Bruja", "marranos", "imbécil", "a la mierda" …, intercalando entre palabra y palabra, un "joder". Se trata de una brevísima selección de lindezas, de la amplia colección de la que echan mano los señores diputados cuando no les salen las cosas como ellos quisieran. Hay muchas más, pero da vergüenza escribirlas y no se equivoquen, no tiene como escenario el recreo del patio del instituto. El contexto es el Congreso de los Diputados, la Cámara Baja de las Cortes.

Decepcionante que esos que patalean cuando algo no les gusta, esos a los que les divierte el "joder", como muletilla, esos que se sienten cómodos ante los insultos, no solo no se avergüenzan, sino que les hace mucha gracia… No queda ahí la cosa, esos que optan por golpes y pataleos, son los responsables de aprobar los presupuestos y de controlar las acciones del Gobierno y ¿saben qué pasa? Que "A río revuelto, ganancia de pescadores", lo que significa que se está viviendo en el Congreso una Edad de oro en cuanto a vulgaridad y un Goya merecen los diputados si de ordinariez se trata.

Se comprende ahora que para evadirse de este ambiente tan tóxico, Pablo Casado lleve un tiempo rodeado de cerditos y acariciando con mimo a las ovejitas, señal inequívoca de que se defiende la calidad de la carne. No obstante, ni rodeado de animales y de naturaleza parece relajarse. Desde aquel "¿qué coño tiene que pasar?" … abre los ojos demasiado y le brillan tanto de un tiempo a esta parte, que hasta da un poco de miedo ¿Será que anda algo estresado? ¿Será esa la razón de que pierda las formas tan pronto? Ha convertido su "oposición a toda la oposición" en un hábito; dicen que se entrena antes de acceder al hemiciclo. Es posible que Casado entienda que luchar para defender sus ideas significa anclarse en el "No", uno de esos que brotan espontáneamente cuando se pierden los papeles, sin reflexión y demasiada precipitación.

Lo peor no es que llegue a perder la perspectiva y desaproveche las oportunidades que se le presenten, todavía es peor que llegue a pensar que sus ideas no solamente son las mejores, sino las únicas. Por ejemplo, ¿No convendría reconocer que es un error que se regularicen los riesgos ilegales en Doñana por mucho que Moreno se empeñe en lo contrario? ¿No es contradictorio protestar por las ayudas europeas, a pesar de las felicitaciones de Bruselas?

Tomar la grosería como gracia es una manera de frivolizar el descaro. Defender lo indefendible es una actitud penosa.

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