Más de 10.000 onubenses adultos padecen del síndrome de piernas inquietas

La asociación Aespi considera que "todavía hay estigma con la enfermedad", pues la sociedad suele achacar los síntomas a "estados de nerviosismo e inquietud"

Imagen de archivo de una persona practicando deporte en la capital onubense.
Imagen de archivo de una persona practicando deporte en la capital onubense. / Josué Correa

Huelva/Entre el 2 y el 15% de los onubenses, un porcentaje que es también extensible al resto del país, manifiestan una necesidad imperiosa de mover las piernas -y a veces los brazos- en momentos de reposo. Lejos de parecer una cuestión relacionada con el grado de actividad de la persona o con patologías psíquicas, se trata de una patología neurológica y crónica denominada síndrome de las piernas inquietas (SPI) o enfermedad de Willis-Ekbom.

Más de 10.000 personas en Huelva, de acuerdo al mencionado porcentaje, padecen la citada patología, la cual, con frecuencia, deriva en sensaciones molestas (también llamadas disestesias) en las piernas, tales como quemazón, hormigueo, pinchazos o dolor, en un mayor o menor grado según la persona.

El SPI ha ganado como entidad en los últimos años. Así lo expresa el responsable de la Unidad del Trastorno del Movimiento del Hospital Juan Ramón Jiménez, Juan Manuel Oropesa, quien añade que "la enfermedad estaba muy infradiagnosticada porque se tendía a pensar que se trataba de un fenómeno de escasa relevancia". Sin embargo, actualmente está considerada de gran importancia en el campo de la Neurología.

Una de las principales consecuencias es la alteración del sueño, debido a que el paciente "tiene, de forma síncrona y rítmica, un movimiento en las piernas, el cual es extremadamente molesto y genera un gran estrés", especifica Oropesa. Esto se traduce en que "muchas personas afectadas por el síndrome de piernas inquietas tienen que pasar la noche paseando por la vivienda o realizando ejercicios que alivien sus síntomas". Así lo expresa a esta redacción la vicepresidenta segunda de la Asociación Española de Piernas Inquietas (Aespi), Purificación Titos, quien también padece esta enfermedad. "Yo, mientras he sido docente, dormía tres o cuatro horas por las noches, pues mi sueño estaba totalmente alterado por esta patología", explica.

El responsable de la Unidad del Trastorno del Movimiento del Hospital Juan Ramón Jiménez, Juan Manuel Oropesa.
El responsable de la Unidad del Trastorno del Movimiento del Hospital Juan Ramón Jiménez, Juan Manuel Oropesa. / M. G.

En este punto, desde la propia asociación subrayan que los síntomas de la enfermedad tienden a incrementarse al atardecer y por la noche y, por ello, "suelen interferir con la conciliación del sueño".

En el apartado de consecuencias figura también la dificultad para permanecer sentados durante largos períodos de tiempo, de ahí que pacientes como Purificación Titos "no podamos acudir al teatro o al cine al tener nuestras extremidades en constante movimiento".

Sobre la detección de la enfermedad, Purificación Titos considera que hay "bastante estigma", dado que "cuando explicas lo que te sucede, tu entorno suele achacarlo a un estado de nerviosismo y de inquietud". Es una percepción que también comparte el neurólogo Juan Manuel Oropesa, quien subraya que este estigma viene dado, sobre todo, "por el desconocimiento social de la enfermedad, lo que deriva en que muchas personas pueden dudar y pensar que se debe a una cuestión de estrés".

Al ser una enfermedad "muy poco conocida", desde el hospital Juan Ramón Jiménez llaman a la "importancia de acudir al médico si se notan los síntomas pertinentes", pues "una correcta medicación te puede permitir hacer una vida normal". Tanto es así, que la ingesta de fármacos orales que menoscaben la sintomatología y un seguimiento periódico "pueden conseguir, incluso, que el paciente deje de percibir los síntomas", si bien Oropesa añade que "no es extraño que, durante el tratamiento, exista un repunte y que, posteriormente, la sintomatología vuelva a reducirse". En este sentido, los medicamentos más comúnmente utilizados "y siempre bajo prescripción médica", son "los agentes dopaminérgicos, los fármacos utilizados para tratar la neuropatía y los analgésicos opiáceos".

De este modo, desde Aespi piden "poner especial atención" a "la necesidad de tener las piernas e movimiento, a la dificultad para aguantar sentado, a las sacudidas involuntarias de extremidades, a la sensación de picor, hormiguero, pinchazos o calor en las piernas y a la dificultad para conciliar el sueño".

El diagnóstico de la patología es "puramente" clínico, según afirma Juan Manuel Oropesa, que considera que "un médico neurólogo detecta rápidamente el SPI en base a una entrevista y a las características clínicas". Asimismo, sostiene que "solo se requiere de pruebas complementarias si el SPI aparece en el contexto de otras enfermedades".

En lo que se refiere a la causa exacta del síndrome de las piernas inquietas, desde el centro hospitalario aclaran que "no es conocida aún, pero casi el 40% de los casos se da en contextos familiares". Igualmente, apuntan que, en ciertos casos, la enfermedad puede estar relacionada con los siguientes factores: Personas con deficiencia de hierro o anemia; enfermedades tales como la insuficiencia renal o la neuropatía periférica; o mujeres embarazadas, "si bien estos síntomas suelen mejorar al cabo de varias semanas tras el parto. "En cualquier caso, se trata de una enfermedad ambiental, que padece la gente de forma esporádica", finaliza Juan Manuel Oropesa.

¿Cómo trabaja la Asociación Española de Piernas Inquietas (Aespi)?

La Asociación Española de Piernas Inquietas (Aespi) aún no cuenta con sede física, pero trabaja por vía telemática en beneficio de todas las personas afectadas por esta enfermedad neurológica y crónica. Entre sus objetivo se encuentran la propuesta de un estado de opinión pública favorable hacia el enfermo con el Síndrome de Piernas inquietas con el fin de conseguir la colaboración en todos los aspectos sociales; el fomento de la investigación de los problemas que plantea la enfermedad en sus aspectos médico-asistenciales y socio-económicos; la divulgación de todos los aspectos relativos a la enfermedad, sus posibles soluciones terapéuticas, así como sus múltiples aspectos sociales y jurídicos; el requerimiento de la ayuda necesaria a todas aquellas entidades públicas y privadas que estén dispuestas a colaborar en la difusión y el conocimiento de la enfermedad; y la celebración de reuniones y contactos con centros e instituciones nacionales o extranjeras en todo lo relativo a avances médico-tecnológicos en el tratamiento de la enfermedad del SPI.

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