P ABLO Iglesias está que se sale. La verdad es que coleta morada anda metido en tal carajera interna que a este paso va a conseguir sorber y soplar a la vez. El desafío independentista catalán lo ha cogido completamente desprevenido y lo tiene dando bandazos a un lado y a otro sin saber muy bien por cuál de ellos tirar. En un hombre que viene de la Universidad y del análisis profundo es llamativamente sospechoso que se esté conduciendo de manera que en apenas tres meses haya defendido una cosa y la contraria sin ningún tipo de pudor. El estratégico arrinconamiento al que le ha sometido Rajoy, con la ayuda de Sánchez y Rivera, en la resolución de la crisis catalana lo ha desquiciado por completo y fruto de ese descontrol anda deprimido y carente de brújula.

La última ocurrencia del líder de Podemos ha sido la de dar carta de naturaleza a un recurso ante el Tribunal Constitucional por el modo en el que el Gobierno ha aplicado el artículo 155 en Cataluña. Al parecer de los recurrentes la situación nacida de la DUI del 27 de octubre no era la suficientemente extrema como para hacer lo que se hizo y mucho menos para mandar a su casa a los parlamentarios y al Govern que se pasaron por el arco del triunfo la legalidad democrática. Vamos, que como diría la ínclita Marta Rovira aquello fue todo un invento del Estado para joder la marrana. Cosas veredes, amigo Sancho.

Desesperado por su pérdida de peso nacional y, sobre todo, por el adelgazamiento de su masa electoral en la comunidad rebelde, Podemos ha optado por sumarse a las tesis independentistas para insistir en su permanente estrategia de poner en duda toda la arquitectura institucional del país. Al tiempo, calma a Domènech y Colau, que tampoco están muy finos últimamente y trata de pescar en caladeros irredentos que puedan andar cabreados con el lamentable espectáculo que el Govern cesado y su representantes están dando por las esquinas. Ignorantes, por lo que parece, de que por la gatera se les están yendo sus propios fieles.

Pablo Iglesias se juega en las urnas del 21-D mucho más que los resultados de unas autonómicas. Si las encuestas cumplen lo previsto, la formación morada va a sufrir un duro varapalo a finales de este mes por mucho que se haya encomendado a la alcaldesa de Barcelona. Pero no sólo lo va a pagar en Cataluña, sino que su fuerza en toda España declina a la misma velocidad que sus avispadas apariciones televisivas. Las veleidades independentistas no parecen coincidir mucho con los intereses de los votantes en el resto de la piel de toro y eso tiene mal arreglo. Al tiempo, la estrategia de ensimismamiento y persecución del disidente lo está dejando solo ante el peligro y preso de las presiones de una corte cada vez más exigua física e intelectualmente. Mal asunto esto del Constitucional, amigo Pablo. Un hombre con tantos recursos no puede liarse en el más sencillo.

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