El Rocío

Huelva y Emigrantes se unen en Gato en el camino de vuelta de la Romería del Rocío

  • Las hermandades realizan un camino muy íntimo y familiar, lleno de vivencias

  • Emigrantes llegará mañana a El Punto, donde los recibirá el Ayuntamiento, a las 20:00, y Huelva, a las 21:00

Los hermanos mayores de Huelva y Emigrantes junto a sus simpecados en Gato.

Los hermanos mayores de Huelva y Emigrantes junto a sus simpecados en Gato. / Alberto Domínguez

En el santuario se respira otra tranquilidad, la de la última plegaria dándole gracias a la Virgen del Rocío por esta romería y la de tantas emociones nuevas vividas. Los bancos volvieron tras la procesión del lunes, mientras se afanan en la limpieza de las distintas dependencias. Es la vuelta al día a día en este tiempo Jubilar que ahora se abre.

Se escuchan los cohetes de la partida de las hermandades. La Virgen del Rocío luce flores frescas, continúa hermosa y guapa en su paso en el que recorrió las calles de la aldea en la procesión de la romería del centenario de la coronación canónica. Ya ha vuelto la media luna a sus pies. Los seis blandones están encendidos, se prepara la primera misa de la mañana a la que asiste la Hermandad Matriz que acude en comitiva desde su casa.

En las calles de la aldea todo es un trajín, no hay aglomeraciones sí un poco de caos entre gente, carros, coches... Es una mañana de bastante movimiento que irá dejando a la aldea en el sosiego tras la marcha de los romeros. Se llenan de melancolía las calles de la aldea conforme avanza el día y se va quedando vacía de ese ajetreo de la fiesta de Pentecostés.

En esta partida las hermandades gustan pasar por delante de la puerta de la ermita. Allí se vuelve la carreta. No hay oficialidad alguna como en la presentación. Este es un saludo íntimo de quienes tienen la suerte de estar cerca de la ermita.

Emigrantes es una de las primeras que pasan por aquí para retornar por el camino de Moguer a Huelva. Luego, conforme se va alejando por el paseo de la Marisma, la carreta del Simpecado quedará enmarca por la espadaña del santuario como no queriendo marcharse.

De nuevo en los carros las caras hermosas y las flores en el pelo, acicaladas de belleza en una mañana fresca.

Los que ya han hecho la vuelta otros Rocío saben que todo es distinto, que solo queda por el barrio de las Gallinas el recuerdo de aquella entrada multitudinaria, en la que no se podía andar y todos se agolpan junto al Simpecado en cada una de las sevillanas.

Los eucaliptos que escoltan el sencillo puente se quedan solo escoltándolo y esperando de nuevo el sonido de los carros.

Las comitivas rocieras se van adentrando por el Camino de Moguer y sin darse uno cuenta ya estamos metidos entre los pinares, encinas y hechos. Las arenas están ahora mucho más abiertas.

En la vuelta todo es más tranquilo, hay más tiempo para disfrutar, la ida va cargada de las ansias de la llegada por comenzar. Ahora es el disfrute de lo vivido.

En esta mañana Emigrantes y Huelva van más unidas por la cercanía en el camino, una detrás de otra. Van muy cerca, aunque se van marcando algunos tiempos. En los trecho más difíciles llegan casi a estar una al lado de la otra y el tractor de apoyo acude a auxiliar de Emigrantes a la cabeza de la comitiva de Huelva para sacar de las arenas a los vehículos de avituallamiento que van delante de la carreta.

Emigrantes es la primera en llegar al arroyo de la Cañada y el Simpecado se queda metido en el agua mientras todos toman posición a su alrededor para rezarle la salve. Luego serán una y muchas sevillanas que, como dicen alguna de las letras, suenan a plegarias y piensan ya todos en un próximo Rocío.Este es uno de los momentos que va marcando el adiós, el que se va asimilando que todo va llegando al final.

Huelva también tiene esa tranquilidad que se vivió con Emigrantes. No hay prisas, se canta la misma Salve con idéntica fe que a la ida. Eso sí, ahora se cantan una y otra y otra sevillana... Hay una paz que rebosa en los peregrinos, hay cansancio, pero igualmente alegría. El arroyo nos deja ver su correntía de agua.

Ahora hay que subir la cuesta, los mulos trabajan bien. Mejor que a la ida, están más frescos a esta hora y por este sitio que cuando pasaron el viernes. Los muchos peregrinos de entonces también les agobia, ¿tantos junto al tiro de mula? Hoy trabajan mejor, va todo más relajado, aunque no por ello el camino deja de ser duro. Junto a la carreta, están los que están, los que van siempre. Los peregrinos también sufren las arenas.

Queda todavía un trecho para llegar a Gato, que es el primer objetivo del día. La comitiva camina dibujando estampas hermosas con los tiro de mula de los carros, que van poniendo color entre el verdor que sigue el surco del arroyo de la Cañada y que le da esa belleza singular a este paraje.

La vuelta tiene un encanto muy especial, es más cercana, más familiar e íntima. A los que van en la comitiva se les nota la felicidad, están contentos por lo que viven.

Cercano ya el paraje de Gato, Emigrantes está mucho más cerca. El tamboril abre ahora la comitiva y pone música a esta entrada para que todos descansen. El Simpecado llega y se coloca en uno de estos grandes pinos centenarios. Emigrantes deja hueco al de Huelva que dentro de poco llegará. De nuevo el tamboril anuncia el Simpecado, Huelva se está acercando.

Hay un momento muy íntimo. Toda la Huelva rociera se une aquí en esta catedral de fe entre pinares, vivas y salves.

Este año se quedan juntas las dos carretas, Kiko Martín y Carlos Quintero, hermanos mayores de Emigrantes y Huelva, son protagonistas de este encuentro rociero que marca el hermoso e íntimo camino de vuelta.

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