La norma para conocer la verdad de las cosas se está perdiendo. Y sinceramente, me ocurre a veces que desconozco el trasfondo o el doble interés de muchos de los discursos de nuestros políticos actuales. Que estamos en un momento clave de transformación social es un hecho, nos encontramos, en este instante, en el meollo, en el centro real del proceso. ¿Dónde vamos a llegar? La respuesta será, por lógica, donde queramos, aunque se trate de una respuesta compleja y abstracta. La mayoría de los ciudadanos ha aprendido de forma muy rápida cuáles son sus derechos. Todos tenemos derechos, y los defendemos y vociferamos si es preciso para comunicarlos. Pero hemos perdido algo, y ese algo no es otra cosa que olvidar nuestras obligaciones, que también existen. Por criterio todo derecho conlleva implícita una obligación. Pero no, la sociedad actual olvida las obligaciones.

Nos estamos acostumbrando a opinar más de la cuenta, y sin criterio. Fíjense, para Pedro Sánchez sus enemigos son los miembros del PP. Lo ha dicho y lo ha repetido. "Mi enemigo es el PP". Estimado Pedro Sánchez, si usted aspira a ser secretario general de un partido nacional, sus enemigos deberían ser los enemigos de España. No quiere decir que, de trasfondo, usted diga que ha habido muchos casos de corrupción en el PP, que se ha saqueado este país, que los políticos deban estar controlados, todo lo que usted quiera, pero sus enemigos deben ser los enemigos de esta España que olvida sus obligaciones y solo grita sus derechos.

Todo criterio suele llevar a un juicio, a una discusión, y es magnífico que así sea, y que nos acostumbremos a ello. El diálogo, la discusión, deben llevar implícito el respeto. Y ese respeto, como las obligaciones, también se pierde. Al final siempre volvemos a lo mismo, la clave para superar con éxito esa transformación social que estamos viviendo está en la educación. Sin educación no aceptamos las obligaciones, no actuamos con respeto y perdemos el poco criterio que ya nos queda.

Lean el Protágoras de Platón, o recuerden a Kant y aquello de la conciencia moral de sí mismo, y, por qué no, la gran moral de Aristóteles. Al final iba a tener razón el poeta Karmelo C. Iribarren cuando escribió: "Ándate con cuidado,/ que no se entere nadie/ de que lo pasas bien,/ que tu vida funciona,/ y eres feliz a ratos./ Hay gente que es capaz de cualquier cosa,/ cuando ve una sonrisa". Sean felices, con criterio.

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