivo de este periódico.

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