Ambiente tensionado

¡La que ha liado la chapuza de la moción de censura en Murcia, orquestada por Sánchez y Arrimadas!

Apartir de las elecciones generales de 2015 se difundió la idea de que el multipartidismo había llegado para quedarse y que había que mirar hacia el futuro con la seguridad de que sería la habitual distribución en las instituciones públicas. Había gente que estaba totalmente convencida de que así sería. Mi posición entonces no era muy contraria al multipartidismo, pues soy de los que considero que es bueno que la diversidad ideológica de la sociedad se vea reflejada, lo mejor posible, en ayuntamientos y, sobre todo, en los parlamentos. No obstante, siempre planteé mis dudas acerca de esa permanencia. En política son típicos los vaivenes, los pendulazos o los cambios de paradigma, así que nada es seguro para siempre, ni siquiera a corto plazo; por lo que, más tarde o más temprano, podríamos volver al bipartidismo.

Además, estaba en contra el hecho importante de que se tenía una falta completa de aprendizaje para esa nueva circunstancia; si bien albergaba la esperanza de que se fuera creando una cultura de consenso; de llegar a acuerdos, con cesiones por parte de todos, cuando fuera necesario, de cara a un objetivo que siempre se debe perseguir, el del bien común. Pero, lamentablemente, dicha esperanza se me vino abajo pues, lejos de ver que se confluía hacia esa clase de cultura, de lo que era testigo -como todos- es de una cada vez mayor polarización política, que se traduce en un ambiente altamente tensionado, justo en unos momentos tan delicados como los actuales, por los efectos sobre la salud de la pandemia y por sus repercusiones económicas. Por tanto, no sería nada extraño que, tal como se está desarrollando y vivenciando este multipartidismo real, que se esté convirtiendo en el arma más precisa para su propio debilitamiento o desaparición. Por supuesto, esta situación no ha surgido por azar, sino que ha sido fomentada por algunos políticos, que han actuado solo o en función de sus intereses.

Y digo más, con el propósito de dar satisfacción a sus peculiares características de personalidad. Los hay tanto en el espectro de la izquierda como en el de la derecha; pero hay que reconocer como ejemplo singular el caso de Pablo Iglesias, quien no puede vivir sin agitación, que se inviste a sí mismo de un halo mesiánico, cuya misión ahora, según afirma, es la de salvar a la comunidad de Madrid de la derecha criminal. ¿No le da corte decir esas cosas? ¡La que ha liado la chapuza de la moción de censura en Murcia, orquestada por Sánchez y Arrimadas!

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