En Belén brilló una estrella. Y su luz se hizo universal. Y los pastores de Beit Sahour se acercaron a un pesebre cercano y contemplaron el mayor de los milagros de nuestra fe. Dios hecho hombre había nacido del vientre de una virgen, como un rayo de sol, sin romperla ni mancharla. El mundo giraba ya en una órbita distinta porque la Redención del género humano comenzaba.

El 25 de diciembre es la fecha más aproximada que se señaló para la celebración de este día que iba a ser bandera de un orbe en el hecho más transcendental que vieron los siglos.

Un día la Providencia me llevó a esa Tierra Santa donde las huellas de Jesús permanecen inalterables. Y muy cerca de Belén, en el llamado Campo de los Pastores, viví la emoción de contemplar un lugar donde la tradición y la historia marcan el lugar del Nacimiento de Cristo.

Cuantos onubenses hemos visitado Belén sentimos una prueba de nuestra fe donde hoy no se cantan villancicos, y la alegría ha dado paso al miedo de los misiles que vuelan en son de muerte por esos lares de Israel.

La eterna guerra que sume aquellos territorios sigue recordándonos aquellas palabras que el pueblo judío pronunció ante el Pretorio cuando Pilatos pronunciaba una sentencia injusta. Y la sangre de aquel Justo sigue cayendo sobre sus cabezas, en la amenaza que sólo la buena voluntad y el sosiego de las ideas pudieran algún día brindar a una tierra que es de todos en la evocación del gran suceso, que una noche aconteció a la luz universal de una Estrella que brilló en el cielo de la Humanidad.

Ante los altares de las iglesias, las figuras hechas esculturas en el arte, nos muestran esa estampa de la Sagrada Familia, junto a la mula y al buey, en una emocionante escena que desde niño enamoró nuestros corazones. En los hogares sigue perdurando el montaje de los Belenes, nosotros le decimos “nacimientos”, que es como la demostración de la vivencia hogareña y familiar de una creencia que nos hace felices en estas fechas en las que el año se despide de nosotros.

En aquella noche de siglos, los ángeles cantaron un deseo permanente: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Pero hoy en el primer cuarto del siglo XXI, esa voluntad se diluye en guerras, muertes, odios que grupos de terroristas ávidos de poder y de egoístas derechos muy discutibles, ponen a prueba la Tierra de Jesús en una escalada incalificable de hechos para el sufrimiento de la gente sencilla y abandonada a su suerte en la manipulación de los demás.

Mañana es día 25, Navidad. Dios vuelve a nacer para todos, y nuestras conciencias deben ser cunas para recibirlo, con alegría y con fe. Allá en Belén, los franciscanos seguirán haciendo de pastores en una tierra difícil de soluciones y llena de esperanzas de Paz y de Bien.

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