Apuntes de cabildo

Las témporas de octubre

  • El curso cofrade que arranca trae muchas inquietudes ante la nueva realidad que plantea la pandemia

Penitencia tras el Cristo de la Sangre el Martes Santo.

Penitencia tras el Cristo de la Sangre el Martes Santo. / JOSUÉ CORREA

En este mes de octubre en el que todo se retoma no encuentro mejor titular que el de las témporas, ese periodo en el que se vuelve tras las vacaciones o antaño de las cosechas a la vida diaria con el agradecimiento a Dios. Momentos para el arranque de todo vislumbrando lo que queda por hacer, ilusionándose con el camino a recorrer. Esta es una de las cuatro témporas que recuerdan que el Señor está en cada una de las estaciones del año.

Ahora cuando todo arranca y comienza de nuevo con la apertura del curso cofrade, por parte del Consejo de Hermandades, es el momento para atender las necesidades presentes que tienen delante las cofradías.Un tiempo muy distinto a los vividos hasta ahora por las hermandades, sólo recuerda la historia a aquellos años en los que durante la II República no salieron las cofradías, pero aquello fueron motivos políticos. Sin embargo, mucho podemos aprender ahora de lo que pudo significar esos momentos porque lo estamos viviendo aunque de una forma muy distinta. Lo mismo que esos otros años en los que casi no había Semana Santa por no permitirlo la climatología.

Indudablemente este año ha sido muy distinto a todos, confinados en casa mientras veíamos pasar los días por el ventanal.

Resultó un tiempo muy difícil que vivimos en primera línea, pues cuando no había mascarillas las hermandades las hicieron; cuando faltaban alimentos, las hermandades lo llevaron; y cuando las puertas de las iglesias estaban cerradas, llevamos flores y rezos a las imágenes de nuestra devoción.

Vivimos momentos distintos e igualmente únicos que recordaremos siempre

Aquella será una Semana Santa que recordaremos siempre pues lejos de vivirla con nostalgia nos permitió compartirla con la familia, sacar las estampas de nuestra devoción y ponerle unas velas encendidas, como aquellas mariposas de aceite con las que nuestras abuelas las alumbraban. Recuperamos muchas cosas, pero sobre todo el abrazo de la familia en ese tiempo incierto y, por qué no decirlo, de miedo.

Compartimos por las redes sociales nuestras inquietudes, nuestros deseos y nuestras oraciones. Por una vez he visto que las redes sociales sirvieran a las cofradías, lejos de quienes la usan para disparar a otro pontificando cualquier estupidez.

Esta es la Semana Santa de la madurez, pues no hay otra que asimilar los momentos que nos tocan vivir y asumirlos desde la esperanza, dando ejemplo.

Sazonamos nuestro corazón con tantas ilusiones y peticiones. Sabemos que la del próximo año será también una Semana Santa muy diferente, probablemente tan dura en nuestras vivencias externas como la de este año.

No perdamos en ningún momento el horizonte del sentido profundo de lo que es una hermandad y aprovechemos las oportunidades únicas que presenta el vivir más interiormente la Semana Santa.Hoy cuando reemprendemos la actividad habitual en esta témpora de octubre no se escapan aquellos latidos del corazón vividos con el papa Francisco en una Semana Santa muy especial, escuchando las campanas de san Pedro de Huelva unidas a las de Roma. Sintiendo la plaza inundada de gente en Domingo de Ramos aunque estuviese vacía, viendo las capas rojas, al tío del koki… porque la Semana Santa es un cúmulo de sensaciones y sentimientos que perduran durante todo el año.

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