Hola, lucero del alba
Hay una cita tan mañanera como hermosa, de luz y sentimientos onubenses. Es la que marca a Huelva subir a buscar a su Patrona, Nuestra Señora de la Cinta. El reloj de la parroquia de la Concepción la marca con sus cinco campanadas y el candelabro farola reúne a los campanilleros de la Virgen.
Es el saludo de una tradición que va camino de 25 años ininterrumpidos. La madrugada ofrece una magnífica temperatura. Unas tortas y cortadillos que habrá que aligerar con sorbitos de aguardiente, que es lo que se estila por la tierra. Con la llegada se produce el encuentro anual de unos y otros, para renovar un deseo compartido. Se reparten las estampas que luego irán regalando para difundir así la devoción más choquera.
Se escucha abrir la puerta de la casa rectoral de la Concepción. El párroco, Diego Capado, tiene preparado el recibimiento a los campanilleros. Un vinito dulce y unas perrunillas. Todo se va conformando en tradición. Los buenos días y la correspondiente respuesta de complicidad.
Rafael Vélez, el director, llama a la gente. José Antonio Vieira, con su voz grave, va reuniendo al personal. Este año ha escrito unas nuevas letrillas para la patrona.
-A ver -dice Vélez- que nos vamos ya, que nos coge el tren de Zafra...
Esta tropa se reúne fiel a un encuentro de amistad y fervor cintero. Hay muchos caminos; todos los de la ciudad conducen en la mañana a El Conquero. Éste no sólo se hace cantando, sino rezando el rosario; el mismo que luego harán delante de la Virgen Chiquita y que adornarán con ramilletes de coplillas.
El primer misterio, aquí, ante la parroquia de la Concepción, y luego se va rezando hasta el monumento a la Inmaculada. Muchas personas, amigos y familiares, se unen en este camino al encuentro con la Virgen. Hay buen ambiente.
En la plaza de San Pedro, al amparo de su torre hermosa, parece escucharse la voz del bueno de don Manuel, el beato que fuera capellán de La Cinta. Un nuevo misterio será en torno a dos ilustres de esta tierra: Juan Ramón Jiménez, con el santo y buen maestro, como le describió un día el nobel, Manolito Siurot, que fuera también hermano mayor cintero. El bronce de sus caras rebozan alegría.
Un poco más arriba, el saludo a don Diego, el cronista ilustre al que muchos le tenemos fiel devoción historicista. ¡Cuántos papeles nos descubrió de la historia que da sentido a la devoción cintera y que nadie debe olvidar! Espera el último misterio junto a Pedro Gómez, que pondrá el pincel colorido como el mejor de sus óleos de los paisajes de El Conquero.
Queda aquí el rosario con sus letanías. Se anda a buen ritmo, hay que estar para la misa previa a la salida. Se ha alcanzado en El Conquero el blanco santuario. Desde su patio se ve a la Señora enmarcada entre la puerta mudéjar y el dorado barroco de su retablo.
Los campanilleros que se quedaron dispersos en un pequeño descanso, en desayuno acelerado en el bar 6.25 -que tiene el cuadro del Papa Francisco y, muchas estampas y, por supuesto, de la Virgen de la Esperanza-, se unen ahora en los jardines del santuario para esperar que la luz se haga en El Conquero con la Virgen de la Cinta en este amanecer único. Se le saluda con el Dios te salve luna llena y el rostro en bronce de Curro Vázquez parece como si esbozara una sonrisa. La mañana se va abriendo entre avemarías y cuando llega al cenit de El Conquero los campanilleros le regalan el mejor piro: "Hola, lucero del alba".
Huelva baja con su Patrona. Está llegando septiembre con sus fiestas.
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