Huelva

En busca del cielo para los ángeles del sahara

  • La Facultad de Educación viaja desde hace cinco años a campamentos de refugiados saharauis, donde enseña a los maestros locales a trabajar con niños con necesidades especiales

La importancia de la cooperación internacional en los tiempos que corren es indiscutible, especialmente si hablamos de proyectos de intervención educativa que logren, a través de la solidaridad, contribuir a mejorar la calidad de vida de los que más lo necesitan.

Ésa es la esencia de la iniciativa Ángeles sin cielo, nacida hace cinco años en el seno de la Facultad de Educación de la Universidad de Huelva (UHU), que organiza un viaje anual a los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf (Argelia) donde universitarios y profesores de la Onubense ofrecen estrategias y claves a los educadores locales para atender a niños con necesidades especiales.

El primer viaje fue organizado por un grupo de estudiantes de Magisterio de Educación Especial que plantearon al Decanato de la facultad establecer lazos de colaboración con las escuelas de los asentamientos.

La profesora que coordina el proyecto, María José Carrasco, y los universitarios se trasladaron a los campamentos de Smara, Auser, El Aaiún y Rabouni para realizar un primer diagnóstico de la situación. "Encontramos muchísimas carencias que no éramos capaces de asimilar", indicó Carrasco.

La comitiva onubense detectó, en primer lugar, que "el tema de la educación especial era el menos desarrollado" y, tras largas conversaciones con los saharauis, "vimos que cuando acaban las escuelas ordinarias los niños tienen mucho tiempo libre y nada que hacer". A la vuelta nació Ángeles sin cielo.

Dos años más tarde -y tras un segundo viaje de tres personas- Carrasco y los suyos retomaron el trabajo en escuelas de educación especial y ordinaria, añadiendo por las tardes actividades de ocio para los más pequeños.

Cada febrero -con la salvedad de este año, cuando el viaje se pospuso a septiembre-, una decena de estudiantes de último curso de Educación Social y Especial y tres profesores embarcan en un avión rumbo a Tindouf. Desde allí, el trayecto hasta los campamentos se realiza en todoterreno. Uno de los alumnos que participó en la edición de 2009, Jesús Aguilar, explica que el primer impacto se lo llevó "al atravesar el desierto de noche, a través de las dunas, sin carreteras" y bajo un cielo límpido, con tantas estrellas que resulta inverosímil que se trate del mismo que está sobre nuestras cabezas.

El Vicerrectorado de Estudiantes de la Onubense costea los 8.000 ó 9.000 euros del valor pecunario de cada expedición. El decano de la Facultad de Educación, Paco Morales, recordó que "los universitarios no reciben créditos por ello y los profesores no cobran extras ni tienen reducción de horas: es un trabajo por amor al arte".

Estos cooperantes tan especiales son acogidos en el seno de familias saharauis. Se alojan en sus viviendas de adobe y lona y conviven con ellos día a día, "que es lo integrador porque te hace meterte en la piel del otro", argumentó María José Carrasco.

El día a día en los campamentos es "prácticamente como aquí, aunque el tiempo no existe, no hay estrés". El papel de la mujer saharaui es fundamental en la sociedad de los refugiados: es la que consigue la alimentación, la que cría a los niños, la que mantiene la casa y, además, trabaja. El hombre, si está en edad de luchar, combate contra Marruecos en la frontera de los territorios ocupados; si no, realiza labores de mecánica, esencialmente.

En las escuelas son ellas fundamentalmente las que ejercen como maestras. Aunque algunas no tienen demasiada formación, otras han estudiado fuera del continente africano. Pero la falta de recursos materiales y de herramientas formativas hace mella en el sistema educativo de los campamentos.

La profesora del Departamento de Educación Inma Gómez -que otrora viajara también como alumna en el marco del proyecto- recuerda que, por ejemplo, sólo uno de los campamentos existentes cuenta un profesor con discapacidad auditiva que atiende a los niños con sordera y les enseña el lenguaje de signos. El resto está totalmente incomunicado.

Algo similar ocurre con los pequeños que tienen una parálisis cerebral, que viven además estigmatizados. A Gómez le resultó chocante "la pobreza y la precariedad en la que viven, el saber que aquí podrían ser atendidos en condiciones y que allí los maestros no saben qué hacer con ellos".

El exdecano de Educación, José Manuel Coronel, sigue participando en Ángeles sin cielo. Cada vez que regresa a casa "me reafirmo en las cosas que pensaba aquí: la importancia del agua y de la educación", por ejemplo. Cada periplo le ha permitido, después de provocarle "digestiones emocionales muy fuertes que te producen una profunda sacudida interior", cuestionarse el verdadero valor de las cosas y de su profesión; en definitiva, aprender a relativizarlo todo.

A Paco Morales la experiencia le ha dejado claro que lo fundamental en la enseñanza "son el profesor y el alumno", sin más artificios.

Ya está en marcha el proceso de selección de alumnos para la próxima edición del proyecto, que se celebrará de la última semana de febrero a la primera de marzo de 2011, coincidiendo con las prácticas de los universitarios de último año de Magisterio. Este año en lugar de exigir la elaboración de un trabajo grupal a los interesados en participar en Ángeles sin cielo, los organizadores han recogido currículos de los estudiantes por primera vez desde la génesis de la iniciativa. El plazo ya se ha cerrado y a la vuelta de las vacaciones navideñas realizarán entrevistas grupales en las que se tratará de seleccionar a los integrantes del plan "por su verdadero interés en él".

Cuando partan hacia Smara, Auser, El Aaiún y Dajla, se dividirán en dos grupos. Uno de ellos trabajará en los colegios de educación especial; el otro, en los convencionales. Por las tardes, todos se unirán para organizar las actividades de tiempo libre.

El proyecto Ángeles sin cielo fue distinguido en 2009 con el Premio Huelva Joven a la Solidaridad del Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ), que valoró su labor comprometida y sensibilizada con las realidades más desfavorecidas.

La satisfacción de sentirse útil es, quizá, lo que más valoran los que han pisado hasta ahora la región argelina de Tindouf en el marco de esta iniciativa, medio centenar hasta el momento. Dice Juan Manuel Coronel que "recuperas el concepto de dignidad y te das cuenta de que no tienen nada pero lo comparten todo".

La fortaleza de los lazos afectivos que se estrechan acá y allá es infinita, como la estrellada bóveda azul bajo la que se refugian los saharauis, esperando sin saber por cuánto, recuperar su tierra al cobijo de las dunas del inhóspito desierto.

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