Se acercan los días de pregones de Semana Santa. En numerosas ciudades y pueblos de España habrá loas cofrades y glosas de la Pasión como antesala del cada vez más cercano Domingo de Ramos. Son días de trajes de chaqueta oscuros para ellos y falda larga para ellas. Ya se sabe que el mundo de la Semana Santa es muy cumplido con el protocolo y no le falta un perejil en sus grandes ocasiones. Y eso está muy bien.

En Madrid también van a tener el próximo domingo un pregón muy interesante y que está levantando enorme expectación. Será el momento en el que Susana Díaz, por fin, materialice en verbo los motivos y razones que la han llevado a decidir que quiere ser secretaria general del PSOE tras las primarias de mayo. La presidenta de la Junta está preparando un gran acto en la capital del Reino para exponer su doctrina, declarar sus intenciones y prometer el paraíso a quienes sigan sus enseñanzas. Será su particular sermón de la montaña. El momento en el que expondrá las bienaventuranzas de las que disfrutarán sus seguidores, la hora en la que ya no haya marcha atrás en su camino hacia el liderazgo máximo de su partido. A partir de ahí veremos si su decisión la lleva a ser recibida con palmas de bienvenida en la sede de Ferraz a finales de mayo o acaba subiendo a un Gólgota particular víctima del cainismo de los compañeros.

La decisión de Susana Díaz tiene mucho de meditada y aún más de medida. Nadie puede creer que la presidenta andaluza se tire a la piscina de la lucha fratricida sin tener bien atados sus apoyos. O al menos teniendo muy calculados los riesgos que corre. Su estrategia lleva tiempo siendo trazada y apóstoles no le faltarán a su causa. Los principales líderes históricos que aún mantienen los socialistas, la mayoría de los barones con mando en plaza y las siempre bien formadas tropas del sur de España la acompañan y aclaman en su desafío.

Enfrente, el panorama al que se va a enfrentar tiene un rival claro y un hombre sensato que va camino de otro fracaso político. El segundo es Patxi López, político de esos de los que casi todos hablan bien pero que ha tenido la mala suerte de lidiar cuando peor estaba la cosa y de elegir en determinados momentos la peor opción. El primero es Pedro Sánchez, Quijote de los críticos, azote de los pactos con el PP, caballero andante del socialismo más a la izquierda y voz de la militancia que se siente traicionada desde que un Comité Federal tumbara el resultado de las primeras primarias de la historia del puño y la rosa. Sánchez va casi solo, se presenta como un hombre llamado a cumplir un mandato casi divino, como un mesías con la única misión de salvar al socialismo del marasmo de duda e indefinición en el que se encuentra. O yo o la nada, viene a decir.

En esta lucha de sermones, el PSOE se debate para ver quién de verdad promete la resurrección y la vida. Una pugna en la que habrá no pocos fariseos y más de un Judas. Un enfrentamiento entre el Lázaro madrileño y la elegida trianera. Todo un relato bíblico que tiene mucho más de Caín y Abel que de Adán y Eva.

Y mientras todo eso ocurre, Rajoy sonríe recostado.

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