Los chirlos mirlos

Seguimos invocando el dedo que señale el final del atraso, la mesa en que mediar para salir del trance

Si desean conocer el mantra que envuelve las fauces del título será cuestión de descifrar el embrujo de aquella juventud que anticipándose a Tip, en su humor cabalístico, hacía crecer esos imponderables onubenses en los que la santificación de la jumera gravitaba hasta los estamentos más estrictos de nuestra sociedad.

En sí mismo llega a significar un absurdo, una entelequia, un no sé qué que no sé yo y por si acaso ya veremos, un devenir del dadaísmo anticipado en la voz de aquellos aires sesentones cuando la rosaleda de la Plaza las Monjas aún veía amanecer, entre relinchos de caballos y rostros de tritones, a quienes dirigían sus pasos trasvelados hacia la cueva silenciosa de Morfeo.

Hablar de aquello es hoy materia de plena actualidad porque no me dirán que las divagaciones torticeras y las insinuaciones demenciales, por tantas lunas que no recuerdan ni los arapahoes, son pura alquimia trasvasada al siglo XXI, tarantelas de brindis al sol en tardes encapotadas de artilugios nefastos. Pasto de una ciudad que desconoce de dónde viene y adónde va.

Munición para los demandantes de infraestructuras parnasianas, cuando invocábamos aquel otro Plus Ultra (más allá) que siempre perseguimos y jamás alcanzamos y que perpetuamente añoramos, clamando por las redes de ese gran galeón de la palabra, de la convocatoria, los comités de expertos, los agentes sociales y económicos en pro de un imposible desarrollo

A esta hora seguimos evocando el dedo que señale el final del atraso, la mesa en que mediar para salir del trance mortuorio, la voz que se haga oír en esos páramos de la Administración y nos rescate del agravio comparativo y consentido, con esta tierra pionera y feraz.

Antes que el realismo mágico ya estábamos nosotros inventando el estilista toreo de salón idiomático, con léxico propio e indescifrable, en el que todo formulismo era depuesto por el roneo de unos innovadores veinteañeros.

Nada es en sí lo que vemos, si acaso una leve apariencia. Seguimos disertando en los foros diseñando estrategias sin rumbo y disipando el tiempo.

Aquí, los de la panda del quejío colectivista seguirán dando tumbos. Por eso no puedo dejar de recurrir a aquella fantasía verbal: "Los chirlos mirlos y los garabitates negros". Una parodia cínica para cuantos se aferran a la palabrería estéril.

Aquel absurdo sigue vivo de espanto.

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