Gente de aquí y de allá

Camilo Gómez Cruz, onubense y flamencólogo

Camilo Gómez Cruz,  onubense y flamencólogo

Camilo Gómez Cruz, onubense y flamencólogo / M.G. (Huelva)

Charlar con Camilo siempre es un placer. Es una persona de verbo fácil, de amplia cultura y con muchas experiencias. Nos conocemos desde su época en la Caja Rural de Huelva, a la que accedió por la llamada de su director general, Manuel Casillas, padre de mi buena amiga Lourdes y suegro del bueno de mi gran amigo, el ganadero Marcelino Acosta.

Mientras hablamos en una terraza de una cafetería de la puntaumbrieña calle Ancha, entre las anécdotas que me cuenta hay una que me gustó mucho. Y es que él, como buen flamencólogo que es, asistió a un congreso sobre flamenco que se celebró en el precioso pueblo jienense de Baeza. Al llegar al hotel donde se hospedaba y, mientras en recepción le tomaban los datos, al decir que era de Huelva el dueño le dijo: “¡Hombre, de Huelva! Allí hice yo la mili de asistente con el capitán Barranco y tengo un magnífico recuerdo de él, de su señora y de sus hijos Mary, Pili y Fernandito”. Fernandito era yo, al que él llevaba todos los días al colegio cogido de la mano como en aquella película de José Luis Ozores: Recluta con niño. Mis padres también lo recordaban con cariño.

Mil y una anécdotas me cuentan el bueno de Camilo, que nació en Huelva en el turbulento mes de junio de 1936, en el barrio de San Sebastián y en el seno de una familia dedicada a la venta ambulante que luego puso una tienda de alpargatas en el Mercado del Carmen.

Después de pasar por el colegio de la calle donde nació, Camilo pasó al Colegio Francés, del que guarda un buen recuerdo de Madame y de Carmen Solís. Más tarde él mismo pasó a regentar la alpargatería y después abrió otra tienda de mercería y confecciones. Él fue siempre muy aventurero y enseguida montó otras tiendas a las que llamó Deca (de Camilo). Se fue a hacer compras a Barcelona, donde había muchas fábricas de tejidos y se hizo un hombre de negocios que enseguida fue requerido por Abelardo Arcos para que trabajase con él.

A todo esto, aparece en su vida una guapa señorita llamada María Victoria Roja Rivera, que le hace “tilín”, lo lleva al altar y tienen tres hijos: José Antonio, Rocío y Mariví. Ella ha sido la compañera de su vida con la que ha compartido toda su existencia y de la que sigue completamente enamorado. Hace muy poco han celebrado las bodas de oro.

Camilo desde muy joven ha sido muy aficionado al flamenco y en ese mundillo lo es y lo ha sido todo. Sin embargo, voy a escribir poco sobre ese asunto porque ya se ha escrito sobre él en la prensa muchísimas veces. Incluso él mismo tuvo páginas semanales dedicada al flamenco y también programas de radio y televisión. Pero sí tengo que decir que fue uno de los 15 fundadores de la Peña Flamenca de Huelva en el año 1972 y, como anécdota muy criticada, mencionar que en sus estatutos decía que los socios debían ser varones. De ahí que las mujeres fundaran posteriormente la Peña Flamenca Femenina, que tan buena labor hace en el mundo del flamenco. Camilo desempeñó muchos cargos, entre ellos el de presidente y, desde el año 2013, es presidente de honor.

Él participó en muchas grabaciones discográficas y en la Antología del Fandango de Huelva y su Provincia. También ha participado en el programa televisivo Raíces, de Televisión Española. Impartió cientos de conferencias sobre el flamenco en casi todas las ciudades de España. Ha publicado varios libros y, en definitiva, se puede decir que es una de las personas que más sabe y mejor conoce este arte.

Camilo Gómez Cruz, a estas alturas de su vida, igual que mucha gente mayor, se ha vuelto muy sentimental y cuando me cuenta cosas se les saltan las lágrimas, especialmente cuando me habla de muchos amigos que se han marchado ya. Me cuenta que siempre su esposa María Victoria y él han tenido muy buena pandilla con la que se han reunido muchas veces no solo para comer o cenar, sino también para viajar por España y por el extranjero, pero que ya muchos no están y, al darme sus nombres, no puede evitar que se le escapen las lágrimas, señal del cariño que aún les tiene.

Cuando está en Punta Umbría le gusta reunirse conmigo y con mis amigos, algo más jóvenes que él, a tomar café y contarnos cosas, así como a oírnos a nosotros, que a veces también tenemos cosas que a él le gusta escuchar. Porque, aunque es un excelente orador, también sabe y le gusta escuchar. Por favor, no tardes en volver a nuestras tertulias buen amigo.

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