DESPUÉS de 300 días en los que el bochorno ha sido mayúsculo, al fin estamos como hace mucho debimos estar y ya tenemos Gobierno. Mariano Rajoy resultó elegido ayer en segunda votación como presidente del Ejecutivo y el jueves por la tarde dará a conocer los nombres de su nuevo gabinete. En una demostración de que la mejor forma de resistir es permanecer parado, el líder del PP ha conseguido el 29 de octubre de 2016 lo que tuvo claro que iba a lograr el 21 de diciembre de 2015.

El gallego repite en La Moncloa gracias a las abstenciones del PSOE, un partido roto, desmembrado, al que le queda una enorme travesía del desierto por delante para recuperar no ya su techo electoral, sino su prestigio ante los ciudadanos. El sainete protagonizado en estos diez meses por lo chicos del puño y la rosa ha sido antológico y al menos pueden tener el consuelo de que la larga travesía por el desierto que les toca la harán como principal partido de la oposición.

Ciudadanos afronta al fin una legislatura para hacerse mayor y medir hasta dónde llegan sus posibilidades y su posibilismo. Mientras, los nacionalistas permanecen como estaban. Unos, montunos, empeñados en demostrar que el Universo está en su contra. Otros, inteligentes, agazapados a la espera de rascar mucho y bien en las negociaciones del nuevo Gobierno.

Y luego tenemos a Podemos. Pablo Iglesias y sus chicos han optado por tirarse al monte e intentar recuperar en las calles lo que las urnas no han querido darles en las dos citas electorales del último año. El profesor de la coleta amenaza con convertir la legislatura en una sucesión de actos reivindicativos que empezarán por molestar y acabarán por ser tragicómicos. Coleta morada, como él mismo se denominó en ciertos momentos, parece determinado a que la pantomima que arrancó con los diversos juramentos de sus parlamentarios allá por primavera, continúe con espantadas infantiles de corto recorrido como la del pasado jueves. Centrado en lo que se dice de él en las redes y en la imagen que da ante el espejo, el líder podemita parece empeñado en denostar el sistema democrático que le ha puesto donde está y le permite decir y hacer lo que hace, más que en proponer medidas y soluciones de algún tipo. Tildar al nuevo Gobierno de golpista y acusar a los parlamentarios de delincuentes para, a continuación, irse a recibir cariñitos de su muchachada sería motivo de mofa si no fuera tan preocupante.

Podemos parece haber decidido que las urnas no valen para nada, que los millones de votos que son diferentes a los suyos son indignos de vivir su misma existencia y que la política de acuerdos es una basura si no está enfocada exclusivamente a situarlos a ellos al mando del chiringuito. Iglesias se proclama como la voz de los sin voz al tiempo que trata de pisotear todas las voces discrepantes dentro de su propio partido. Ése es su profundo convencimiento democrático. Mucho va a sudar estos años el hombre de la coleta, porque desde ayer ya hay Gobierno y me da a mí que la cosa va a ir para largo. Que no está el PSOE para aventuras.

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