Buen menú

Hoy faltan camareros. Puro sarcasmo. Mientras, la Escuela de Islantilla dormita y clama

Alerta en los cuarteles gastronómicos. Desde la patronal del gremio se observa una gran recesión en el frente de atención al cliente que integran los sempiternos camareros, lo que produce un estado de confusionismo debido al aumento de empresas de restauración y en contraposición, la ausencia de esa clase de tropa o infantería de asalto, imprescindible en el arte de ofertar la sugestiva comanda.

Los de ayer, aprendieron el oficio sin pasar por ninguna Escuela de Hostelería sino por un constante afán en atender y escuchar con prontitud las peticiones más diversas sin que la palomita se torciera ni el mandil se ensuciara. Su aprendizaje era instintivo, basándose en la atención personal, la limpieza, buenos modales y una excelente memoria para ir recitando la amplísima relación de tapas de corrido y sin errar.

En nuestras otras casas que son los bares, mesones, cafeterías, tabernas... donde se han debatido cuestiones de estado en las viejas tertulias, si la memoria no me juega una mala pasada, hubo quienes representaron su papel con una dignidad y exquisitez plausibles... Ciriaco, Riquelme, el Limpio, Salgero, que cambió la servilleta por un empleo en el Polo y cuando le dieron una pala preguntó al encargado que "dónde se enchufaba"; Carreñito, exjugador del Recre e inventor del pase de la bicicleta en los años cincuenta del siglo pasado; Escala, que posteriormente abrió su propio restaurante; el famoso y excepcional Enriquito el Colorao, discretísimo, sirviendo aguardiente en botellas de Coca-Cola ocultando la ingesta; Isidoro, luego propietario de La Placeta; Brioso en La Esquinita; el Moro, figura irrepetible con arte y simpatía para aguantar a esa caterva estudiantil del Pelayo; Juanito el del Nido que a la vez atendía la barra y la cocina; igual que Joselito el Gallo, empacado y altivo al esgrimir la bandeja con aire señorial en el salón del Club de Tenis; Luis el del Tupi; Paquete, Clavijo Prieto y Miguelito en el Círculo Mercantil (hoy director de la sala de Bingo) con sus lustrosas chaquetillas y su excelente educación; el Matutero en el Central; Escalante en el Astoria; Alberto en Casa Miguel... Todos y cada uno aprendieron bajo la dirección de quienes regentaban aquellos templos del ocio y la sabiduría popular.

Hoy faltan camareros. Puro sarcasmo. Mientras, la Escuela de Islantilla dormita y clama. Ya no hay quien cante: "Camarero, señor, ¿qué hay para hoy?".

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