Han caído el viceconsejero de Salud y el gerente del SAS. En Granada, la gerente del hospital y el director médico también han hecho las maletas tras un efímero mandato. En Jerez de la Frontera más de 5.000 personas se manifestaron el domingo. En Cádiz recibieron a Susana Díaz el miércoles con una sonora pitada y algún que otro incidente. La sanidad le ha estallado en las manos al Gobierno andaluz y amenaza con estropearle a Susana Díaz sus posibles planes de emigración hacia Madrid. La "joya de la corona" se ha convertido en caramelo envenenado que nadie tiene muy claro cómo solucionar. Se ha tardado una eternidad en afrontar algo que era más que un problema y las medidas que se están tomando aparecen como parches y arreglos sobre la marcha más que como actuaciones estructurales sobre un sistema en profunda depresión.

Tras la crisis del martes, el consejero de Salud, Aquilino Alonso, compareció el miércoles en el Parlamento andaluz para enfrentarse a una oposición que le atacó sin piedad. Lo mismo hizo la presidenta un día después. Defendió Alonso que tenemos una sanidad de calidad, asumió el error de no haber escuchado a la calle y avanzó que se trabaja para incorporar plantilla y para solucionar, sobre todo, los problemas detectados en Granada y en Huelva. Hasta aquí bien. Es cierto que la sanidad andaluza es buena, principalmente por la dedicación de sus profesionales. Es cierto que es necesario ampliar plantillas. Y no lo es menos que hay que arreglar carencias. En el caso de Huelva, sin embargo, el consejero no fue mucho más allá de insistir en la intención de mejorar el área pediátrica. Lo mismo dijo Díaz, que al hablar de "generosidad" en las dimisiones me da a mí que provoca más que soluciona.

La nueva estrategia de la Junta ha recibido un mínimo voto de confianza tanto de la plataforma Huelva por una sanidad digna -eso sí, previo corte de cabeza del gerente del CHUH- como de los sindicatos profesionales, que se declaran expectantes ante los nuevos tiempos y abiertos al diálogo. Mucho hay que hablar si se da marcha atrás a una fusión que lleva ya varios años de recorrido. Mucho hay que tratar para dotar a la provincia de una cartera completa que deje como un mal recuerdo los viajes a Sevilla para hacerse pruebas. Y aún más hay que negociar para tapar las carencias de centros hospitalarios que sufren los onubenses.

La situación de Huelva poco o nada tiene que ver con la de Granada. Más allá de que las circunstancias de los profesionales puedan ser similares por los recortes, la realidad del paciente onubense tiene más que ver con cuestiones estructurales y de dotación de recursos y servicios. Aquí es donde va a tener que fajarse la nueva viceconsejera, Maribel Baena, y hacer gala de ese talante negociador que se le conocía ya en sus tiempos de delegada en Córdoba. El plan a trazar ha de ser profundo y solucionar la raíz de las carencias. En el Gobierno andaluz han de ser conscientes de ello si no quieren que el vaso de la paciencia vuelva a colmarse y la calle tome otra vez la palabra. Esto no es una cuestión política, se trata de dar a los ciudadanos esa atención de primera que se merecen. Lo demás son sólo palabras.

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