Un buen puesto de trabajo, un sistema de salud que responda bien cuando uno está enfermo y una educación digna y de calidad para los hijos. Ésas son las aspiraciones que tiene cualquier ciudadano que viva en un país desarrollado y sea partícipe del Estado de Bienestar. Tranquilidad para vivir sin apreturas, sosiego para superar los males cuando estos aquejan y certeza de que los descendientes van a recibir una formación adecuada y correcta con la que puedan abrirse camino en el futuro. Así de sencillo, así de obvio. Cualquier persona sueña con disfrutar de estas sencillas aspiraciones para llevar a cabo una existencia en la que no tenga mayores vaivenes que los que la vida, en su transcurrir, le marca. Si un ciudadano ve temblar alguna de estas ambiciones, se pone nervioso, si ve cimbrearse las tres quien debe ponerse nervioso es quien lo gobierna.

Eso es lo que deberían pensar nuestros dirigentes al ver el resultado que arroja el último estudio que realiza el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (Cadpea), dependiente de la Universidad de Granada. Según estos expertos paro, sanidad y educación ocupan los primeros lugares en las preocupaciones de los onubenses. Y no precisamente para bien. Es normal que con casi 56.600 personas sin trabajo lo primero sea pensar en solucionar este problema. Para quienes están en el desempleo y, también, para quienes tienen tajo y a los que no se les va de la mente el riesgo que corren de perderlo. Estos últimos años han demostrado que no hay torre que la crisis no sea capaz de derrumbar ni ocupación susceptible de pasar a mejor vida.

Más llamativo es que la sanidad y la educación se sitúen en la parte alta de los sinsabores ciudadanos. Y lo hagan además superando con mucho la media de preocupación que existe en Andalucía por las mismas materias. En Huelva ya se ha instalado por completo la sensación de que padecemos un sistema sanitario manifiestamente mejorable. La marea blanca que ha sacado a miles de choqueros a la calle ha dejado claro que ya es hora de acabar con el agravio histórico que padece la provincia. No es sólo que se trate de recortes en personal, sino que hay hastío tras lustros de carretera y coche para recibir tratamiento en provincias vecinas. Un cansancio ante el que la Junta tiene que actuar rápido y con determinación si no quiere que la bola de insatisfacción siga creciendo.

Y luego está la educación. El desastre legislativo que padece el país, con leyes que se superponen y sustituyen unas a otras sin más interés que el del rédito político, ha derivado en una desazón generalizada. Los pésimos resultados en todas las pruebas de nivel planteadas, el elevado índice de abandono escolar y la escasa cualificación de gran parte de la juventud llevan a maltraer a los padres. La educación, el verdadero legado de una sociedad para sus hijos, camina sin rumbo. El cortoplacismo prima en su gestión y hay una ofensiva utilización de la misma por parte de todos los partidos.

Paro, sanidad y educación. Tres preocupaciones convertidas en problemas. Tres motivos para perder el sueño. Tres prioridades de cualquier buen gobernante. ¿He dicho buen gobernante?

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