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Cumplir un siglo no es solo una cuestión de tiempo, sino de esfuerzo y perseverancia. En una provincia como Huelva, donde el vino ha marcado la identidad de pueblos enteros del Condado, Bodegas Sauci celebra cien años de historia convertida en símbolo de resistencia, innovación y belleza.
Y lo hace de la mano de dos mujeres, Begoña y Montserrat Sauci, herederas de una saga que ha sabido mantener vivo el espíritu de la bodega sin renunciar a evolucionar, a emocionar y, sobre todo, a inspirar.
Hablar de Sauci es hablar de una bodega con acento femenino pionera en la DOP Condado de Huelva. En sus muros late la memoria de quienes apostaron por la calidad cuando pocos creían en el futuro del vino onubense, por el arte cuando el negocio parecía cosa de números, y por la sensibilidad cuando el mercado pedía velocidad. Hoy, Begoña y Montserrat recogen ese legado con una mirada contemporánea, sabiendo que el verdadero valor de una empresa centenaria no está en lo que guarda, sino en lo que proyecta.
Ambas crecieron entre botas, albero y el rumor del mosto. De su familia heredaron el respeto por el vino, pero también por las historias que lo acompañan. Por eso han hecho de Bodegas Sauci un espacio donde el arte y la cultura tienen tanto protagonismo como la uva misma. Allí, las barricas conviven con cuadros, esculturas y música, porque como bien defienden, el vino no solo se bebe: se siente, se interpreta y se comparte.
Montserrat Sauci, con su perfil técnico y su visión empresarial, es el equilibrio entre la precisión y el riesgo medido. Begoña, con su talante creativo y su cercanía, aporta esa parte emocional que convierte cada vino en relato. Juntas, representan una forma distinta de entender el sector: una que no busca imitar modelos ajenos, sino consolidar el suyo propio, con raíces en la tierra y alas en la imaginación.
Su trabajo va más allá de mantener una bodega abierta, es una forma de reivindicar el papel de la mujer en la industria del vino, tantas veces fundamental pero pocas veces reconocida. Porque si bien hoy la presencia femenina es cada vez más visible, fueron mujeres como ellas (conocidas a día de hoy todavía como la bodega de las niñas), y como tantas otras anónimas en los lagares, en las oficinas y en las viñas las que abrieron camino con tesón, inteligencia y una sensibilidad distinta.
En este centenario, Sauci no celebra solo el paso del tiempo, sino la permanencia del propósito que heredaron de su padre. Un propósito que huele a roble viejo y eSpinapura, que tiene la textura del trabajo bien hecho y el color dorado de un vino fino del Condado en un atardecer de verano. Su vino sigue siendo un puente entre generaciones, pero también entre disciplinas, entre arte y oficio, entre el ayer y el mañana.
Y es que pocas cosas envejecen tan bien como una historia contada con verdad. Begoña y Montserrat lo saben, lo importante no es solo brindar por lo que fueron, sino por lo que siguen siendo, un ejemplo de cómo la mujer, el arte y el vino pueden fundirse en una misma esencia. Una esencia que, cien años después, sigue teniendo el sabor de Huelva y el alma de la familia Sauci.
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