La otra orilla

carmen Murillo Campos

'Ichthys'

Cuentan los historiadores que en sus inicios el cristianismo era despreciado y sus seguidores eran perseguidos. En los propios libros sagrados aparecen parajes donde existían judíos radicales, los cuales se dedicaban a dar caza a los cristianos y lapidarlos, de esta manera servia como advertencia para el resto del pueblo. Tanto era el peligro que los cristianos se comunicaban desapercibidamente usando entre ellos un símbolo secreto. Este símbolo era el del pez: una persona dibujaba disimuladamente en la tierra un arco abierto, si llegaba otra persona que también disimuladamente entre otras tantas rayas completaba el dibujo con otro arco abierto, los dos sabían que eran cristianos.

El viernes pasado tuvo lugar en Sevilla por quinto año consecutivo, una vigilia de oración con motivo del día mundial contra la homofobia. Los convocantes fueron un grupo de personas que bajo el nombre de ichthys (en griego pez) se presentan como grupo de cristianas y cristianos lesbianas-gays-transexuales-bisexuales-heterosexuales, una presentación mucho más inclusiva que la que usan los poderes eclesiales mediáticos. La diferencia es que este año el acontecimiento ha sido sacudido por la polémica. Una semana antes, el arzobispo de Sevilla ordenaba a la comunidad de Dominicos que hasta ese momento había acogido a este grupo, que desautorizasen el acto, haciéndolo extensible al resto de iglesias y comunidades de la ciudad. A raíz de esto, algunos que se identifican con la Iglesia recalcitrante y totalmente desgajada de la esencia del evangelio, han insultado y amenazado a los componentes del grupo. Los cuales han sufrido el mismo proceso que aquellos primeros cristianos, teniendo que buscar espacios alternativos, sin llamar mucho la atención, con miedo a ser atacados, pero convencidos de que debían seguir adelante, porque es su propia fe la que les hace descubrir la certeza de que ellas y ellos también son Iglesia.

Los no creyentes o los que suelen mantenerse alejados de la fe católica suelen relacionar la palabra Iglesia con un único perfil de posturas cerradas y sentencias claras en contra del aborto, el divorcio o la homosexualidad. Mucho se sorprenden los ajenos, cuando se enteran que dentro de la Iglesia existen realidades que se sienten enjuiciadas y despreciadas por este tipo de sentencias. Realidades que se ven abocadas a identificarse con los márgenes porque quienes sostienen las estructuras les impiden sentirse más dentro de su propia casa.

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