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Serbia-Gran Bretaña de la Copa Davis en Málaga: El tenis según Djokovic

Novak Djokovic manda un beso al público. Novak Djokovic manda un beso al público.

Novak Djokovic manda un beso al público. / Javier Albiñana

El esperado debut de Novak Djokovic sobre las tablas del Martín Carpena no defraudó las expectativas. Un Palacio rebosante, con mucho inglés y serbios muy ruidosos. “Idemo, Nole”, gritan, el equivalente al “Vamos” español. Es inevitable no pensar en lo que hubiera sido un duelo contra España con Alcaraz y Nadal en este tramo final de temporada. Pero es ciencia ficción ahora mismo. Marciana es también la carrera del genio de Belgrado, que a sus 36 años sigue desplegando un juego que no tiene parangón en el circuito. A un número 18 del mundo como es el británico Cameron Norrie, un notable jugador, lo dejó sin argumentos desde bastante pronto (6-4 y 6-4). Con la sensación de que Djokovic jugaba en tercera y tenía en el bolsillo mucho más. Pero tampoco racaneó. Corrió, devolvió casi todo con ese juego defensivo que es una locura. La capacidad de convertir un golpe muy bueno del rival en su propia condena, un boomerang que se vuelve letal.

Han pasado en estos dos años por Málaga varios Top 20 del mundo, pero es evidente que Djokovic es otro planeta. La facilidad para abrir ángulos, para leer golpes del rival, para anticiparse a lo que están pensando al otro lado de la red, abrirse de piernas desafiando a los límites de la lógica con una elasticidad increíble... Y, claro, su ofensiva. Regularidad en el saque, colocarse en el centro a repartir de derecho y de revés. El manejo de los efectos y cómo va administrando veneno en cada golpe al contrario, volear con el frac puesto y dejar muerta la bola.

Djokovic golpea de revés. Djokovic golpea de revés.

Djokovic golpea de revés. / Javier Albiñana

En su faceta de showman, algún gesto inherente que hay a quien no le gusta, como mandar besitos a la afición británica tras conseguir el primer set, pero también algún “bravo” o aplausos sobre la raqueta tras grandes golpes de Norrie, que los dio porque es bueno, pero terrenal. Djokovic juega en otra esfera. Y un enganchón con la afición británica al final, que no le dejaba hablar ante el micrófono.

El partido duró poco menos de hora y media, tiempo suficiente para deleitarse con el despliegue de un Djokovic al que no se le adivina fin. Empezó bien, pero fue elevando el ritmo. Con Norrie sacando antes le rompió para colocar el 3-2. Tuvo un 0-40 para poner el 5-2 pero el británico le aguantó y le obligó a servir para ganar la primera manga por 6-4. En la segunda el guion fue similar. En el primer saque de Norrie llegó el break. Con 3-1, el zurdo, algo que destacaba en la previa Djokovic como un arma peligrosa, levantaba varias bolas de break que se había fabricado el serbio y enardecía al público británico, mayoría, que celebraba el orgullo de su jugador. Pero no había manera. El triunfo de Djokovic estaba ahí visto para sentencia (6-4). “Considero Andalucía mi segunda casa. Muchísimas gracias a todos los españoles, sé que no es ideal que no esté España aquí jugando, pero gracias por vuestra presencia”, se despedía del público en un perfecto castellano.

Djokovic, ante la afición británica. Djokovic, ante la afición británica.

Djokovic, ante la afición británica. / Javier Albiñana

El 2-0 que rubricó Djokovic llegó gracias a la victoria previa de Miomir Kecmanovic sobre Jack Draper por un doble 7-6 (3 y 6). Un duelo sobre el papel mucho más igualado, entre el 55 y el 60 del mundo. Fue superior en sensaciones durante todo el encuentro Kecmanovic, que llevó el peso y jugó mejor. Muy seguro, con muy pocos errores no forzados y un saque con el que no dio tregua. Tuvo más temple en las dos muertes súbitas que un Draper (21 años) con golpe muy interesantes pero con alguna dificultad para elegir bajo presión. Un jugador interesante, en cualquier caso.

Kecmanovic es un buen escudero para Djokovic. Llegaba de cuatro derrotas consecutivas en el circuito, pero en su primera aparición pareció bastante fresco de piernas y mentalmente estable para competir en un torneo como la Davis. Superó todos los momentos de estrés con gran frialdad y salió con la flecha hacia arriba.

Cameron Norrie, durante el duelo. Cameron Norrie, durante el duelo.

Cameron Norrie, durante el duelo. / Javier Albiñana

Así que se verá este sábado la semifinal soñada, el Serbia-Italia (12:00 horas), con la reedición del duelo entre Djokovic y Sinner, tercero en apenas 10 días. Un choque de un calibre inmenso, pocos partidos de tenis mejores se pueden ver en el mundo ahora mismo que el que disputarán el veterano serbio y el pujante italiano. Antes habrá que ver los movimientos de los seleccionadores para el segundo jugador que abra la escena, pero el espectáculo está garantizado. Y puede que hasta por partida doble. Sinner jugó el duelo decisivo del doble ante Países Bajos y Djokovic estaba apuntado por si había tercero ante Gran Bretaña.

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