Semana Santa

La figura de Cristo en la historia del cine

  • La vida y obra del Salvador tienen una considerable representación plástica en las películas De 'Ben Hur' se hicieron cuatro versiones; la oscarizada fue la de William Wyler

Éste es un tema que en este tiempo resulta recurrente, podríamos decir. Fue el que inspiró una de las conferencias organizadas dentro del VI Ciclo Cultural Cofrade El cirio apagao, que, celebrado por la Hermandad de la Misericordia, tuve el honor de pronunciar.

Me apresuré a diferenciar entre el cine religioso, que lo incluye todo, y aquel otro que distingue la figura de Cristo, directa o indirectamente, en un cine considerado de carácter histórico-bíblico. Lo que para nosotros es en las piadosas y a la vez populares manifestaciones penitenciales de Semana Santa, una liturgia urbana como fundamental expresión de religiosidad pero también de arte y belleza, tiene desde el nacimiento del llamado Séptimo Arte, una considerable representación plástica.

Tan antigua es la referencia, que Cristo apareció por primera vez en el cine en toscas películas rodadas como estampas animadas utilizadas por las sociedades bíblicas inglesas y los predicadores ambulantes norteamericanos en sus alocuciones durante la conquista del Oeste. Pero la presencia de Jesús en una pantalla cinematográfica es tan antigua como el propio cine. Tanto es así que sus creadores los hermanos Lumière rodaron en 1898 una película que se tituló La vida y la pasión de Jesucristo.

Otro precedente antiquísimo realmente notable nos lo depara The Passion play of Oberammergau, realizado en 1898 por Henry Vincent y Frank Rusell, que compitió vivamente con la de los hermanos Lumière y que hace referencia a una representación multitudinaria que desde 1634 se celebraba con la participación de toda la población de Oberammergau, una localidad de Baviera durante la Semana Santa. Inspirado en ella, Henry Vincent escribió su propia historia de la Pasión y filmó la película en el Museo de Cera del Gran Central Palace de NuevaYork.

Entre otros antecedentes valiosos debemos destacar una obra maestra, Intolerancia (1916), de David W. Griffith, uno de cuyos episodios incluyó la pasión y muerte de Jesús. Pero en tan abundante filmografía hay títulos que debemos distinguir: Las cuatro versiones de Ben Hur desde la de 1907 de Sidney Olcott, hasta la de 1959 de William Wyler, ganadora de 11 Óscar, pasando por la muy prestigiosa de 1925 dirigida por Fred Niblo. Imprescindibles la versiones de Rey de Reyes: la primera de Cecil B. de Mille en 1927, la segunda de Nicholas Ray en 1961. Especialmente bella y digna la dirigida por Julien Duvivier, Golgotha (1935). Conflictivas las adaptaciones de dos obras del griego Nikos Kazantzakis: Cristo de nuevo crucificado (1948), de Jules Dassin y La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese, un católico ferviente, que suscitó un auténtico escándalo.

Es difícil elegir en tan densa filmografía pero entre las últimas realizaciones sobresale El evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini, una de las mejores versiones de la biografía de Jesús a través de la fórmula del neorrealismo. Ese mismo año surge una versión espectacular: La historia más grande jamás contada (1964), de George Stevens. Y después consignaríamos Jesucristo Superstar (1973), de Tim Rice y Andrew Lloyd Weber, basada en el polémico musical de éxito en Broadway; Jesús de Nazareth (1977), de Franco Zeffirelli, inspirada en las obras maestras de la pintura y en fin, entre tan difícil selección, la última y más discutida y discutible La Pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson sobre las últimas doce horas de la vida de Jesús, considerada como mínimo de cruel, sádica y sangrienta, olvidando muchos lo cruenta e inhumana que fue la tortura y muerte que sufrió Jesús.

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