Cuando este artículo se escribe, se ignora cómo se desarrolla el 1-O. Cuando este artículo se escribe, nada nuevo puede aportar a lo que tanto se ha dicho y divulgado sobre el proceso independentista. Pero cuando este artículo se escribe, quien lo firma lo siente como una oportunidad para compartir algunas reflexiones: cómo la capacidad de sorpresa no tiene límites y, sobre todo, y lo más preocupante, cómo se ha evidenciado la facilidad del personal para exaltarse.

Vaya por delante que admiro a quienes opinan con entusiasmo porque le aporta credibilidad a sus ideas. Que pueden embelesarme quienes discuten con ímpetu porque manifiestan seguridad. Que me dejan prendada quienes debaten con efusión… Me atrapa la pasión y el apasionarse no solamente con personas, sino con tu trabajo o tus aficiones… Pero de ahí a que se aviven tan desmesuradamente los sentimientos, de ahí a que se llegue a perder la moderación, de ahí a que la pasión se convierta en exaltación… Por ahí no paso.

Estas semanas de catalanismo se han convertido en una prueba para nuestra paciencia. Se ha tenido que soportar a exaltados dando mítines en la cola del súper, exaltados opinando sin información, exaltados augurando el fin del mundo y, el colmo de los colmos, exaltados dándole una despedida a las fuerzas de la Guardia Civil absolutamente desproporcionada e inoportuna. No, no voy a referirme al célebre "a por ellos". Quiero pensar que es una fórmula vacía de intenciones guerreras (cuando se popularizó en los Mundiales de fútbol no se pensaba en "matar" al equipo contrario). Creo que fue una despedida desproporcionada porque no recuerdo ninguna parecida en España cuando la Guardia Civil ha partido para Kosovo, los Balcanes, Palestina, Afganistán o Timor… ¿Es que en Cataluña hay más peligro que en estos países?. ¿O es que no merecían honores entonces? Y creo que es inoportuna porque, según aseguran fuentes fidedignas, los independentistas son en su mayoría los "charnegos", hijos de inmigrantes, en su mayoría andaluces, a los que no queremos dañar.

En fin, que el procés, como dicen ellos, debería analizarse además, como una magnífica oportunidad de aprendizaje. Una coyuntura que haga reflexionar sobre lo que no se debe hacer. Una ocasión para alejarnos de la exaltación, por mucho que se disfrace de patriótica. Un período para pensar en las circunstancias por las que se pierden los papeles y personas razonables se suman al vocerío de las masas, sin saber bien qué gritan ni por qué.

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