Adiós al cabezo de la calle Aragón
En el titán
Una promoción de viviendas se situará apantallando toda la ladera, donde se levantó el antiguo castillo y junto la iglesia de San Pedro Señas de identidad que se van perdiendo
NO lo volveremos a ver más. Esta es la ciudad que oculta sus señas de identidad. El cabezo de la calle Aragón quedará tapado por un edificio de seis alturas.
No es precisamente el cabezo de una calle, sino aquí lo que se presenta es la ladera del cabezo del castillo, clave del asentamiento urbano de la ciudad. Pese a los buenos propósitos del Ayuntamiento y las bendiciones en su día de la Consejería de Cultura, todo sigue igual. Allí sigue el muro tartésico dentro de una propiedad privada. ¡Qué barbaridad! Todavía no se ha rescatado como espacio público.
Mientras, el cabezo sigue colmatado por los edificios que lo rodea por la calle Plácido Bañuelos y Alonso Barba. Las únicas que fueron más respetuosa con él son las Hijas de la Caridad, que levantaron su colegio en la línea de la acera del Paseo de Buenos Aires y lo dejaron libre. Sin embargo, quienes tenían que apretar, desde la extinta Gerencia de Urbanismo, no lo hicieron con sus duros criterios técnicos aplicados en otras zonas de las laderas. En fin, no duele sólo el trato desigual, sino el resultado obtenido: un muro de viviendas que impide verlo.
Como esta es una ciudad de maquetitas, de proyectos eternos, la oferta para el cabezo del castillo era recuperar este espacio. Incluso liberarlo de las casas de la calle Licenciado Juan Agustín de Mora para que sirviera de entrada hacia el recinto. Aquí, arriba, reconquistado el centro histórico de la ciudad, la propuesta era reinventar los muros del castillo aprovechando la existencia de sus cimientos.
Ahora la nueva promoción de viviendas en la calle Aragón levantará un edifico de cuatro plantas con bajo y entreplanta. La pregunta es si superará la cota del cabezo, se espera que no. Ese era el deseo cuando se estudió el planeamiento de la zona. No llegará hasta el muro de la parroquia, para dejar espacio hacia donde un día estará la puerta del castillo, pero todo eso a día de hoy es pura ficción.
Lo real es que se va a perder la mirada que por la calle La Palma se tiene del cabezo y la parroquia. Desde la zona baja hay una visión portentosa que recreó José Caballero en sus Cuadernos de Huelva, que ahora su viuda, María Fernanda Thomas de Carranza, ha donado al pueblo de Huelva y se encuentra depositado en el Ayuntamiento de la ciudad.
Por La Palma se ve el camino a la parte alta de la ciudad desde el río, por la llamada Cuesta Empedrada, donde dicen las crónicas se situaba una puerta de entrada hacia la zona oficial, arriba en el cabezo y plaza de San Pedro, donde en tiempos tenían sede los cabildos secular y eclesiástico.
La ciudad que quiso cambiar la perspectiva de los cabezos reivindicados como señas de identidad, a mantener y recuperar, pierde ahora el de la calle Aragón, como dejó escapar tantos otros en las últimas décadas, caso del de Colombo, o tiene en lista otros como el de Mondaka, en la cuesta de la calle Menéndez Pidal. Se sigue practicando la sesión de peinar los cabezos, como aquí se le denominó a acabar con ellos. Es el caso del de Molino de Viento, donde se abrió el Paseo de Santa Fe, por lo que casi se desploma la iglesia de San Pedro, hizo falta ese muro que hoy tapa la hilera de cipreses, a pesar de estar declarado de interés local. Aquellas prácticas eran para secar las marismas y dar paso, por ejemplo, a la llegada del ferrocarril.
Hay que permanecer atentos al viejo cabezo del castillo. Las últimas intervenciones arqueológicas realizadas antes del tratamiento de su ladera de la calle Aragón, para evitar su desplome como ocurrió lamentablemente en los años cincuenta, con pérdida de vidas humanas, aparecieron evidencias arqueológicas del antiguo acueducto, estructuras medievales e incluso tartésica, así como un fragmento de vasija con la inscripción griega Nike, diosa de la Victoria.
No sabemos si alguna vez se podrá gritar aquí arriba ¡VICTORIA! Será porque se recuperó la zona para disfrute público.
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