China: la inmigración silenciosa

La comunidad china está conformada por familias jóvenes y extensas, puerta de entrada para otros compatriotas hasta Huelva. Su carácter es emprendedor a la vez que hermético y poco reivindicativo

Dos mujeres chinas jóvenes, entre la multitud onubense de la calle Concepción.
Raquel Rendón / Huelva

11 de mayo 2008 - 01:00

El fenómeno migratorio chino es uno de los más desconocidos para la población española y, por ende, para los onubenses. Y es que los habitantes del país asiático parecen llegar a esta tierra de una forma más discreta, paulatina y ordenada (que no más cómoda), una imagen que queda lejos de la instantánea tantas veces repetida en los medios de comunicación de inmigrantes africanos hacinados en una embarcación rumbo hacia un futuro digno o de la de mujeres del Este de Europa bajando de un autobús para trabajar en los campos de fresa de esta provincia.

El técnico del Centro Hispano Asiático de Cultura de la Universidad de Huelva (CHAC), David Vázquez, define este fenómeno chino como el de "la inmigración silenciosa". Y no lo dice sólo por esa discreción, sino porque la población china se caracteriza por "no quejarse, no reivindicar sus derechos y por tener escasas relaciones con la sociedad receptora, no como los inmigrantes de otros países, que se integran más y son más reivindicativos".

La presencia de asiáticos en España es un fenómeno poco conocido, a pesar de su larga historia y del considerable volumen de población en la actualidad. De hecho, han sido prácticamente ignorados como comunidades de peso hasta el año 2000. La presencia de la inmigración asiática, especialmente china, en España se ha centralizado hasta mediados de la última década del siglo XX en dos ciudades principalmente, Madrid y Barcelona, con tímida presencia en el resto de las ciudades españolas y sin incidencia alguna en los ámbitos rurales.

Desde 2000, las migración asiática resulta muy significativa con la progresiva presencia de familias chinas asociadas al sector terciario (restauración y comercio, principalmente), extendida por toda la geografía española y que ha alcanzado el ámbito rural y es muy notoria en nuestra provincia. El CHAC ha censado hasta finales del pasado año 58 negocios chinos, de los que 38 están ubicados en la capital. Como fruto de ello, puede dar la sensación de que la población china residente aquí es francamente numerosa. Nada más lejos de la realidad: los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística revelan que el número de chinos censados en la provincia onubense el año pasado fue de 235 personas, 191 de ellas residentes de la capital, un dato insignificante si se compara con los 4.861 marroquíes, los 6.116 rumanos o los 1.911 polacos que habitan aquí de forma legal .

Una de las características más señeras de la migración china es su carácter de diáspora: "Se aglutina en comunidades de un mismo origen etnoracial que se distribuyen por diferentes países y que se mantienen a lo largo del tiempo sin asimilarse totalmente a las poblaciones de acogida, manteniendo su propia identidad étnica a través del lenguaje y la cultura, y presentado un fuerte carácter autóctono basado en redes de información y relación con otros grupos de la misma procedencia en otros países y que lleva asociada la influencia de redes muy perfeccionadas de pasaje ilegal de personas", manifestó David Vázquez.

Estas comunidades cuentan con vínculos económicos reales para mantener sus lazos sociales y culturales con el país de origen. Su medio de vida, según el técnico del CHAC, "depende de mantener su lengua materna y el capital social comunitario: los intereses económicos proporcionan una base ideológica para su no asimilación".

Además, las redes familiares y económicas trasnacionales de los ciudadanos chinos son fundamentales para su prosperidad y la relación con sus pueblos de origen les proporciona mano de obra, cónyuges matrimoniales y posibilidades de inversión en sectores inmobiliarios, comerciales y productivos. Esta movilidad a través de la red es constante.

La comunidad china está compuesta fundamentalmente por familias que tienden a ser propietarias de sus propios negocios familiares. Según Vázquez, "son emprendedores y cuando se agoten sus actuales fuentes de ingreso, buscarán otras para salir adelante".

Alrededor de los nuevos negocios de importación 'made in China' se aglutinan familias extensas, muy jóvenes, con una media de edad estimada en torno a los 33 años, puerta de entrada a su vez para otros miembros jóvenes que mantienen o establecen vínculos entre sí. Esta población floreciente cuenta con la dificultad principal del escaso o nulo conocimiento de la cultura receptora.

Amén de las amenazas implícitas en la cultura receptora, en este caso la onubense, los inmigrantes chinos siempre se topan de frente con un muro ineludible: el idioma. "Aunque a un súbdito chino le cuesta aprender cualquier idioma si no lo ha estudiado desde pequeño, como nos ocurre a todos, hay que tener en cuenta que el español es de los más complicados; no sólo para ellos, sino para todo el mundo". La mayoría aprende la sección del idioma que está vinculada a su negocio: "Pueden hablarte de servicios de mesas y de platos, pero no te contestan si les preguntas qué tal están".

Este nulo conocimiento de la lengua por parte de adultos y niños y la mentalidad "un tanto colonialista" que tienen imposibilita el proceso adecuado de aculturación de los mayores, así como serias deficiencias en la educación y en el proceso de socialización de los niños y adolescentes, que rara vez juegan con los amigos del colegio fuera de las aulas.

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