E S lo nunca visto, el PP se está podemizando. ¿Cuándo habías visto tú a militantes del partido pidiendo participar en las decisiones de la dirección? Así de mal debe andar la cosa por ahí, quillo". Quien habla de este modo es una persona vinculada a la política municipal desde hace mucho tiempo que no sale de su asombro ante lo que está sucediendo en la parroquia popular de la capital. La reunión del viernes 9 en El Comercial, local señero de la historia contemporánea onubense, ha sacudido los cimientos del PP y ha vuelto a poner de manifiesto -por quincuagésima sexta vez en tres años- cómo de mal están las cosas en ese patio.

Si estuviésemos hablando de otras formaciones, tipo IU o PSOE, la aparición de una corriente descontenta o crítica con la dirección no nos sorprendería, pues la izquierda es muy dada a este tipo de situaciones. Sin embargo, que esto ocurra en una formación "presidencialista" (Duarte, dixit) no es nada habitual. Y lo peor es que aquí parece que nadie se entera de nada. La polémica entre la dirección y los militantes se ha resuelto con el portavoz apuntando al posible inductor del encuentro, sin citarlo expresamente, y con la constatación de que la dirección no quiere hablar de nada de candidatos con sus bases porque ya está más que decidido. Bueno, la verdad es que la dirección no habla del candidato ni con los militantes ni con nadie, que hasta Pilar Miranda tuvo un entrañable arrebato de sinceridad al admitir que no sabe quién será, no le han consultado y que espera enterarse por la dirección y no por los medios de comunicación. Si esto lo dice la portavoz del grupo municipal háganse ustedes una idea de por dónde van los tiros.

Y eso que toda esta movida no es más que la espuma de una realidad mayor a la que nadie parece querer echarle la cara. Esa sustantividad radica en que las previsiones electorales del partido son algo peor que malas, que el trabajo del grupo municipal dista de estar apegado a la calle, que la dirección provincial no parece haber calado en la zona más relevante del partido -Huelva concentra el 20% de la militancia- y que las continuas peleas que ha dejado la caída del periquismo han acabado por ofrecer una imagen del PP fracturada, enfrentada y a la deriva. Ni Manuel Andrés González, ni su equipo, ni la propia Loles López parecen capaces de atajar una sangría que amenaza con diezmar su representación en el Ayuntamiento y, por tanto, en la Diputación. La imagen que se ofrece continuamente es de una serie de grupos que acuden a los sitios cada uno por su cuenta. Están los que van con la dirección, los que navegan, los que sobreviven y los que, directamente, pasan. Menos mal que está el facebook para que nos narren dónde han tomado café.

Un partido que durante 20 años ha ostentado el gobierno de la ciudad no debería permitirse esta imagen ni debería dilapidar lo bueno, que lo hubo y mucho, que se logró con Pedro Rodríguez como primer edil. Sin embargo, en lugar de buscar soluciones, lo que manda es buscar culpables, perseguir disidencias y seguir lanzando la pelota hacia adelante como si aquí no pasara nada. Hasta que lleguen las elecciones y el crujir de dientes. A ver quién queda en pie ese día.

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