Los afanes

Javier Sánchez Menéndez

Ya no tenemos santos

Los grandes gurús de la economía mundial comienzan a decir que España se desacelera. Hasta el propio ministro en funciones Luis de Guindos lo reconoce. No hemos salido de una y entramos en otra. ¿No será que nunca hemos culminado un proceso consolidado de crecimiento? ¿No será que aquí todo el mundo establece criterios libérrimos sin tener en cuenta lo que realmente significa la palabra libertad?

Un ejemplo claro. La iglesia del Salvador en Sevilla cobra 4,50 euros por entrar al templo. Hay turistas que los pagan y otros que dan la vuelta a la manzana para ver la grandeza del templo en su fachada. Así se pierde hasta la devoción. Luego no se quejen ustedes.

Los pactos políticos que comienzan y nunca acaban. Nadie se pone de acuerdo en un momento en el que España necesita estabilidad. ¿Rencores? ¿Odio? ¿No será exclusivo interés en el protagonismo personal? También en política hemos perdido la devoción. Ya no tenemos santos, ni siquiera santones. La talla intelectual de nuestros líderes es comparable a los primitivos homo sapiens. ¡Qué digo! A los homo erectus.

Decía mi madre que quien odia tiene problemas. Y le doy la razón. Problemas psicológicos. Las personas que odian no pueden representar a nadie, ni siquiera en su casa. Gastamos el dinero en cambiar las imágenes de los semáforos por mujeres con faldas. ¿Coherencia? Ignorancia. Eso se llama ignorancia.

Al final el poeta Karmelo Iribarren tiene razón cuando escribe: "Es lo que tiene, el amor: empiezas siendo el galán protagonista de una maravillosa comedia, y acabas convirtiéndote en un actor sobrio, serio, de carácter, solo que de tu propia tragedia". En este país pasamos de la comedia a la tragedia en un pispás.

Tenemos que construir una sociedad sólida, fundamentada, con criterio. Tengan en cuenta que los mejores colegios del mundo han abandonado el uso de las tecnologías en los centros educativos. Sí, lo que oyen. Mientras que aquí las TIC han sido y son lo más, allí, donde se obtienen los mejores resultados, la tecnología brilla por su ausencia. Los líderes informáticos, esos de Apple, Google o Yahoo, mandan a sus hijos a escuelas donde no se ve ni a lo lejos un ordenador o una tablet.

Alternativas. Necesitamos alternativas eficaces. Pero claro, aquí ya no tenemos santos, ni siquiera santones, aquí tenemos tan solo lo que nos merecemos.

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