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Derrota inmerecida de La Palma en Puente Genil

Un momento del encuentro entre el Puente Genil y La Palma.

Un momento del encuentro entre el Puente Genil y La Palma. / Manolo Camacho (Puente Genil)

Lo bueno del fútbol, para bien o para mal, es que sigue teniendo caminos inescrutables, todo impredecible, de ahí su grandeza, a pesar de los avances, nadie sabe de antemano por dónde va a soplar el viento. Y esta vez el camino se le llenó de espinas a La Palma, en Puente Genil, donde perdió por 2-1 y la sensación que dejó a pesar de la derrota, es que ganó muchas cosas, esencialmente personalidad, criterio y prestigio. Los caminos se pueden torcer, como fue el caso en tierras cordobesas ayer, pero queda la imagen, de la que no se come, pero que sirve para saber qué tienes que hacer con tu vida en el futuro.

El partido comenzó a mil por hora y la primera en enseñar credenciales fue La Palma, con un remate de Andrés Pavón al larguero que aún retumba en el aire. La puesta en escena del conjunto de Nacho Molina hizo empinar las orejas a un Puente Genil que no está habituado a que sus rivales le sostengan la mirada. El Manuel Polinario es uno de esos escenarios a los que no accede cualquiera en el sentido de puntuar.

Viendo los locales que aquello no sería salir de paseo al parque, la tripleta que tiene arriba, Alan, Tommy , Salva, esencialmente este último, se puso antenas y radar y a los nueve de partido convirtió en gol para primera llegada. Salva, de espuela, batió sin remisión a Marco. Fue un mazazo porque La Palma era la que firmaba en todas las acciones de contenido futbolero.

A reglón seguido, con el equipo condal sin inmutarse, casi sin pestañear, sin acusar para nada el golpe, remató de nuevo al palo con un misil de Zaca. Para entonces, el partido era un intercambio de golpes en un partido para grabar y ponerlo en las escuelas. Solo Teté y Álex Pérez no entraban en el calor en los palmerinos. Todo lo demás era una sinfonía. Sin embargo, y eso solo lo tienen los aspirantes a todo, que les basta con guiñar un ojo para conquistar tesoros, el Puente Genil iba a llevar a cabo otro golpe. Fallo en defensa, desprotección del segundo palo y Tommy, que pasaba por allí, empujó a red para desconsuelo de La Palma, que asistía a un desenlace cruel por lo que estaba aconteciendo. No se puede hacer más para marcar y no se puede hacer más para minimizar daños. Y la película a ese punto, 28 de partido, era de terror.

Con más amagos que golpes reales se llegó al final del primer tiempo. Nacho Molina, consciente de que tenía que recuperar moral y espíritu, aprovechó el descanso para poner mentes en orden y hacer un cambio, retirando a Pedro Juan y metiendo a Buba, que, como va a su aire, todos pensamos que dentro de la locura a él se le ocurría algo con lo que nadie contase. Se quedó a medias, aunque lo intentó.

Al primer minuto de la reanudación, un gol de Andrés Pavón a la salida de un córner ponía medianamente el equilibrio a lo sucedido, aunque, a decir verdad, el partido aún seguía en deuda con los méritos condales.

El gol lo reactivó todo. A los onubenses porque fueron creciendo en moral y a los locales porque la ventaja que se quedaba en nada. Por todo eso, la segunda mitad fue un ir y venir a todas partes sin pausa ni respiro. Igual aparecía La Palma formando el lío que lo hacía el Puente Genil para meter sustos de muerte por cielo, mar y tierra. Ahí emergió la figura de Marco Montaño y lo hizo también Álex Pérez, mientras que Teté era un alma perdida en el partido.

Así se fueron quemando minutos y opciones. Lo intentó La Palma, pero no halló el camino. Nada que reprocharle. Porque cuando uno lo pone todo y no le queda nada dentro, entonces se marcha para casa con la conciencia tranquila.

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