Día de afecto y cariño en la aldea, colmada de la ilusión de los rocieros en los momentos previos a la procesión

La alegría de la espera en el Rocío

  • Tras la misa de Pentecostés, los romeros gozan con una jornada de convivencia mientras aguardan a que llegue la noche para disfrutar de la Blanca Paloma

  • Al son de las sevillanas, las casas irradian vida y hermandad

El bullicio del cante y de los bailes en La Carretas, uno de los bares de la aldea, alegró el desayuno y contrastó con la quietud de las calmadas aguas de la marisma del Rocío. En una mesa un grupo de personas entonaban las Sevillanas Bíblicas y rápidamente muchos de los presentes en el local unieron sus voces a pesar de que estaban en otras reuniones. Y es que el Rocío hace hermandad.

Aún no había terminado la misa de Pentecostés y en los alrededores de la ermita se agolpaban los peregrinos y visitantes pata ver a la Blanca Paloma. Largas colas de familias enteras aguardaban en la capilla votiva para depositar sus velas de promesa, mientras los charrés y los caballos pisaban las arenas levantando un polvo que varios camiones mitigaban a golpe de agua. Y es que el día de ayer se vivió como una espera dulce y llena de júbilo. Todos querían verla a Ella.

En las casas de hermandad, los devotos compartían una jornada de convivencia entre amigos y familiares. Ante la puerta de la Casa Hermandad del Rocío de Huelva, Manuel Benítez, carrero desde hace 18 años, mostraba su deseo de ver a la Virgen frente al porche. El camino de ida fue duro, pero “ya ha pasado lo peor y aunque el regreso también será duro, sí que iremos más relajados”, apuntó.

En el interior, el hermano mayor, Carlos Quintero, atendía a todo aquel que entraba. “Lo estoy viviendo con mucha emoción, con mucha alegría y orgulloso de representar a mi hermandad en el Rocío. Y sobre, con el agradecimiento a la Virgen por haberme permitido estar aquí en un año tan especial y extraordinario”, señalaba.

Se refería al Centenario de la Coronación y también al hecho de en este 2019 se cumplen cien años desde que su bisabuelo, Miguel Quintero Domínguez, ocupó su mismo cargo.

Disfrutando de un buen rato con amigos y visitantes, el hermano mayor se preparaba para la noche “más mágica e importante del año para los rocieros”. La noche, según la calificó, del fin de año rociero, ya que “cuando pase la Virgen comenzará a contar un año nuevo para notrosos”.

Relajado entre familiares estaba Francisco Marín Vélez. El hermano mayor de Emigrantes explicaba que a las once de la noche iría a la Plaza Doñana para el Rosario y señalaba que ya estaba nervioso y “loco de ganas” por que llegasen las dos o tres de la mañana.

También se contaban las horas en la Casa Hermandad de Moguer. Allí, la presidenta-hermana mayor, Rocío Gamero, indicó que había amanecido “un día espectacular” y abundaba en la emoción que había sentido al celebrar la función principal de la Hermandad Matriz.

“Hace poco tomé posesión del cargo, así que ha sido mi primera misa y la he vivido con mucha intensidad”, señaló. A la espera del Rosario de las Antorchas, Gamero disfrutaba de la alegría de una tradición firme, sincera y heredada de la familia de su padre.

Mientras tanto, el porche de la Hermandad del Rocío La Estrella de Madrid se llenaba de ambiente. Enrique Úbeda, al frente de esta hermandad –que cuenta con 240 hermanos (de los que 60 han llegado a la aldea) y que está amadrinada por la Hermandad de Trigueros, con la que hace el camino– decía alto y claro cuál era el pensamiento de los allí presentes: “Estamos deseandito que salga la Virgen”.

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