Crítica de Cine fila siete

Vicente

Quien roba a un ladrón...

'cien años de perdón'

Multicines La Dehesa Islantilla, Cines Aqualon Puerto Huelva, CineVip Lepe, Al Andalus Punta Umbría y Cines Artesiete Holea Huelva.- Producción: España, Argentina y Francia 2016.- T.O.: 'Cien años de perdón'.- Duración: 97 minutos.- Dirección: Daniel Calparsoro.- Guión: Jorge Guerricaechevarría.- Fotografía: Josu Inchausteggui.- Música: Julio de la Rosa.- Montaje: Antonio Frutos.- Intérpretes: Luis Tosar, Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel, Luciano Cáceres, Patricia Vico, Raúl Arévalo, José Coronado, Marian Álvarez, Luis Callejo

Dice el sabio refrán castellano Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón. El versado proverbio le sirve a Daniel Calparsoro, celebrado director de títulos admirados como Salto al vacío (1995), Asfalto (2000) y Guerreros (2002), para acometer un thriller de claras y muy significativas implicaciones políticas, sociales y corruptivas. Le ha servido el género, bien articulado en su estructura más atractiva, la acción y la intriga, para emprender el relato de un atraco y para denunciar una situación preocupante en la sociedad española actual donde la corrupción, la ambición y las carencias morales hacen estragos y desencadenan la irritación, la inestabilidad política y el desprecio de los ciudadanos.

En una mañana lluviosa por el efecto de la gota fría sobre Valencia, que ha provocado un caos circulatorio e inundaciones, un grupo de violentos malhechores bien armados, enmascarados y con supuestos explosivos pegados al pecho, irrumpen a primera hora de la mañana en un banco. Hemos visto antes una serie de gestiones donde todas ellas -incluida la de la propia directora- resultan frustrantes y negativas para los clientes a quienes reducen y retienen junto a los propios empleados de la entidad bancaria. Iniciado el asalto a la caja y preparando la fuga, todo se complica. Lo que parecía fácil ya no lo es, tanto por las dificultades para la huida que plantea la riada inundando los sótanos como el descubrimiento de que en la sucursal se guarda un secreto oculto en una de las cajas de seguridad. La alarma salta hasta las más altas instancias del país que dispone de unos mediadores para tratar de solucionar un problema que afecta al máximo poder.

Insistiendo en ese tipo de thriller a la española que tan buenos ejemplos nos ha dado con Celda 211 (2009) y El niño (2014), de Daniel Monzón y La isla mínima (2014), de Alberto Rodríguez, Daniel Calparsoro, con otro eficaz guión de Jorge Guerricaechevarría, demuestra su buen dominio en el rodaje de secuencias de acción. Utilizando con destreza las virtudes clásicas del género con sus matices sociales al servicio del compromiso implícito de la película, trabado en intensas tramas interiores, el realizador vehiculiza singularmente esa simbiosis tan desgraciadamente vigente en los últimos tiempos en nuestro país donde el ejercicio político y las complicidades económicas se confunden. Un delictivo negocio donde lo legal y la prevaricación se embrollan confusamente, alcanzando a las altas esferas de la jerarquía dirigente con la colaboración de esbirros sin escrúpulos. Las cloacas del poder.

A veces es esta implicación la que adquiere planos protagonistas por encima de la propia dinámica del relato, que, por ello, quizás pierde garra y malogra la fuerza emotiva de las imágenes, la eficacia de una acción que sin inflexiones y subrayados innecesarios mantendría una tensión que a veces se escapa por las costuras del relato. La interpretación, muy acertada en muchos casos, especialmente la del argentino Rodrigo de la Serna, resulta sobreactuada en algunas ocasiones. En suma una impactante realización con mucha tensión, acción, denuncia y compromiso que, dada la coproducción, tiene la misma relevancia para españoles y argentinos.

Quiroga

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