La Estación del tiempo

Brindo por Íñigo, el "uno", que nos deja Madrid a 3 horas y Sevilla a 40 minutos

Si todavía sigue vivo el recuerdo y las neuronas no me juegan una mala pasada, entonces creo volver atrás y contaros, cómo desde pequeños, nuestros padres nos acercaban a la Estación, siempre en domingo, donde veíamos actuar al intérprete de un cuento que situado junto a la cabecera del andén, agitaba su banderola roja y dotaba al silbato de un aire marcial, indicando a la panzuda máquina el inicio de su preciso recorrido, reloj en mano.

Eso era por los cincuenta del siglo pasado, cuando la capital sumaba apenas sesenta mil almas y aún sonaban las voces de los ropavejeros, paragüeros, hojalateros, lampistas y lecheros, o cuando aún existían las cuevas del Chorrito, la Casa de don Hugo, los Brasiles y la Primera Fuente, entre otras huellas del pasado, ausentes de la memoria colectiva. Ya entonces competíamos con otros territorios en materia de infraestructuras. Hoy, cualquiera nos da sopa con ondas.

Avanzado con pasmosa lentitud, hemos inaugurado un nuevo enclave de transporte donde el ferrocarril juega un papel tan importante que no es posible proyectar el despegue económico sin que ese imprescindible medio de comunicación forme parte de nuestra estrategia de futuro y nuestro potente desarrollo, lo que nos lleva a citar esa promesa histórica de un AVE que se vende a precio electoral con un Descubrimiento forjado en La Rábida y hurtado al más alto interés por la astuta y Universal, Expo 92.

Abrazamos un sueño que acabó convirtiéndose en negra pesadilla y en ella, nuestros queridos próceres firmaron y conjuraron para no despertarse y afrontar la dura realidad que nos ha condenado a ser altos picapedreros. Al AVE le cortaron las alas hace 26 años y gracias a Dios y a De la Serna, retomará su vuelo para que Huelva salga de su perseverante aislamiento.

Que importa que hayamos puesto el carro antes que el mulo si al final se consigue que el rucio esté en camino. Lento pero seguro.

Retengo en la memoria el bullicio de aquellas estaciones, centro neurálgico de tantas aventuras de ida y vuelta, de tanta carbonilla y tanto traqueteo, de tanto túnel y tanto guarda agujas, de tanto revisor y tanto asiento de tercera. Tuvo su encanto y fue muriendo ante el ímpetu del progreso tecnológico. Brindo por Íñigo, el "uno", que nos deja Madrid a 3 horas y Sevilla a 40 minutos. Pa tocarle las palmas.

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